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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España en Europa

Lisboa-Madrid-París-Berlín es el cuarteto con el que empezar a moverse en la UE

Emmanuel Macron,  Donald Tusk, Angela Merkel,  y Pedro Sánchez durante la reunión del Consejo Europeo, en Bruselas el 28 de junio.
Emmanuel Macron, Donald Tusk, Angela Merkel, y Pedro Sánchez durante la reunión del Consejo Europeo, en Bruselas el 28 de junio. Olivier Hoslet (EFE)

Una reforma del euro aplazada y la cuestión migratoria convertida en crisis de calado constituyen el telón de fondo con el que se ha encontrado Pedro Sánchez en Europa, un marco que con acierto ha normalizado como política doméstica. Probablemente esta idea sea, junto a los nombramientos de los ministros de Economía y de Exteriores, el principal indicador de la vocación europeísta de su mandato. Una vocación expresa del Gobierno español que es importante para la Unión porque coincide con una acuciada crisis en el corazón del proyecto comunitario, revelada durante la cumbre de la semana pasada, cuando la propia Merkel llegó a plantear serias dudas sobre su futuro. La endeble situación de Bruselas puede ser aprovechada por el presidente Sánchez si acierta a jugar sus cartas y se convierte en un activo importante que sirva de impulso a un proyecto que desde hace tiempo emite preocupantes señas de agotamiento. Lisboa-Madrid-París-Berlín es el cuarteto con el que comenzar a moverse en el tablero: cada coalición tiene un sentido diferente y Madrid está en una posición privilegiada para orquestarlas.

El eje socialdemócrata se traza desde Madrid a Lisboa en un momento en el que se ha entreabierto la puerta al rediseño del euro y Grecia ha puesto fin a los rescates. España representa ahora el mayor Gobierno socialdemócrata en Europa, y su alianza con el gabinete de Costa podría dar un impulso a la cansada familia socialista en Bruselas. El eje prointegración se proyecta con el apoyo de España al acuerdo franco-alemán firmado en Meseberg en el que Macron consiguió arrancar a Merkel un vago compromiso para la necesaria reforma de la moneda europea. Aquí nos jugamos mucho más que en la supuesta crisis migratoria, pues España fue uno de los países que peor encajó las disfunciones del diseño del euro. Es importante tener presente que la agenda de Macron en esta cuestión es nuestra agenda: Sánchez debe asegurar que se concrete y cumpla lo acordado.

El creciente papel que Francia ha intentado acaparar después del Brexit es similar a la ventana de oportunidad que se le abre ahora a España como principal interlocutor del sur, dado que el nuevo Gobierno italiano ha renunciado al liderazgo y a su papel histórico en la construcción europea.

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El acuerdo del jueves debería haber ayudado a apaciguar el enfrentamiento fratricida en la coalición de Gobierno alemana, pero las fricciones prosiguen y las señales emitidas por la reunión de ayer de la CSU no son buenas. Sin ese acuerdo, habría que volver a comenzar las negociaciones y, en ese contexto, es razonable que España y Francia intenten dotar al resultado de la cumbre de la UE de una mayor consistencia político-práctica. Es posible que la cumbre no haya conseguido alcanzar completamente su objetivo de asegurar a Merkel en el Gobierno, pero ya es algo que los potenciales vetos de Italia y los otros países más reticentes puedan ser compensados por otros compromisos más firmes por parte de este nuevo eje del sur. Este es el desafío al que se enfrenta Sánchez en las relaciones Madrid-Berlín, el pasar de situar a España como un socio “económico” fiable, como defendía Rajoy, a uno de los interlocutores privilegiados en el tema migratorio y en la necesaria reforma del euro.

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