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Elecciones generales
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Han caído los dos

El pacto entre Sánchez e Iglesias es fruto de una correlación de debilidades: el socialista necesita salir del laberinto en que se enredó y el de Podemos salvar su proyecto político

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan el pasado martes tras firmar el acuerdo. En vídeo, ¿apoyarán el resto de partidos la coalición?Foto: atlas | Vídeo: Paco Campos
Xosé Hermida

La voz cavernosa de Leonard Cohen brotaba de los altavoces y se imponía sobre los gritos de la multitud esa noche de finales de enero de 2015 en la plaza Omonia de Atenas. La estrella invitada al mitin era Pablo Iglesias, que compareció en el escenario parafraseando al bardo canadiense: “¡Primero tomaremos Manhattan, después tomaremos Berlín!”. Europa parecía en un estado tan comatoso que incluso aquellas palabras ya no sonaban exactamente como una bravuconada. En el horizonte asomaba un hecho desconocido: el inminente triunfo electoral en Grecia, solo dos días después, de una fuerza política, Syriza, autodefinida como de izquierda radical. Cualquier cosa se antojaba posible en el continente durante esos días. Incluso una hipotética victoria en España del movimiento que había entusiasmado a miles de jóvenes seducidos con palabras de Marx: venían a “asaltar el cielo”, como los comuneros de París.

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Todo se diluyó en una efímera primavera. A Manhattan (en este caso, más bien Washington, sede del FMI) y Berlín se sumó Bruselas para empujar hacia el borde del acantilado a Alexis Tsipras, el joven y flamante líder griego. Syriza claudicó y puso su firma al salvaje programa de recortes que había prometido combatir hasta el final. En España, Podemos empezó a desfallecer, al mismo tiempo que su discurso emprendía un vuelo de retorno a la tierra. En ese amargo reencuentro con la realidad, el cielo pasó a ser una mezcla de lenguaje radical con un programa en casi nada diferente al de la vieja socialdemocracia.

Casi cinco años después de aquella noche ateniense, Iglesias se dispone a ocupar silla en un Gobierno cuya política económica será dirigida por una tecnócrata criada en las tripas de Bruselas, Nadia Calviño. En España las trompetas del Apocalipsis aterrorizan desde hace meses ante la posible llegada de Podemos al poder. Pero en Europa parecen curados de espanto. Lo que transmite la capital comunitaria es cierta sensación de alivio por el desbloqueo político en el cuarto país de la Unión. Hasta los editorialistas del Financial Times se muestran más preocupados por la inestabilidad parlamentaria en la que presumiblemente vivirá el futuro Ejecutivo que por las medidas económicas que este pueda tomar.

La Transición española no fue —según su gran cronista sentimental, Manuel Vázquez Montalbán— fruto de una correlación de fuerzas, sino de una correlación de debilidades. Algo así se atisbaba tras el abrazo del pasado martes en el Congreso de los Diputados entre Iglesias y Sánchez. Agotado por las luchas internas y por la drástica rebaja de sus expectativas, el líder de Unidas Podemos se agarra ahora a la prosaica política de Gobierno a fin de salvar su proyecto. Para el socialista, herido en las urnas, ese abrazo con el hombre que hasta hace poco envenenaba sus sueños es una escapatoria del laberinto en el que él mismo se había enredado tras su éxito electoral de abril.

Como su futuro socio, Sánchez también se ha caído del cielo, aunque de otra manera. Era un cielo de laboratorio, elaborado a partir de encuestas mágicas, de toneladas de marketing político y de audaces ejercicios de imaginación táctica, como ese que calculaba que el agravamiento de la situación en Cataluña forzaría a todo el país a agruparse sin fisuras alrededor de su presidente (en funciones). De la calle llegaba otro rumor muy distinto, cargado de reproches. Pero las pócimas celestiales elaboradas en los despachos se impusieron a los avisos de los militantes socialistas más pegados al terreno y con el oído más atento a lo que, al parecer, no detectaban las encuestas. Hasta que las urnas trajeron a Sánchez de vuelta a la superficie.

Caídos los dos, ahora no les queda más remedio que lidiar con la realidad.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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