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Una conjura para robar secretos a Corea del Norte

La investigación policial halla nuevos vínculos entre los asaltantes de la embajada coreana en Madrid y el Gobierno de EE UU

Patricia Ortega Dolz
Sede de la embajada de Corea del Norte, en Madrid.
Sede de la embajada de Corea del Norte, en Madrid.ULY MARTIN

A medida que pasaban los días, los policías españoles fueron dotando de sentido a aquel hecho insólito: un grupo de diez hombres había asaltado violentamente y a plena luz del día el viernes 22 de febrero de 2019 la sede de la Embajada de Corea del Norte en Madrid, llevándose material clasificado en ordenadores y discos duros, y dejando heridos, amordazados y maniatados a sus siete moradores: el delegado comercial, Yun-Sok So, su mujer y su hijo pequeño; otros tres empleados de la embajada y la esposa de uno de ellos. Pese a la confusión inicial, los agentes de la Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional pronto se dieron cuenta de que se enfrentaban a un “caso de espionaje internacional”, con “un comando de profesionales” que usaba “artes de guerrilla”, tenía una “poderosa infraestructura y logística”, y contaba “con plan a, b y c”.

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Los investigadores tardaron unas horas en identificar al cabecilla, Adrian Hong Chang, norcoreano de 35 años con pasaporte mexicano y residencia en Nueva York que —según los datos recabados en la investigación— da conferencias en la Academia Militar estadounidense de West Point, se ha fotografiado en la Casa Blanca con los presidentes Clinton, Bush y Obama como activista de los derechos humanos y fundador de la asociación Free Joseon (Corea libre), y escribe artículos en The New York Times. Aunque su abogado es Lee Wolosky, el mismo que defendió a la directora de la CIA, Gina Haspel, en un proceso sobre torturas en Tailandia, su imagen aparece ahora junto a un cartel de Wanted (se busca). “Ha tomado las medidas necesarias para permanecer a salvo tras la orden de detención de la justicia española”, reconocía el abogado Wolosky el pasado mayo a EL PAÍS.

La rápida identificación policial de Hong no impidió que culminase su misión: pese a las sorpresas e imprevistos —los diez asaltantes huyeron finalmente en taxi—, todos estaban ya de vuelta en Estados Unidos al día siguiente del asalto, tras tomar un vuelo en Lisboa con destino a Nueva Jersey.

Christopher Philip Ahn, estadounidense, dos meses en prisión por el crimen de la embajada.
Christopher Philip Ahn, estadounidense, dos meses en prisión por el crimen de la embajada.

A los cinco días del ataque, la policía completaba la lista de nombres del resto de participantes, entre los que estaba el exmarine Christopher Philip Ahn, que trabajó como jefe de operaciones en misiones en Irak y Afganistán entre 2000 y 2006 y que —según su currículum— desde 2018 es director general de FO Strategy Group, una supuesta consultoría dedicada a definir objetivos críticos y crear estrategias empresariales. Ha pagado una fianza de 1,4 millones de dólares para salir de la prisión federal de Los Ángeles (California), después de ser detenido en la casa de Hong en esa ciudad de la costa oeste estadounidense en aplicación de la reclamación judicial española. Otro de los asaltantes es un popular blogger norteamericano de 25 años y origen surcoreano llamado Cheol Woo Ryu. También fueron identificados un surcoreano de 24 años llamado Wooran Lee y un norcoreano con nacionalidad estadounidense de 29 años que responde al nombre de Sam Ryu, aunque sin vínculos familiares con el otro Ryu, según las mismas fuentes policiales. Todos están fugados, empezando por el cabecilla Hong, que supuestamente entregó al FBI el material robado en la embajada de Madrid y se entrevistó en varias ocasiones con sus agentes.

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De momento, y a la espera de seguir confirmando datos de todos los demás identificados, el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata ha emitido órdenes internacionales de detención contra estos cinco, situando al Gobierno americano en una complicada tesitura.

Adrian Hong Chnag, mexicano con residencia en EE UU, actualmente fugado.
Adrian Hong Chnag, mexicano con residencia en EE UU, actualmente fugado.
Cartel de
Cartel de

No obstante, el llamativo episodio, acaecido días antes de la fracasada cumbre para la desnuclearización entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo Kim Jong-un, el 27 y 28 de febrero en Hanói (Vietnam), no ha dado lugar ni a un amago de conflicto diplomático. En todo momento, y pese a que —según los investigadores— se trata de “uno de los episodios más graves ocurridos contra una embajada en suelo español”, se ha mantenido un inquietante silencio del Gobierno español y el estadounidense, al igual que del coreano.

