_
_
_
_

Dos pueblos vecinos y una costumbre: uno siempre vota al PP y el otro, al PSOE

Alfondeguilla y Soneja, poblaciones colindantes del interior de Castelló, no conocen en democracia más Gobiernos que populares y socialistas, respectivamente

Vecinos del pueblo del Alfondeguilla, que siempre vota al PP.
Vecinos del pueblo del Alfondeguilla, que siempre vota al PP.Monica Torres (EL PAÍS)
Ferran Bono

Los mayores buscan alguna explicación en cómo se vivió la Guerra Civil. Los jóvenes se inclinan más por la importancia de los candidatos. No hay un patrón de comportamiento claro, aunque sí se apuntan razones socioeconómicas. En lo único que parecen coincidir los vecinos de las poblaciones de Soneja y Alfondeguilla, en el interior de Castellón, es en tomárselo con cierto humor. En el primero siempre ha ganado el PSOE; en el segundo, siempre el PP, durante 42 años de democracia. ¿Por qué? “Porque aquí siempre hemos sido siempre de izquierdas, socialistas y republicanos. Y así votamos”, comenta Miguel Martínez. “Yo no”, discrepa Teodoro Martínez, compañero de mesa, en tono zumbón. “Pero es que tú no eres de Soneja”, contesta un tercero, Jaime Pérez, que esgrime su DNI entre el estrépito del bar a la hora de almorzar (sobre las 10 de la mañana, según la costumbre valenciana) para demostrar que tiene los 90 años que no aparenta. “Que por qué se vota aquí al PP. Pues porque son los mejores y ya está. Eh, no apunte nada, ni mi nombre, que luego todo se sabe”, dice una mujer, también jubilada, mientras se ríe frente al Ayuntamiento de Alfondeguilla.

Más información
Los partidos se lanzan a por el voto de la España vacía
Las coaliciones de izquierda se afianzan en las grandes capitales

Ambos núcleos urbanos están separados por 16 kilómetros, pero se tocan en una intersección a la que se accede por una bonita carretera que se adentra en el parque natural de la Sierra de Espadán, de donde salen los corchos que taponan algunos de los mejores vinos de España. “Esto viene de atrás. Es que Soneja fue muy castigada en la Guerra Civil y después, porque era muy republicana”, insiste Miguel. “Tampoco el PP ha presentado una candidatura fuerte, potente. Para qué si iba a perder”, “Hay una tradición, una costumbre y oye para qué la vas a romper” “Aquí somos gente muy social”, son comentarios que se escuchan cuando la conversación se abre a casi todos los parroquianos del bar. Otro reconoce votar al PP y lo hace “por fastidiar” a sus amigos y porque ya está bien de siempre los mismos.

Clientes de El Mesón de Soneja a la hora del almuerzo.
Clientes de El Mesón de Soneja a la hora del almuerzo.Mònica Torres (EL PAÍS)

Soneja, que tiene unos 1.500 habitantes, está marcada desde el siglo XIX por la proximidad de una mina de yeso y por la instalación de una fábrica dedicada al mineral (que también tiene su propio museo). Además, hay una factoría de pallets y otra de aluminio. Hoy pocos se dedican a la agricultura (nísperos, albaricoques). Algunos trabajan en Valencia, que está a unos 50 kilómetros de distancia, si bien viven en el pueblo donde un piso puede costar de alquiler 250 euros.

El exalcalde de Soneja Emilio Ginés y el actual alcalde, Benjamín Escriche.
El exalcalde de Soneja Emilio Ginés y el actual alcalde, Benjamín Escriche.Monica Torres (EL PAÍS)

“Este es una población de carácter industrial, siempre con conciencia obrerista e ideologías de izquierdas y, además, está bien comunicada”, explica Benjamín Escriche, actual alcalde de la localidad pegada a la autovía Mudéjar, que une Sagunt con Somport. “Además de la base social, también se han hecho las cosas bien, pensando en el pueblo y estando el partido muy unido. La primera agrupación se abrió en 1936”, apunta, a su lado, Emilio Ginés, que llevó la vara de mando 20 años.

En esta población, muy cercana a Segorbe, no se habla valenciano. Está ubicada en la zona históricamente repoblada a partir del siglo XIII por aragoneses y no por catalanes. No deja de resultar sorprendente cómo cambia el acento (y también el paisaje) en unos pocos kilómetros, camino a Alfondeguilla, donde lo normal es que no se dirijan a uno en castellano, a no ser que la pinta sea muy de “foraster”. Es un pueblo más pequeño, de unos 900 habitantes, enclavado en el parque natural, rodeado de pinos, almendros y alcornoques. Muchos vecinos trabajaban en la fábrica de calzado Segarra, emplazada en la cercana Vall d’Uxó, que llegó a contar con una plantilla de 4.000 personas. “De aquí salían tres autobuses llenos hacia la fábrica”, explica en el portal de su casa Pascual Fonfría, de 79 años, de los cuales estuvo 40 empleado en la abastecedora de calzado del ejército español que cerró definitivamente en 1992.

El alcalde de Alfondeguilla, Salvador Ventura.
El alcalde de Alfondeguilla, Salvador Ventura.Mònica Torres (EL PAÍS)

“Aquí es costumbre votar al PP. ¿Que por qué? Aquí la Guerra Civil fue dura con el frente de Castell de Castro. Mi padre me contaba que los nacionales, su bando, y los republicanos bajaban por la noche al río a beber agua y a intercambiarse tabaco y luego al día siguiente, a pegarse tiros. Pero bueno, ahora los hijos de los mayores ya no votan al PP, ¿no?”. “Somos gente muy tranquila”, contesta una señora que lleva la bolsa de la compra. “Aquí se vive de categoría y creo que al alcalde le votan incluso los que no son del PP”, comenta el alguacil Pedro Villalba, en un pueblo cuyo centro está lleno de senderistas. Solo el primer alcalde de la democracia fue de la UCD, aunque en seguida se pasó a Alianza Popular, origen del PP.

 “Está la historia, claro; el último frente de la Guerra Civil… Pero yo nací en 1974 y todo eso no me dice mucho. No sabría decir por qué siempre gana el PP, pero creo que aquí se vota más a las personas, aunque es verdad en las generales también conseguimos ganar”, señala el alcalde Salvador Ventura, que lleva 12 años en el cargo. A diferencia de Soneja, donde los únicos partidos con el PSOE y el PP (seis y tres regidores, respectivamente), en Alfondeguilla, la representación municipal incluye a Compromís, que tiene ahora dos concejales por ninguno los socialistas. Lo certifican en un céntrico bar del pueblo, donde despiden al periodista con humor invitándole a volver en 10 años para comprobar que el PP sigue en el poder y ellos allí.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_