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Así reducirá el internet de las cosas lo que pagas por el seguro

Las nuevas tecnologías revolucionan el sector asegurador: nuevas filosofías de cobro para adaptarse a los nuevos tiempos.

Getty Images

Durante siglos, el negocio asegurador ha aprendido a reinventarse, a avanzar al ritmo de la sociedad y de la economía. Muchos años han pasado desde que durante la Edad Media surgiese en Europa el seguro marítimo, o desde que apareciese el primer seguro de automóvil, pero de nuevo es imperioso avanzar y reinventarse. Un estudio de la consultora KPMG, basado en una encuesta a 280 directivos de 20 países, afirma que la innovación y la tecnología plantean nuevos retos para las organizaciones que dirigen. “La transformación digital es ahora mismo un factor clave, así como uno de los principales retos para el sector”, constata Francisco Valencia, director de gobierno corporativo de Línea Directa.

El seguro, motor

El sector asegurador en España supone un verdadero motor para la economía. Sin haber necesitado ayudas públicas durante la crisis económica, ha sido capaz de sanearse hasta llegar a experimentar las tasas de crecimiento que tiene hoy en día. En 2016, las aseguradoras elevaron sus ingresos un 12,24%, según los datos de Investigación Cooperativa de Entidades Aseguradoras (ICEA), y como ha apuntado Pilar González de Frutos, presidenta de la Asociación Empresarial del Seguro (Unespa), en las últimas décadas el sector ha batido al PIB.

Prácticamente la mitad de los encuestados aseguró que sus compañías están sufriendo dificultades derivadas por nuevos competidores en el mercado. A nadie se le escapa la posibilidad de que Amazon o Google puedan incorporarse al mundo asegurador, a pesar de que la propia directora general de Google en España haya sostenido en varias ocasiones que la empresa tecnológica “no tiene ninguna intención de convertirse en una aseguradora ni en un banco”.

Fruto de estos nuevos retos, el sector ya ha comenzado a dar los primeros pasos para crear un nuevo modelo de negocio, en el que haciendo uso del fenómeno big data promete ofrecer a cada cliente un producto diseñado teniendo en cuenta su perfil y amoldándose a sus necesidades. “El cliente solo quiere pagar por aquello que realmente va a utilizar y además quiere gestionar sus productos en cualquier momento y desde cualquier lugar”, manifiesta Valencia.

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Así, las ramas de vida y no vida han incorporado dispositivos que, utilizando el internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), recaban información de cada usuario para que, con fórmulas como la de pay as you drive (paga cuando conduzcas), el usuario pague por aquello que realmente necesita.

Los avances en el terreno de los seguros de auto son los más visibles a día de hoy en España. Desde que Mapfre sacase al mercado YCAR, un dispositivo capaz de informar a la compañía de cómo y cuánto conducía el cliente, convirtiéndose así, hace ya 10 años, en la primera compañía que ofrecía un servicio de pago por uso, muchas otras aseguradoras han incorporado esta opción en sus productos. Ya es posible premiar a los buenos conductores con rebajas, que en el caso de Generali afirman llegar al 40% de descuento del precio de una prima standard, y elevar las primas a los malos conductores hasta un límite estipulado por contrato con anterioridad.

Además, estos dispositivos, poniéndose al servicio de la seguridad vial, envían una alerta de emergencia cuando se ha sufrido un impacto, haciendo posible la intervención inmediata de los servicios de socorro. Además su capacidad de geolocalización los hacen verdaderamente útiles cuando, en casos graves de siniestro, los vehículos quedan en lugares de difícil visualización, como puede ser un barranco e incluso el mar.

“El problema es que estos aparatos son caros y aunque hay fabricantes de coches que ya los incorporan de serie, fomentando la unión de empresas del sector automovilístico con aseguradoras, no lo hacen todas y de momento ni los usuarios quieren hacerse cargo del coste, ni las aseguradoras tienen la capacidad de hacerlo”, asegura Bruno Cendón, experto en IoT.

Pero este impedimento comenzará a resolverse a partir de 2018, cuando todos los coches de nueva fabricación estén obligados por normativa europea a incorporar un dispositivo de emergencia. Por otro lado, hay firmas como Mapfre que están desarrollando estas funciones a través del móvil. “El problema de hacerlo a través de smartphones es el fraude. Tú no tienes por qué llevar tu teléfono cada vez que cojas el coche, y eso recae en una falta de control de la información. Los directores de negocio de las compañías lo saben y cuando hablas con ellos de esa posibilidad se muestran muy reticentes”, atestigua Víctor Zambrana, socio de Roland Berger.

Las bondades para los particulares son evidentes, pero en el caso de las flotas se hacen más visibles, si cabe, por lo que las empresas propietarias de los coches se hacen cargo del coste de los dispositivos sin grandes reticencias, asegura Zambrana. “Cuando gestionas una flota el saber dónde está cada uno de tus conductores y el conocer cómo conducen es de un valor incuestionable”, afirma el socio de la consultora alemana.