Los servicios secretos españoles y la policía concluyeron que los asaltantes estaban vinculados con la CIA, el servicio de inteligencia norteamericano. De ser así, se trataría de una actuación “inadmisible” por parte de un país aliado, según las autoridades españolas. Los servicios de inteligencia estadounidenses habrían operado en suelo español sin pedir autorización ni informar a sus anfitriones, y habrían violado las convenciones internacionales que protegen las legaciones diplomáticas. No obstante, el proceso judicial continúa con determinación desde el Juzgado Central de Instrucción 5, de la Audiencia Nacional. Esta es la historia de cómo fue la investigación que desentrañó el asalto a la embajada de Corea del Norte de Madrid: Operación Nollam (“sorpresa” en coreano).

Adrian Hong Chang con la familia Obama.
Adrian Hong Chang con la familia Obama.

Cuando una patrulla de la Policía Nacional llegó al número 43 de la calle Darío Aparicio, en el distrito madrileño de Aravaca, se encontró con un chalet rodeado de mansiones en un distinguido barrio cercano a la capital. Allí solo estaba el joven que había llamado al 112 y una mujer asiática herida y “en estado de shock, diciendo cosas incomprensibles”, recuerdan los agentes. Gracias a una aplicación de traducción de idiomas del teléfono móvil los policías lograron entender algunas de las palabras proferidas por la mujer: “marido”, “casa”, “ventana”, “agresión”… Un nuevo caso de violencia de género, pensaron. Eso fue lo primero que corrió por los WhatsApp policiales aquella tarde de viernes mientras llegaba la ambulancia y se llevaba a la mujer —que resultó ser la esposa del jardinero de la embajada norcoreana— al hospital, con la tibia y el peroné rotos tras haber saltado por una ventana huyendo de los agresores.

Al llegar la segunda patrulla, un par de agentes se acercaron a la vivienda, sede de la delegación norcoreana en Madrid, y llamaron a la puerta. Salió a abrirles un hombre de rasgos asiáticos “con un pin con la bandera de Corea del Norte en la solapa”, recuerdan los agentes. “Aquí no pasa nada”, les aseguró tranquilo y con un perfecto español con acento mexicano. “Si han oído algún ruido habrá sido la puerta del garaje”, añadió. Y les advirtió enseguida: “Si quieren entrar o hablar con alguien de la embajada, deberán hacerlo por el cauce oficial”.

Aquel tipo era Adrian Hong, el líder del comando de diez hombres que acababa de asaltar la legación diplomática. Había estado en España y en la sede de la embajada unos días antes. Llegó a España el 5 de febrero y se volvió a ir el 7. Le dio tiempo a visitar la embajada y saludar a su máximo responsable, Yun-sok So. “Se identificó como Matthew Chao, norcoreano, y le dijo que quería comentarle una idea de negocio. Le dejó su tarjeta de visita y quedó en regresar más tarde y traerle un regalo”, aseguran los investigadores. Lo hizo el 22, con una bolsa de Gucci en una mano, una pistola simulada en la otra, y otros nueve hombres armados a los que dio paso una vez dentro. En el vídeo quedó registrado como dio instrucciones mediante señas a todos ellos para que se distribuyeran por la casa y neutralizaran a sus siete habitantes. Una se les escapó por la ventana. Esa fue la “sorpresa” que les obligó a pasar al plan B.

Cuatro horas

“Pasaron cuatro horas dentro de la delegación tratando de convencer (por las buenas y por las malas) a So de que abandonara la embajada y se uniera a ellos y a su lucha”, relatan fuentes de la investigación. So, que se mantuvo firme, ha sido una pieza clave para desenmarañar este complicado caso y desenmascarar a los asaltantes, según las mismas fuentes. Fue él quien les habló a los agentes de la sangre fría de Hong, que cuando sonó el timbre de la casa y sabiendo que estaba fuera la policía, buscó un pin en el recibidor y se lo puso en la solapa para abrir y dar la cara.

Tanto Hong, como su segundo, el marine Christopher Ahn, quedaron registrados por las cámaras de seguridad de la embajada, “convencidos de que al llevarse los discos duros de las grabaciones sería imposible recuperarlas”. De hecho, Hong se hizo hasta un selfie en la puerta de la delegación diplomática para dar fe de su acción. Se equivocaron. La empresa de seguridad logró recuperar buena parte de las grabaciones.

