Un vida discreta y de perfil bajo a la espera de una decisión judicial
La escasa actividad pública e internacional de Carles Puigdemont en Berlín contrasta con su presencia en la política catalana
Una vida discreta y de perfil premeditadamente muy bajo. Carles Puigdemont vive desde hace 42 días en Berlín, cuando salió en libertad bajo fianza de la cárcel de Neumünster, en el norte del país. Aquí espera a que la justicia alemana decida definitivamente si le entrega o no a España, donde el ex presidente catalán está procesado por rebelión y malversación. Y desde aquí, Puigdemont mueve los hilos de la política catalana a golpe de Twitter, recibe a delegaciones de políticos independentistas y mantiene encuentros con la comunidad catalana de Alemania. Su actividad internacional es sin embargo, muy reducida y en cualquier caso, alejada de los focos.
Porque aunque en España la presencia mediática de Puigdemont se vea amplificada por el día a día político y por su determinación de visibilizar el autodenominado gobierno en el exilio, lo cierto es que en Alemania, su presencia es menor y sus apariciones públicas se suceden con cuentagotas. En Alemania, Puigdemont no pronuncia conferencias ni participa en debates públicos como sí ha hecho en otros países europeos. Algún encuentro con la comunidad catalana en Alemania para animar al Barca en El Clásico, un encuentro con el artista chino Aiweiwei, salidas con sus familiares y amigos que vienen a verle, muchos selfies por la calle y poco más. Y a su vera, siempre su inseparable amigo, el empresario gerundense Josep María Matamala.
La idea es mantener la cautela hasta que la justicia alemana se pronuncie y mientras tanto, no interferir en una decisión que de momento, en sus fases preeliminares ha beneficiado al ex presidente. “Su agenda política en Alemania es próxima a cero”, sostienen fuentes conocedoras de su actividad. “Es lógico que si está a la espera de una decisión judicial mantenga un perfil bajo”, añaden las fuentes.
La de Berlín es una vida “provisional”, como ha calificado este periodo el propio Puigdemont, cuyo epicentro se sitúa en el elegante barrio de Charlottenburg, al oeste de Berlín. Allí se instaló el ex presidente en un alojamiento temporal, en cuyos hoteles aledaños ha celebrado reuniones con su grupo parlamentario. Es una zona próxima también a las oficinas de su abogado, el reputado penalista Wolfgang Schomburg. Una vez por semana, Puigdemont debe presentarse en comisaría, ya que se encuentra en libertad bajo fianza de 75.000 euros y no puede salir del país.
Puigdemont repite a menudo, que su objetivo es volver a Bélgica cuanto antes. “Su familia y algunos amigos le visitan, pero poco más. Por el tema jurídico, le conviene mantener un papel discreto. Tiene prisa por volver a Bélgica y no hará nada que pueda entorpecer o retrasar su salida”, explican fuentes próximas a Puigdemont.
Su cautela coincide con el escaso apetito de los partidos políticos alemanes de acabar envueltos en el caso Puigdemont, que consideran una patata caliente a la que prefieren no acercarse demasiado, para evitar quemarse. En Alemania no hay como en Bélgica un gran partido como el nacionalista flamenco, que brinde apoyo político y logístico a Puigdemont. “Con los grandes partidos alemanes no mantiene contactos”, coinciden fuentes oficiales alemanas. Incluso la extrema derecha, que en un primer momento titubeó, desmiente tajantemente cualquier tipo de contacto. “No tenemos nada que ver con él. Estamos a favor de España, no de Cataluña. Es una cuestión interna española y no creemos en ningún tipo de mediación”, explica Michael Pfalzgraf, portavoz de Alternativa por Alemania, Afd, el partido extremista y antiinmigración alemán.
Los Verdes alemanes, en contra de la línea oficial del Gobierno alemán, sí piden una mediación europea. El partido sin embargo, delega la cuestión catalana a sus europarlamentarios, según explica Franziska Brantner, responsable de política exterior de la formación ecologista. “En Berlín no tenemos contacto directo con Puigdemont, son los eurodiputados en Bruselas los que se relacionan con los partidos catalanes”. “No se trata de que estemos a favor de Puigdemont ni de considerarle un héroe. Se trata de la dimensión europea del conflicto y de las potenciales repercusiones políticas en toda la Unión”, sostiene, a la vez que defiende que cualquier intento de mediación debe ser aceptada antes por las dos partes.
Die Linke, el partido a la izquierda de la socialdemocracia, es el más próximo a la causa independentista. Andrej Hunko, su responsable para asuntos europeos se reunió con el ex presidente tras salir de la cárcel para interesarse “por la presencia de agentes de los servicios secretos españoles en suelo alemán”, explica Hunko, quien defiende “una solución política para el conflicto catalán”. Pero asegura también que desde entonces, no ha mantenido más contactos con Puigdemont. Gregor Gysi, el histórico líder de la izquierda poscomunista alemana se reunió esta semana con el ex alcalde de Girona y le trasladó su defensa de una España federal con distintos grados de autonomía y su oposición a la secesión.
Bernd Lucke, un eurodiputado eurófobo alemán, fue el primer político que se presentó en la cárcel de Neumünster para apoyar a Puigdemont. “Desde entonces no le he vuelto a ver”, explica por teléfono Lucke, que llegó a ofrecerle su casa para instalarse. “Somos conscientes de que si nuestros partidos se muestran críticos con el Gobierno español, crearíamos un conflicto diplomático”.
Puigdemont sí ha mantenido contactos académicos, pero siempre alejado de los focos. Si al ex alcalde de Girona no le interesa hacer ruido, sus interlocutores temen también acabar asociados con la causa independentista. “Nosotros nos hemos reunido con él para hablar del tema de Cataluña, pero el problema es que la situación en España está muy polarizada y nadie quiere que parezca que le está haciendo campaña”, explica un académico alemán que prefiere que su nombre no se publique.
En la prestigiosa Hertie School of Governance de Berlín, se programó inicialmente una conferencia para mediados de abril y después se canceló sin mayor explicación. Dos fuentes consultadas coinciden en que fue el propio Puigdemont el que canceló su aparición para minimizar el riesgo de interferencia en el proceso judicial.
Ante la prensa ha comparecido en cuatro ocasiones. La primera, nada más salir de la cárcel de Neumünster en un local social al sur de Berlín, que despertó gran expectación. La segunda, bajo condición de que no publicara nada de lo que allí se dijo. La tercera fue junto a Quim Torra, el recién investido presidente catalán y por último, este jueves se dejó ver de manera fugaz junto a unos eurodiputados afines que vinieron a visitarle.
La decisión del Tribunal Superior de Schleswig Holstein, que debe pronunciarse sobre la entrega de Puigdemont a España y que se espera para los próximos días decidirá si el paréntesis berlinés toca a su fin, o si acaba alargándose más de lo previsto.
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