El último mohicano de la generación ‘quinqui’
A sus 67 años, Juan Manuel Espada Prieto, “el Tarta”, 40 años de atracos a cara descubierta, ha dado nueve 'palos' en un mes y no pensaba en jubilarse
El Tarta, como es conocido José Manuel Espada Prieto por su tartamudeo, dejó su Tokarev, con la marca y el número de serie borrados sobre la mesita de noche de la habitación del hotel. Montada, con un proyectil en la recámara. Había hecho la reserva a nombre de una mujer el pasado 17 de mayo y se durmió profundamente. Horas más tarde, de madrugada, un grupo especial de los GEO de la Policía Nacional irrumpía en ese B&B de Getafe (Madrid) y le ponía las esposas en la cama.
— Vale vale, me habéis pillado. Enhorabuena, les dijo luego a los agentes con una media sonrisa soñolienta.
Llevaban un mes siguiéndole los pasos a golpe de atraco: Madrid, Toledo, Alicante... “Es un superviviente de la heroína, el último mohicano de la generación quinqui, lleva cuarenta años en esto, no tiene nada ni nadie fuera de la cárcel, salvo dos hijos bien posicionados socialmente que no quieren saber nada de él, se ha pasado la vida entrando y saliendo de prisión desde que era un chaval, era difícil dar con él por su falta de arraigo”, asegura uno de los investigadores de la Sección de Atracos de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional.
El Tarta, fiel a su estilo, pegó nueve palos en bancos en menos de un mes: entre el 16 de abril, cuando salió de permiso de la cárcel de Alcalá Meco, hasta el 18 de mayo pasado. Siempre a cara descubierta. Siempre armado y bien vestido, con ropa recién comprada. Siempre educado, esperando su turno en la cola, e incluso dejando pasar a las señoras delante de él.
El ladrón que huía en autobús
Localizar al Tarta no fue tarea fácil. Conocedor de las técnicas policiales no dejaba rastro alguno sobre su ubicación, o sobre su medio de aproximación y de huida de los lugares donde cometía los robos: se movía en transporte público o en taxi.
Aparte de los nueve atracos que añade a su historial delincuencial, José Manuel Espada Prieto, está acusado de un delito de tenencia ilícita de armas y de otro quebrantamiento de condena. Los investigadores sospechan que no tiene ninguna intención de jubilarse, “no sabe hacer otra cosa”.
— Dame lo que tengas en la caja, esto es un atraco. Decía tranquilamente poniendo su arma, “siempre buena”, sobre el mostrador. Casi nadie se daba cuenta hasta que se ya se había ido y saltaban las alarmas.
Sus golpes eran aparentemente aleatorios, y la mayoría de los realizados en ese mes los perpetró en el madrileño distrito de Tetuán de Madrid. Sus recompensas van de un mínimo de 1.500 euros a un máximo de 6.000, "lo que hubiera en la caja en ese momento, que solía coincidir con el medio día", señala el agente.
“Cuando ya se lo había fundido todo en juergas y putas pegaba otro palo, no tenía nada que perder, tiene 67 años y su condena supera los 80 años de cárcel, le da igual todo ya”, asegura el investigador. El Tarta, con un expediente de 35 robos con violencia a sus espaldas y una vieja costumbre de aprovechar el momento, se pegó una fiesta de un mes aprovechando su último permiso carcelario. Llevaba diez años sin salir de prisión y ha pasado por la mitad de los centros penitenciarios de España.
Antiguo historial
Su historial es tan antiguo —anterior a 1978— que algunos de sus atracos no están registrados en el sistema informático de la Policía, que se creo en 1982. Su primera detención fue el, jueves 12 de enero de 1978. “Accidentada captura de atracadores en una discoteca”, titulaban los periódicos al día siguiente, que señalaban que el grupo de ladrones (tres chicos y dos chicas) le había hecho frente a los policías con navajas y puñales. Antes, había protagonizado robos en farmacias, gasolineras o almacenes de jamones, según los informes policiales.
El Tarta, un atracador de la época de El Vaquilla, no dudaba en utilizar su arma al ser descubierto. El 6 de junio de 2007 hirió de bala a un policía cuando iba a ser detenido en Motril (Granada). Su particular código de honor, sin embargo, le impedía delatar a ninguno de sus cómplices. Y, cuando fue detenido el pasado 18 de mayo, se apresuró a exculpar a la mujer que le había servido de tapadera en las reservas de las habitaciones de los muchos hoteles en los que había pernoctado.
La investigación que culminó con su última detención comenzó el pasado mes de abril tras la comisión de varios atracos en entidades bancarias con un modus operandi y una descripción del autor similar. Analizada toda la información obtenida de las cámaras de seguridad y de las declaraciones de los testigos, los agentes constataron que el presunto autor de los hechos era el legendario atracador.
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