La Audiencia Nacional investiga los movimientos de espías rusos en Cataluña
La policía constata la presencia de miembros de una unidad militar de élite especializada en operaciones de desestabilización en Europa
El juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón ha abierto una investigación que mantiene secreta sobre las supuestas actividades en Cataluña durante el procés de un grupo ligado a los servicios de inteligencia rusos, según confirman tres fuentes a EL PAÍS. Las pesquisas han sido encargadas a la Comisaría General de Información de la Policía Nacional, especializada en la lucha antiterrorista. La investigación se centra en un grupo militar de élite denominado Unidad 29155, a la que los servicios de inteligencia de varios países vinculan con supuestas maniobras de desestabilización en Europa.
La supuesta intervención de la Unidad 29155 que ahora investiga la Audiencia Nacional está relacionada con el procés en Cataluña, según confirman a EL PAÍS una fuente judicial y dos fuentes policiales. Estas últimas han catalogado las pesquisas como “reservadas” y el juez mantiene en secreto las diligencias previas. García Castellón es el magistrado que instruye en la actualidad un macrosumario contra el independentismo violento con varias piezas separadas. En una de ellas están imputados nueve miembros de los Comités de Defensa de la República (CDR) detenidos en la Operación Judas, que presuntamente habían creado un grupo violento denominado Equipos de Respuesta Táctica, a los que se intervino abundante material para elaborar explosivos.
También en esta causa se investiga por terrorismo al llamado Tsunami Democràtic, uno de los movimientos más activos en la convocatoria de protestas en Cataluña tras hacerse pública la sentencia del procés el pasado 14 de octubre. Las fuentes consultadas declinan confirmar si la investigación sobre las actividades de agentes de la Unidad 29155 está incluida en este macrosumario. Pero más allá de ese vínculo, insisten en que la investigación se centra en sus eventuales maniobras de desestabilización relacionadas con Cataluña.
La existencia de este grupo militar ruso de élite salió a la luz en medios independientes rusos, pero alcanzó repercusión internacional el pasado octubre, cuando The New York Times la asoció con su nombre militar y publicó un amplio reportaje sobre la supuesta implicación de sus agentes en algunas acciones de repercusión mundial. Entre ellas, el envenenamiento en marzo de 2018 del exespía ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia en el Reino Unido. Meses después de aquel atentado, el Gobierno británico acusó formalmente a dos supuestos integrantes del Departamento Central de Inteligencia (GRU en sus siglas en ruso) de las Fuerzas Armadas identificados como Alexander Petrov y Ruslán Boshirov (nombres falsos) de estar detrás del atentado que costó la vida a una vecina de Skripal y provocó que este y su hija cayeran gravemente enfermos al entrar en contacto con gas tóxico.
Ha habido maniobras de desestabilización en varios países más. Se relaciona a esta unidad de élite con un frustrado golpe de Estado en Montenegro en octubre de 2016. Dos antiguos espías rusos, Eduard Sismakov y Vladímir Popov, fueron condenados en rebeldía por un tribunal montenegrino a elevadas penas de cárcel por aquella intentona. Varios servicios secretos occidentales relacionan también a la Unidad 29155 con el doble intento fallido de asesinar en 2015 a un traficante de armas búlgaro, y con una campaña de desestabilización en Moldavia. El Kremlin siempre ha negado cualquier relación con estos hechos. Sus medios afines han ridiculizado las informaciones publicadas sobre este grupo de élite.
El agente Fedotov
Las pesquisas policiales acerca de su relación con Cataluña se suman a todas esas investigaciones. Además, no es la primera vez que existen sospechas de la supuesta injerencia rusa y de sus espías en el desafío independentista catalán. En febrero, el medio de investigación Bellingcat publicó diversa documentación oficial de los servicios secretos rusos que situaban a un oficial del GRU llamado Denís Serguéiev en dos ocasiones en Barcelona. En ambas había viajado con la identidad falsa de Seguéi Fedotov.
En el primero de esos viajes, Fedotov llegó a la capital catalana el 5 de noviembre de 2016 y, tras permanecer seis días en España, voló de regreso a Moscú vía Zúrich. La segunda se produjo casi un año después, el 29 de septiembre de 2017, solo dos días antes del referéndum ilegal del 1-O. En aquella ocasión, el oficial ruso permaneció en España hasta el 9 de octubre, para regresar a Moscú vía Ginebra. No hay constancia de más visitas a España, aunque sí a otros países europeos, como el Reino Unido, donde voló, precisamente, días antes del intento de envenenamiento de Skripal.
El pasado mayo fueron los servicios secretos alemanes los que se mostraban “preocupados” ante el apoyo ruso al independentismo en Cataluña tras recibir información de colegas europeos, que consideraron “muy plausible” y “convincente”. Entonces, su máximo responsable, el presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución, Hans-Georg Massen, aprovechó un simposio organizado en Berlín para mostrar su convencimiento de que “Rusia está tratando de utilizar operaciones secretas para influenciar en la opinión pública a través de organizaciones extremistas y radicales”. Massen añadió: “En el caso de los separatistas catalanes, según se ha informado, apoyando su posición a través de actividades de propaganda”.
En España, la Guardia Civil ya había encontrado vínculos con Rusia de uno de los personajes implicados en el procés: Víctor Terradellas, exsecretario de relaciones internacionales de la antigua Convergencia y un hombre muy cercano al expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. Se le investiga por el desvío de subvenciones de la Diputación de Barcelona y del Govern. Terradellas, que ejercía como una suerte de Rasputín con Puigdemont, asesoró al entonces president sobre relaciones internacionales, le presionó para declarar la independencia y le remitió numerosos mensajes de WhatsApp.
En los mensajes que le envió el 26 de octubre, cuando Puigdemont debía decidir entre convocar elecciones o proclamar la independencia, Terradellas planteaba al político ahora huido a Bélgica reunirse con él. Y le aseguraba que el secesionismo podía contar con apoyo de un emisario del presidente ruso, Vladímir Putin, si apostaba por declarar la independencia. Entonces el expresidente no lo recibió y su asesor se lo echó en cara en otro mensaje: “Ni nos has escuchado; creo que nos lo merecíamos”. A continuación le dijo: “Nos habían garantizado declaración esta tarde Gorbachov”.
La unidad militar nació tras la revolución bolchevique
El departamento Central de Inteligencia (conocido por sus siglas en ruso como GRU) se fundó en 1918, después de la revolución bolchevique. Lenin insistió entonces en que debía ser independiente de otros servicios secretos. Cuando tras el colapso de la Unión Soviética, en 1991, la todopoderosa KGB se disolvió, el GRU permaneció intacto.
La agencia de inteligencia militar ha realizado tradicionalmente operaciones clandestinas al servicio del Kremlin. Tuvo un papel clave en la Guerra Fría. También en las dos guerras de independencia de Chechenia. Y más recientemente, en la anexión de Crimea por parte de Rusia, en 2014. Algunos informes han situado también a agentes del GRU en la región ucrania del Donbás, donde los separatistas apoyados por el Kremlin combaten con las fuerzas ucranias.
En los últimos 20 años, bajo los mandatos de Vladímir Putin, el GRU se ha destacado además por sus intervenciones en el ciberespacio. Occidente ha acusado a la agencia de lo que considera una campaña global de ciberataques que han apuntado a instituciones antidopaje, estaciones de energía nuclear o centros de control de armas químicas.
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