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Europeístas españoles alertan sobre la creciente pérdida de valores en la UE

Excomisarios, exministros y expertos piden profundizar más en el futuro de Europa incluso a diferentes velocidades frente al Brexit y la tendencia euroescéptica

Javier Casqueiro
Banderas de la Unión Europea frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas.
Banderas de la Unión Europea frente a la sede de la Comisión Europea en Bruselas.REUTERS

 Ante la enésima crisis de la Unión Europea, la mayoría de los europeístas españoles, políticos y expertos, se decantan por profundizar en más Europa, más euro, más soberanía compartida, incluso si hace falta a costa de diferenciar en el club distintas categorías y divisiones. Esa fue la conclusión más evidente del encuentro organizado este martes en Madrid por el Real Instituto Elcano para presentar su último informe sobre El futuro de la UE, en el que han participado una decena de estudiosos. El objetivo del informe es ofrecer una perspectiva global sobre qué se piensa sobre Europa y su futuro desde España, sin reclamaciones nacionales egoístas o concretas. La mayor preocupación en un país tan europeísta se extiende hacia la creciente pérdida de los valores fundacionales europeos y su esencia democrática.

Hace dos años, cuando el Reino Unido respaldó sorprendentemente el referéndum sobre el Brexit, dos investigadores españoles ligados al Instituto Elcano y a Europa, Carlos Closa e Ignacio Molina, mantuvieron una charla privada sobre si esa salida en teoría precipitada e imprevista supondría para la UE una puñalada definitiva o una oportunidad. De esa conversación surgió la iniciativa de implicar a una decena de expertos sobre los diversos ámbitos europeos para proponer desde España un enfoque que redibujase el futuro del club. Las crisis existenciales no son una novedad para Europa ni para la UE.

Ignacio Molina, investigador principal de Elcano y coordinador del informe, resumió este martes en la presentación del libro en el Círculo de Bellas Artes, en Madrid, que en su conclusión del debate de los grupos de trabajo desarrollados y de los textos redactados propugna "avanzar por el camino ya prefijado" que se dibujaron en "el ADN de los tratados" fundacionales de la UE. Es decir, evitar los experimentos u ocurrencias. "Ser fieles a la trayectoria diseñada para el euro, que debe ser completada", reafirmó.

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El experto europeísta de Elcano entiende así que incluso ante desafíos ahora como la salida del Reino Unido tras el Brexit la UE debe reaccionar no con un vaciamiento de los estados miembros pero tampoco con miedo. Molina cree incluso que el Brexit puede abocar ahora a que el euro sea finalmente la moneda de los 28 componentes de la UE, 27 sin el Reino Unido, y no solo de los 19 miembros actuales que la han suscrito. Eso sí, si la reacción es para avanzar y no para caer en tentaciones eurófobas o euroescépticas. Molina recordó ahí que ahora mismo más de la mitad de los estados (14) y más de la mitad de la población europea están siendo gobernados por partidos o coaliciones muy críticos con la UE.

La exministra de Exteriores, Ana Palacio, presente en el acto, se volcó más en explicar una de las razones fundamentales por las que la UE ha perdido su relato y ha generado en estos últimos años tantos escépticos. Palacio entiende que "la prosperidad ha pasado a ser la razón de ser de la integración europea" donde se ha ofrecido a la ciudadanía una relación con la UE "de consumidor frente a un proveedor de servicios, que es en lo que estamos". La queja profundiza en la idea de que la UE no puede ser solo economía y que la política, la gran política, debe volver a entrar en el club por la puerta grande.

La exministra y exeurodiputada del PP extiende sus críticas por la falta de un buen relato de la UE también al concepto que las naciones europeas tienen de la seguridad, la defensa y su relación en la OTAN con los Estados Unidos. Palacio fue crítica con Donald Trump "y sus tuits" pero concedió que el presidente norteamericano "no es una aberración sino un síntoma". Y sobre la OTAN se preguntó sobre si los responsables políticos europeos de verdad le están contando a sus ciudadanos cuál debería ser su concepto de una seguridad europea ya sin el paraguas de EE UU. Palacio sospecha que la UE aún sigue en su teoría de que puede verse como un "soft power", poder blando, contrapoder o contrapeso a los todopoderosos Estados Unidos. La exministra argumentó que Europa debería contar que requiere ya una defensa y unas fuerzas armadas "preparadas para intervenir y hasta dar la vida" y observa que esa realidad no se cuenta.

