Galicia no vio el sol en noviembre: llovió todos los días
En algunos puntos de la comunidad cayó más precipitación que la media de España en un año
“En noviembre, agua siempre”. El refranero popular gallego nunca miente, sobre todo si habla del mal tiempo. La comunidad que tiene más de 70 palabras para referirse a las precipitaciones encadenó el mes pasado un eterno tren de borrascas de resultado implacable. En ciudades como A Coruña, Santiago de Compostela, Lugo o Ferrol llovió todos los días. En Vigo, en cambio, tuvieron más suerte: solo lo hizo en 27 ocasiones. Algunos puntos de Galicia acumularon en un mes más agua de la que, de media, cae en España a lo largo de un año y, tras un bienio inusualmente seco, los embalses gallegos ya rozan el 80% de su capacidad.
Helena Arias está acostumbrada a los temporales. A sus 20 años, ha visto varias veces desde su ventana cómo el mar tiraba la balaustrada del paseo marítimo de A Coruña, pero nunca pensó que el viento la fuera a tirar a ella. “Me caí junto a una señora”, rememora. Arias, estudiante de sociología, suele salir todas las tardes. En noviembre no le quedó otra que quedarse en casa la mayoría de ellas, y se compró unas Dr. Martens, las botas de moda en la ciudad que presume de haber alumbrado al imperio Inditex, para sus escasas incursiones al exterior.
Sin embargo, la capital coruñesa no fue la peor parada por los sucesivos frentes atlánticos que dejaron récords de precipitación en muchos puntos de Galicia. En Lugo, por ejemplo, noviembre fue el mes más lluvioso desde que hay datos, con más de 300 litros por metro cuadrado, cuando lo normal para esta época es que apenas se superen los 100. En todas las ciudades, con la excepción de Pontevedra, el penúltimo mes de 2019 fue el que tuvo más días pasados por agua en esta década.
Fornelos de Montes, en la Serra do Suído (Pontevedra), volvió a ser la zona cero de la comunidad. Su estación meteorológica registró 732 litros por metro cuadrado, más de lo que se recoge de media en España en todo un año (650); lo mismo que cae en Almería en una legislatura. Y, si en la ciudad la lluvia cansa, en las dispersas y envejecidas aldeas del interior gallego no deja otra opción que sentarse frente a un televisor y ver cómo pasan las horas.
Deolinda Gómez supera los ochenta años, pero nunca había visto nada igual en el lugar de Traspielas, de apenas 30 habitantes, donde vive con su marido: “Es demasiado. Llueve seguido”, se queja al otro lado del teléfono. Pero lo cierto es que Gómez disfrutó del sol 13 horas a lo largo del mes, mientras que los vecinos de la parroquia de Queimadelos, muy cerca de allí, solo lo pudieron hacer durante 120 minutos. El debate electoral duró 165.
En las últimas semanas, Galicia ha recibido varias tormentas tropicales, además de los restos del huracán Pablo, y los medios llaman ciclogénesis explosiva a lo que antes era un simple temporal. Carlos Otero, de Meteogalicia —la agencia de predicción autonómica—, prefiere quitarle hierro a la situación: “Ha habido fenómenos curiosos, pintorescos, pero en esta época del año la llegada de borrascas es habitual”. Y, a veces, muy lesiva para la economía.
Lo saben bien en el mar, donde la flota solo ha podido salir a faenar dos días en las últimas dos semanas. José Antonio Pérez Sieira, presidente de la Federación Galega de Confrarías de Pescadores, lamenta los efectos del mal tiempo tras un par de años de relativa calma: “Noviembre fue muy duro para la pesca. Las pérdidas son inmensas”.
En el resto de España, muchos se acordarán de este mes cuando vean los desorbitados precios del marisco en la Navidad. Pero los gallegos se conforman con mirar al cielo y disfrutar del presente. “Menos mal que hoy no llueve”, proclama la anciana Gómez, aliviada por la llegada del anticiclón con el que se ha estrenado diciembre. Ya lo cantaron los Guns n' Roses: “Cause nothing lasts forever / even cold November rain”. Ni siquiera en Galicia la lluvia de noviembre dura para siempre.
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