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Jugarse la vida con vistas a la Península

La muerte de un joven marroquí en Ceuta evidencia la falta de ayuda a los menores extranjeros

Jesús A. Cañas
Varios menores en el puerto de Ceuta.
Varios menores en el puerto de Ceuta.Joaquín Sánchez

En los días claros, la vista de la Península desde Ceuta es tan clara que se antoja un cruel espejismo para quien malvive apostado en el puerto a la espera de cruzar como polizón en un barco. La tarde del pasado 6 de abril fue uno de esos días. Casi un centenar de jóvenes magrebíes —muchos de ellos menores— se juegan la vida por intentar colarse entre las mercancías del buque que, a diario, zarpa para Algeciras. Omar es uno de ellos. El camionero José Manuel M. V. le atropelló cuando le perseguía por el interior del muelle de Poniente.

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El joven, que había cumplido 18 años dos días atrás, murió en el acto. El transportista está en prisión. La fiscalía le imputará un presunto delito de homicidio doloso, penado con hasta 15 años de cárcel. El procedimiento, instruido por el Juzgado de Instrucción 1 de Ceuta, se prevé difícil. “No hay precedentes que se recuerden de algo así contra un mena [por menor extranjero no acompañado] en la ciudad. Es un caso complicado”, reconocen fuentes judiciales.

“Esto es a diario y lo que ha pasado se veía venir. La presión a la que estamos sometidos es enorme”, dice sin cortapisas Manuel Sánchez Cuesta, vicepresidente de la Asociación de Transportistas de Ceuta. Mientras habla, señala a los jóvenes que corretean de batea en batea. Pese a la muerte de Omar, “todo sigue igual, como desde hace 20 años”. Esa tarde unos 30 jóvenes marroquíes intentan meterse en el buque, que está en un recinto portuario en el que se supone que está prohibida la entrada.

Los dos guardias civiles presentes no dan abasto para evitar que se cuelen en los bajos de los contenedores, trepen por la estacha que une el buque al muelle o que, como mal menor, abran las mercancías precintadas para intentar sustraer algo. Esto es lo que el camionero alega que ocurrió. Tanto José Manuel M. V., de 45 años, como Rafael C. G., de 40, descubrieron a los chavales y estos echaron a correr. Los dos decidieron perseguirlos con sus cabezas tractoras “para identificarlos”, afirman fuentes de su entorno.

En esa desigual carrera, José Manuel acabó atropellando a Omar en un punto ciego a las cámaras de vigilancia del muelle. Tampoco Rafael, en libertad tras ser imputado por delitos contra la seguridad vial, presenció el fatal momento. Es la palabra del presunto homicida frente a la de los compañeros de Omar. El primero esgrime que una pedrada en la cabeza, justo antes del atropello, le hizo perder la conciencia. Los segundos sostienen que las piedras se arrojaron tras el suceso.

Mientras la justicia dirime el caso, mucha gente en Ceuta ya ha dictado sentencia. En una terraza de la céntrica plaza de los Reyes, tres hombres hablaban al día siguiente de organizarse para “hacer batidas ciudadanas para amedrentar a los menas”. A la misma hora y a pocos pasos, el Ayuntamiento presentaba su proyecto de prevención de la delincuencia de menores extranjeros solos en las calles de Ceuta.

A la ciudad compete la tutela de estos jóvenes no acompañados. Un total de 240 reside en los centros que administra, pero un centenar no quiere ingresar en ellos y malvive en las inmediaciones del puerto. Toñi Palomo, responsable del Área de Menores municipal, reconoce que el asunto “es una gran preocupación para la ciudad” ante el incremento que se ha producido en el último año y medio. A su lado, Elisa García, del Observatorio Criminológico del Sistema Penal ante la Inmigración de la Universidad de Málaga y responsable del proyecto, advierte: “No quiero decir que sean delincuentes sino que este programa tiene un carácter preventivo ante el riesgo existente”.

Sin embargo, Reduan Mohamed, activista ceutí, rebate: “El nombre del proyecto es de vergüenza porque los criminaliza de antemano. No todos son así, pero se aprovechan para generar más miedo y solicitar más presencia policial”. El activista pide asistencia y tutela efectiva para estos jóvenes.

También los camioneros demandan una solución. “El muelle es una zona restringida, se manejan mercancías peligrosas y los que más están en riesgo son ellos [por los menores]”, reconoce Manuel Sánchez. Y remacha: “Lo único que queremos es que se vayan de aquí. Aquí no hay racismos, simplemente no queremos ser el penal de Ceuta”.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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