El exvicepresidente y excomisario europeo y exministro español Joaquín Almunia optó por pronunciar otra vez su llamada de alerta ante el escaso peso y papel que ejerce España hace años en Europa. "España está menos presente en Europa de lo que debemos y de lo que quieren nuestros socios que estemos", reseñó. Agradeció la reciente gira europea y proeuropeísta del nuevo presidente socialista, Pedro Sánchez, nada más acceder al poder y a La Moncloa y recordó, a modo de ejemplo, las buenas y malas noticias registradas en el continente solo en el último año. Desde la esperanzadora llegada del presidente francés, Emmanuel Macron, al Palacio del Elíseo, a las posiciones más confusas que proceden de Italia o de Hungría.

Almunia volvió así a la idea recurrente en todo el debate de la pérdida creciente de los valores fundacionales de la UE que entroncan con la esencia de la democracia y de los derechos humanos. El excomisario socialista remachó que ese espíritu se ha dado "por conquistado, consolidado y blindado y desgraciadamente no es así". Rememoró el eslogan de Macron en su campaña electoral, "La Europa que protege", y recalcó que la UE debería estar jugando un papel en consonancia con su estatus de primera gran potencia mundial en comercio en la batalla abierta entre China y los Estados Unidos de Trump.

En el informe del Instituto Elcano sobre el futuro de la UE se incluye un capítulo con 29 recomendaciones y dentro de las mismas seis sobre la protección de los valores fundamentales que se reseñan en el artículo 2 del tratado. Es ahí donde se defiende la imposición de la "igualdad y consistencia en la verificación del cumplimiento de los valores de la UE" con un procedimiento de un escrutinio anual o bianual sobre todos los Estados miembros, en línea con lo ya propuesto por el Parlamento Europeo, para "identificar inmediatamente violaciones en un momento incipiente y, al mismo tiempo, mitigaría las críticas de tratamiento desigual de unos países frente a otros".

Otra recomendación apuesta por "utilizar los fondos europeos como instrumento sancionador adicional", especialmente cuando existan alegaciones de que con esos fondos se puedan estar llevando a cabo algún programa "iliberal" que erosiona el Estado de Derecho. También se pregona la teoría de la condicionalidad reforzada para participar en ámbitos de integración, como el acceso al euro, y se llega a proponer incluso la "expulsión de infractores en casos extremos".

Joaquín Almunia fue el que más claro y contundentemente habló de "la necesidad imperiosa de compartir más soberanía para ser realmente soberanos" y el que relacionó esa demanda también con la obligación de acabar de una vez "con la ineficiencia absoluta de la unanimidad en la UE". La regla de la unanimidad para sacar adelante muchas reformas ha paralizado en muchas ocasiones las nuevas ideas y planes en la Unión Europea. El excomisario abogó por "recuperar el control" del nuevo impulso europeo con otros procedimientos más modernos. "Si a 28 no se puede avanzar, hay que utilizar las pasarelas del tratado e ir a tomar decisiones y no esperar a que el último se suba al vagón aunque no debemos dejar las puertas del vagón cerradas", explicó.

Las preguntas sobre el Brexit y la incidencia que esa salida del Reino Unido está teniendo ya en la política interior de ese país, con la crisis que está padeciendo estos días el Gobierno conservador de Theresa May, y también en toda la UE, se agolparon en la sala. El experto Ignacio Molina ratificó su tesis de que el Brexit es principalmente "un problema interno de los británicos, que no han sido capaces de definir lo que significa", y avanzó su posición sobre que ve difícil una hipotética marcha atrás.

Ignacio Molina, en cualquier caso, apuntó que entre tanta crisis y desesperanzas aún entiende más viable la UE sin el Reino Unido que sin Italia. El embajador italiano estaba presente en primera fila del auditorio. Palacio no se atrevió a vaticinar que podría pasar con el Brexit, pidió una revisión del mandato negociador dado al francés Michel Barnier y defendió en cualquier caso una relación privilegiada de futuro con el Reino Unido en seguridad y defensa. Almunia fue duro con los ministros británicos dimisionarios, y en especial con el encargado de negociar con la UE, que apenas gastó "cuatro horas" en conversaciones con Barnier, y consideró que si todo se atasca será muy difícil por no decir imposible prorrogar el plazo final para la entrada en vigor del Brexit, en marzo de 2019, porque esa decisión requeriría la anhelada y complicada unanimidad de la Unión Europea.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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