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Paco, el cazador empedernido que acumula 70.000 euros en multas y 12 meses de prisión a sus espaldas

Un grancanario sancionado en 16 ocasiones e inhabilitado hasta 2024 espera la apertura de la veda para volver al campo este mes de agosto

Un cazador, observa la lejanía, mientras porta un rifle.
Un cazador, observa la lejanía, mientras porta un rifle.J.B.

Su profundo amor a la caza —asegura— lo ha llevado hasta aquí. Paco (quien pide ocultar su apellido), de 48 años, es un cazador empedernido. Acumula 16 sanciones por llevar más perros de los permitidos o cazar fuera de temporada y está inhabilitado hasta 2024. Y a pesar de todo, espera ansioso la apertura de la veda de este domingo para volver al campo a disfrutar de su deporte favorito.

Paco ha ido acumulando sanciones desde 2001, algunas por 300 euros y otras por 9.000, con un montante conjunto que ronda los 70.000 euros. No ha pagado ni un céntimo. Ha sido además inhabilitado en siete ocasiones en este periodo, y ni las dos temporadas que ha pasado en la cárcel por sus infracciones, ocho meses en 2008 y cuatro más en 2010, le han hecho pensar en parar. El suyo es un caso inaudito, nunca visto en el Cabildo de Gran Canaria, entidad encargada de controlar esta actividad. "La inmensa mayoría de los cazadores lo hace bien, y si se les impone alguna sanción, funciona. Pero siempre hay alguien que está al margen de la ley", explica el consejero de Medio Ambiente de la corporación pública, Miguel Ángel Rodríguez. "El caso de esta persona no hace justicia a los demás cazadores", añade el consejero.

Paco ha ido acumulando sanciones desde 2001, algunas por 300 euros y otras por 9.000, con un montante conjunto que ronda los 70.000 euros

Las piezas objeto de caza en Gran Canaria son los conejos y las perdices. Se permiten cuatro perros por cazador, aunque Paco llevaba el doble o el triple, y hasta en una ocasión apareció con un camión con 42 perros, señalan fuentes del Cabildo, que aseveran que ha sido expulsado de varias asociaciones de cazadores, que no vacuna a sus perros o que no les realiza los controles sanitarios exigidos. "Incluso al día siguiente de salir de la cárcel después de ocho meses vino a solicitar su licencia de caza, a pesar de que la inhabilitación continuaba vigente y las multas estaban sin satisfacer". Y la respuesta de Paco fue: "¡Pero si yo ya pagué con la cárcel!".

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Desde las asociaciones de cazadores también son muy críticos con la actitud de este cazador. El presidente de la Sociedad de Cazadores La Decana de Gran Canaria, Rodolfo Marrero, señala que "una persona que realiza este tipo de hechos no puede ser considerado como cazador por las sociedades de caza sino como un delincuente o un furtivo, o incluso un enfermo, dado que incumple tajantemente con la Ley de Caza de Canarias". Apunta que la dotación de mayores recursos públicos y un registro de infractores ayudaría a acabar con este tipo de situaciones, y lamenta el daño que causa al colectivo de cazadores de la isla, unos 4.000: "Estamos muy cansados y preocupados de que se nos tache siempre de sinvergüenzas, de furtivos, de asesinos, de maltratadores de perros".

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¿Y qué dice Paco? Según él, está siendo objeto de una persecución después de haber roto una relación de amistad con un agente medioambiental. "Iba a por mí. Se me acumulaban las multas. Hay mucha gente sin documentación a la que multan con 300 euros y no pasa nada, mientras a mí las que me ponen son de 9.000 euros. ¿Cómo voy a pagar eso? No me quieren ver en el campo", afirma. La última vez que lo sancionaron fue en 2016. Sostiene que había ido de morralero (ayudante de cazador), pero que los agentes no lo creyeron. Aunque sí reconoce sus pecados. "Es verdad que he llevado en ocasiones más perros de los permitidos, pero es lo mismo que hacen todos los cazadores: al año se interponen más de 2.000 denuncias por causas similares en Gran Canaria. Y he ido al campo fuera del periodo de veda con los cachorros para enseñarles a cazar, igual que hacemos todos".

El domingo se abre la veda en la isla para la caza del conejo y él ya está con ganas de que llegue el día para ir —asegura que como morralero— a disfrutar de la actividad que lo llevó a la cárcel. "Allí se reían de mi hasta los trabajadores sociales: '¿Están robando y matando por ahí y tú estás aquí por eso?", asevera que le preguntaban incrédulos.

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