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Aniversario de los atentados de Barcelona
Columna
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Las víctimas ganan a los agitadores

Fracasó el boicoteo a la presencia del jefe del Estado: estaban todas las autoridades sin excepción

El presidente del Gobierno (izquierda) y el Rey, durante el homenaje.Vídeo: MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Xavier Vidal-Folch

Las víctimas consiguieron sustancialmente lo que pedían: “despolitizar” el homenaje del primer aniversario. La petición quedó satisfecha porque la ceremonia fue contenida, emotiva, sobria. No hubo discursos que se pudiesen interpretar en términos de aprovechamiento partidista o manipulación. Y fracasó el boicoteo –previsto inicialmente, pero al final retranqueado--a la presencia del jefe del Estado: estuvieron todas las autoridades, sin excepción. Como debe ser.

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Ante esa potencia de arrastre de las víctimas, quedaron relegadas a segundo plano las conductas disonantes. Que varios dirigentes, como Quim Torra, leyeran sus textos previamente. Que los Comités de Defensa de la República activaran su (testimonial) anunciada agitación divisoria. Que contaran con el apoyo del president oficial de la Generalitat, a la sazón, de todos los catalanes; y la presencia de un diputado del partido puigdemontista. Que Òmnium o la Assemblea Nacional Catalana (ANC) no compareciesen en solidaridad con las familias: ¿dónde dejaron la proclamada “unitat del poble català”?. Que una pancarta contra el Rey en la plaza Cataluña (provocó residuales protestas españolistas) pespunteara la conducta bifronte del secesionismo: (fría) corrección en el protocolo unitario; agitación callejera --esta vez de menor cuantía--, fragmentadora.

Esos episodios no lograron marcar la pauta de la jornada (aunque ocurrieron). Afortunadamente, porque en los países civilizados nadie quiebra la unidad antiterrorista. Y su visibilidad.

¿Tiene eso alguna importancia? La tiene. La unidad, esto es, la sintonía institucional, la complicidad de los partidos y el apoyo unánime de los ciudadanos no constituyen solo un consuelo para las víctimas. Que también. Envían además un mensaje político muy útil contra los aspirantes a terroristas: estáis aislados, no encontraréis ayuda, hasta quienes ostentan más discrepancias entre sí las aparcan si se trata de erosionar vuestra tétrica causa. Por supuesto que este mensaje no impide su violencia, pues matar es demasiado fácil. Pero la dificulta, le quita oxígeno. La deslegitima, evidencia su soledad. La mella, a pocos complace saberse perdedor.

¿Por qué las víctimas, con razones sustantivas, reclamaron que se despolitizara el aniversario? Por experiencia propia de la politización indepe practicada hace apenas un año, la única notoria. En la manifestación de homenaje del pasado 26 de agosto, nueve días después de la masacre, los servicios de orden de la ANC fueron quienes encuadraron la manipulación del acto antiterrorista mediante una encerrona de gritos y pitidos contra el jefe del Estado y en favor de la secesión.

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Así que resulta falso que el boicoteo separatista al Rey eche raíces en su (mejorable) discurso del 3 de octubre, contra el golpe parlamentario y la deriva hacia la proclamación de la secesión. Lo iniciaron antes las organizaciones soberanistas. Y lo coronó Torra en Tarragona el 22 de junio, ¡nueve meses después!

¿Motivo? Elemental. Desalentar a Felipe de Borbón a cumplir sus obligaciones constitucionales. Como la de saludar atentamente en el acto a la esposa de Joaquim Forn, conseller de Interior cuando los hechos, y hoy en prisión. Si no hubiese venido a Barcelona, se le habría achacado que esa ausencia simbolizaba ese Estado presuntamente hostil a Cataluña que aún propagan ciertos estrategas de pago.

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