En los seguros de hogar la tendencia es la instauración de la domótica, pero no solo desde el punto de vista de los electrodomésticos y de poder manejarlos y controlarlos a distancia, sino instalando sensores de movimiento como recurso para las alarmas, o sensores de agua o gas, para que en el caso de fuga el tiempo de reacción se reduzca considerablemente. Además de funciones de control de gasto de electricidad, agua y luz, que permiten conocer si el cliente está realizando un uso eficiente.

“Tener instalado un sensor de agua permite reducir los gastos en caso de incidente considerablemente, lo que puede derivar en la reducción de las primas”, manifiesta Josep Caleya, director corporativo de innovación de Mapfre.

“Pongamos que el propietario ha puesto la lavadora y se ha marchado a comprar, surge un problema y se agujerea el desagüe. La fuga de agua puede llevar a tener que cambiar las baldosas, la tarima y llamar a un pintor. Pero es que además, si tardas en llegar, puedes calar al vecino de abajo, y tener que arreglar su techo. Teniendo un sensor de agua, la compañía podría haberse puesto en contacto con el asegurado, lo que se hubiera traducido en una reducción considerable de los daños”, explica Celaya. Y es que los siniestros por agua son de los que más repercuten en la cuenta de gastos de las compañías.

Como en las otras ramas, los beneficios en multirriesgos son evidentes, pero de nuevo la instalación de los dispositivos supone un coste considerable, lo que lleva a que su instauración no sea masiva. Generali, tras llegar a un acuerdo con una empresa de fabricación de controles domóticos, ha puesto a disposición de sus clientes diferentes packs. El básico tiene un coste de 220,97 euros y consta de una centralita domótica, de un sensor de apertura de puertas y ventanas (útil, por ejemplo, para simular la presencia en casa cuando los propietarios están de vacaciones), una señal acústica para ahuyentar a intrusos y un enchufe inteligente, que permite encender y apagar electrodomésticos desde un smartphone.

“De nuevo, el coste es un impedimento, pero ya estamos viendo cómo grandes compañías, que han calado con sus avances en la mentalidad de los usuarios, han sacado productos al mercado que pueden provocar que el ritmo del IoT en hogar se acelere exponencialmente”, advierte Víctor Zambrana. Son los casos de Echo de Amazon y su asistente de voz Alexa, de Nest de Google o del altavoz inteligente de Apple.

“En mercados más maduros, como el de Estados Unidos, el ramo de salud está más avanzado. Existen compañías en las que el cliente lleva una pulsera que monitoriza, por ejemplo, el ejercicio mínimo diario (número de pasos, intensidad, consistencia…). Ello va ligado al cumplimiento de unos objetivos que, si son alcanzados, pueden suponer una rebaja en su prima anual del seguro de salud”, resume Antonio Lechuga, socio responsable del sector seguros de KPMG en España.

En Alemania y Francia, Generali ha puesto en marcha Vitality. Una pulsera al estilo de la que se refiere Lechuga, pero que de momento no repara en reducción de primas, sino en descuentos en marcas de gimnasio o ropa deportiva. “Buscamos concienciar y prevenir enfermedades en nuestros asegurados. Tras realizar un estudio personal que deriva en una valoración del estado de salud, se introducen objetivos en la rutina diaria de cada cliente”, explica Guillermo Calderón, director de transformación digital de la aseguradora.

Actualmente, se trata de la rama en la que el IoT está menos desarrollado por el poder de los datos que podría conocer la compañía aseguradora del cliente. “En este ámbito, la ética y la privacidad de las personas juegan un papel fundamental, pero, una vez esté superado este miedo, los avances pueden ir mucho más rápido de lo que nos imaginamos: detectores de caída, aparatos para llamada rápida, asistencia continua en el hogar… La ayuda que puede suponer en esta rama es inigualable y en cuanto el usuario pierda el miedo irá muy rápido”, advierte Bruno Cendón.

En definitiva, “el internet de las cosas es una realidad a la que no es ajena el sector asegurador y los avances permitirán, a través del acceso a un mayor volumen de datos e información, adaptar los productos a las necesidades reales de los clientes, ampliar el abanico de servicios a ofrecer, ajustar el precio al perfil real del asegurado o atender de una manera más inmediata y eficaz”, apuntan desde Unespa.

Esta nueva realidad también entraña riesgos. “A los malos clientes se les puede subir los precios de las primas, de forma que queden desasegurados al no estar dispuestos a pagar las primas. Además, en la filosofía del negocio asegurador no está el cobrar solo por el uso. A la larga tendrán que reinventarse y ofrecer valor añadido extra a sus productos”, previene el experto de Roland Berger.

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