Hay bomberos, pero también bomberas
La consolidación del feminismo y sus reivindicaciones en la sociedad impulsa el cambio de nombre en agrupaciones profesionales
“Hacían bromas con que si íbamos a apagar fuegos y fuegas”. Esa fue la reacción en Twitter cuando el perfil “Bomberos de Navarra” pasó a ser “Bomberos y bomberas de Navarra”. El intento de hacer más visibles a las dos mujeres que componen el servicio -frente a 350 hombres- produjo un “aluvión” de críticas en la cuenta que gestiona Víctor Rubio, bombero en Pamplona. Cinco meses después, ha pasado el chaparrón y ahora “todo el mundo lo ve normal”, puntualiza. Más allá de la sorna que aún provocan estos desdoblamientos, lo cierto es que las reivindicaciones por visibilizar a las mujeres y usar el lenguaje inclusivo comienzan también a ser una realidad en los nombres de las asociaciones profesionales
La cada vez mayor presencia del femenino plural en el lenguaje profesional tuvo un ejemplo claro hace algo más de una semana, cuando la nueva ministra de Igualdad, Carmen Calvo usó, por primera vez, la fórmula “Consejo de Ministras y Ministros”, durante la promesa de su cargo. El gesto, secundado por casi todos los otros miembros del Ejecutivo de Sánchez, generó aplausos y reprobaciones. Incluso, el director de la Real Academia de la Lengua, Darío Villanueva, se pronunció sobre el asunto y calificó de correcta la fórmula utilizada por la también vicepresidenta del Gobierno.
Apagamos incendio de restos de cultivo en #Fustiñana.@bomberos_na
— Bomberos y Bomberas – Suhiltzaileak (@bomberos_na) June 15, 2018
Parque de #Tudela pic.twitter.com/aYh5M0kouL
Hace un año, en Juezas y Jueces para la Democracia no dudaron de echar mano de la fórmula utilizada por Calvo. Después de votar tres opciones diferentes —entre ellas, Judicatura para la Democracia— los miembros de la asociación de juristas progresista se decantaron por la inclusión del femenino plural, relata el portavoz Ignacio González. “Yo pensaba que no era una prioridad, pero me he dado cuenta de que hay que empezar por el principio. A las mujeres ni se las ve. Quizá yo no estoy acostumbrada a luchar porque se me vea pero valoro que se votara y, además, que se pusiera delante el femenino”, aclara Esther Castanedo coordinadora de la corporación. Para la magistrada, el techo de cristal es claro en la carrera judicial y, como ejemplo, cita que de los 72 magistrados y magistradas del Tribunal Supremo, solo 11 son mujeres.
También en el ámbito del derecho, en los colegios profesionales el cambio se está produciendo poco a poco pero sin pausa. El colegio de Tortosa (Tarragona) fue uno de los pioneros en acometerlo hace aproximadamente ocho años y, desde entonces, otras cinco agrupaciones han modificado su nombre, de acuerdo con el Consejo General de la Abogacía. Eso sí, en estos últimos casos, la combinación elegida ha sido “Colegio Oficial de la Abogacía”, al contrario que en Tortosa, que optó por añadir “abogadas” a su nomenclatura.
La fórmula que hace referencia a la profesión ha sido también la utilizada por todas las agrupaciones que han decidido desterrar su antigua denominación de Colegio Oficial de Psicólogos. Los Colegios Oficiales de Psicología son ya una aplastante mayoría, liderada por el Consejo General. En una profesión en la que casi nueve de cada diez colegiadas son mujeres, de acuerdo con datos del INE de mayo, solo hay seis corporaciones regionales que todavía no han imitado al resto, aunque alguna está a punto de hacerlo. El pasado mes de abril, el Colegio de Psicólogos de Madrid aprobó en asamblea general el cambio de denominación a Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, aunque estén a la espera del visto bueno de la Administración para hacerlo efectivo.
Hay quienes aún no han llevado a cabo el cambio, pero se aproximan a él. Han tenido que pasar más de 400 años para que en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, el debate sobre cómo visibilizar a las casi 36.970 censadas —sobre un total de 77.491 miembros— sea hoy una realidad. “No podemos seguir insensibles al debate social”, apunta una fuente del Colegio. Como en Madrid, Gijón y Oviedo también consideran modificarlo, según el Consejo General de la Abogacía.
“Lo que no se nombra, no existe”
La Real Academia Española establece el uso genérico del masculino para designar a todos los individuos de una especie, con independencia de su sexo. Entonces, ¿por qué usar también el femenino plural o un término común a hombres y mujeres?. La directora del Instituto Navarro de Igualdad, Merche Lejánoz, lo tiene claro. “Con el masculino genérico no siempre se tiene que estar haciendo referencia a hombres y mujeres. Tenemos que nombrarlas para que se conozca esa realidad. Difícilmente podemos crear modelos y referentes que sirvan de ejemplo para las niñas que quieren elegir estas profesiones. Si no oyen la palabra bombera, difícilmente se les va a ocurrir serlo” sostiene la experta en Género.
Marisa Soleto, de la Fundación Mujeres, alude a la misma idea que Lejánoz. Soleto echa mano del postulado feminista “Lo que no se nombra no existe”, para explicar la importancia de la visibilización de las mujeres. “El uso del masculino genérico en las profesiones viene de un momento donde decir abogados era correcto”, sostiene Soleto, en referencia a cuando la mujer aún no se había incorporado al mercado laboral. Para la jurista, las agrupaciones profesionales “tienen que decidir si es importante para ellas visibilizar la presencia de mujeres”. “Es una decisión política, en ningún caso lingüística. Existen múltiples fórmulas correctas para hacerlo”, argumenta, y cita como ejemplos la que incluye el desempeño profesional y la que hace uso del masculino y el femenino.
Pese a haber ganado visibilidad en los últimos años, el debate lingüístico para la visibilización de la mujer —y en concreto en las profesiones— tiene una larga trayectoria en España. Un ejemplo es la guía Las profesiones de la A a la Z, elaborada por la filóloga Eulalia Lledó Cunill en 2006, dentro del proyecto Nombra, la Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer. Entre otras recomendaciones, el manual incluye propuestas como sustituir el genérico alumnos por alumnado o alumnas y alumnos/alumnos y alumnas. También recoge como femenino de miembro, la palabra miembra, que no está aceptada por la RAE y que tantas ampollas levantó en 2008 cuando se escuchó en boca de la exministra socialista de Igualdad Bibiana Aído.
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