“En un primer momento solo teníamos rostros de un montón de asiáticos, que sabíamos que hablaban coreano y un inglés americano, y una tarjeta de visita a nombre de Matthew Chao”, recuerdan los investigadores. Además de un montón de pruebas falsas. “Hong fue el último en salir de aquella casa saltando por la puerta de atrás y dejando un reguero de cosas para entretenernos, como una de las cinco armas simuladas que llevaban, restos de bridas y cinta, y hasta un carné de conducir expedido en Italia con el nombre de Matthew Chao, un documento que ya no necesitaba”, explican las mismas fuentes. Curiosamente, y con esa misma identidad (falsa según las autoridades italianas), estaba en Italia en octubre de 2018, y en noviembre de ese mismo año desapareció el embajador de Corea del Norte en ese otro país europeo, Jo Song-gil, del que no se ha vuelto a saber nada desde entonces.

A las cuatro horas de estar en la sede diplomática, y viendo que un coche patrulla de la policía se mantenía en la puerta, los asaltantes salieron como si tal cosa por la puerta del garaje en tres vehículos de la embajada, que dejaron posteriormente en los alrededores y que fueron localizados por la policía en días posteriores. Los agentes les ubicaron en los hoteles Carlton y Aitana de la capital, donde tenían habitaciones reservadas desde el día 19 de febrero que llegaron a España. Hong fue a recogerles, según registraron las cámaras del aeropuerto. “Ya se habían hospedado algunos de ellos en esos mismos hoteles en anteriores viajes”, señalan fuentes de la investigación. Tanto Sam Ryu como Worran Lee estuvieron en España en julio de 2018. Además, tenían alquilado un piso de seguridad en el mismo barrio de la embajada, a 500 metros de la casa, que descubrieron los agentes por un comentario que puso Sam Ryu —el rey de las redes sociales del grupo— en una plataforma de alquiler de pisos turísticos, identificándose con su propia cara.

Al poco tiempo de ver salir a los coches del garaje, los dos agentes del coche patrulla que aguarda en la puerta ven salir por la puerta del chalet a “un grupo de personas amordazadas, engrilletadas, malheridas...”. Saltan las alertas.

Tras huir con los vehículos diplomáticos, los diez asaltantes se citaron en una gasolinera de las afueras de Madrid, donde Hong —también financiador de la misión y que llegó en un Uber hasta el lugar junto a otro de los asaltantes— les dio a todos el suficiente dinero como para llegar en taxi hasta Lisboa. “Le pagaron 800 euros en metálico al taxista”, aseguran los investigadores.

La última reserva

Hong llegó incluso a reservar una habitación para esa noche, a su nombre, en un hotel en la zona de Campo de las Naciones, que finalmente nunca utilizó.

Todos manejan más de un pasaporte, “uno coreano y otro americano, mexicano o italiano”, explican fuentes de la investigación. “Pero se da la curiosidad de que no varia su número, pese a variar la nacionalidad. Son todos falsos”.

Mientras los agentes no se dan por vencidos y la investigación continúa, España espera el arresto y extradición de los cinco presuntos implicados sobre los que pesa una orden de detención internacional. Sin embargo, en Estados Unidos, varios de ellos son vistos como héroes que defienden los derechos y libertades de los norcoreanos atenazados por el régimen de Kim Jong-un. El propio abogado Wolosky, en una conversación con este periódico en su despacho de Nueva York, criticó a las autoridades españolas por hacer públicas las identidades de los miembros del grupo que entró en la legación norcoreana, por ponerles en riesgo ante la dictadura de Kim Jong-un. Wolosky sostiene que las acusaciones de violencia se basan en las declaraciones de agentes norcoreanos que no son fiables.

Unas sospechosas “coincidencias” en Italia

P.O.D.

Tres de los diez presuntos implicados en el asalto a la embajada estaban en Italia a finales de octubre de 2018, días antes de que desapareciera el embajador de Corea del Norte en aquel país, Jo Song-gil.

Del diplomático norcoreano y de su familia no se ha vuelto a saber nada desde entonces y nunca se confirmó que hubiese pedido asilo al Gobierno Italiano, como se dijo inicialmente. Se halla en paradero desconocido.

El hallazgo de una licencia de conducir italiana a nombre de Matthew Chao (Adrian Hong Chang) en las inmediaciones de la embajada de Corea del Norte en Madrid, tras el asalto perpetrado en esa legación diplomática por él y otros nueve hombres el pasado 22 de febrero, puso en contacto a las autoridades españolas con las italianas, que comenzaron a cruzar datos.

Así fue como llegaron los agentes españoles a identificar al lugarteniente de Hong, el exmarine Christopher Ahn, que supuestamente se encontraban juntos con otra persona más en Italia en las fechas previas a la desaparición del embajador norcoreano en Italia.

Fuentes de la investigación sospechan que “es posible que no se trate de una mera coincidencia” y que algo parecido a lo que ocurrió meses después en España hubiese ocurrido en la sede de Roma, aunque con un resultado distinto.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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