El Senado aprobó la aplicación del 155 y volvió a su sopor habitual
La cámara alta es la hermana pequeña de la democracia española: es parecida al Congreso y le copia en casi todo
El Senado es el hermano pequeño de la democracia española: es muy parecido a su hermano, el Congreso, y le sigue en todo. La pregunta por tanto de si el Senado hace algo en una legislatura donde el Congreso no rinde, tiene una respuesta sencilla: si no se aprueban leyes en el Congreso, tampoco se aprueban en el Senado.
El Senado tuvo su momento de gloria el 27 de octubre de 2017. Se aprobó la aplicación del artículo 155 en Cataluña. El debate, sin embargo, llegó al Senado ya decidido. Es una copia de lo que ocurre en el Senado en cada legislatura. Tiene capacidad de enmendar legislación, pero el Congreso siempre se reserva la última palabra. "El Senado es una cámara de segunda lectura donde repetimos los debates del Congreso", dice el exsenador del PSC Carles Martí.
No es nuevo decir que el Senado tiene un papel secundario, gris y deslucido en la vida española. Pero eso no significa que sea completamente inútil. Tiene desventajas claras, pero también tiene un rol que se ve sobre todo desde dentro de la clase dirigente. Estas son las ventajas:
1. Un alimento del telediario. Los momentos de mayor foco del Senado son el control al Gobierno en el pleno, las visitas de presidentes autonómicos y las comisiones de investigación, cuando las hay. En los últimos 20 años ha habido dos, ambas promovidas por el PP: los GAL y la financiación de los partidos. Dan titulares, aunque no leyes.
2. Una cámara para deliberar. En el Senado se piensa y se habla mucho. Hay políticos con experiencia y salen informes interesantes para que otros lean. "Yo he visto más superficialidad en diputados que en senadores", dice el exdiputado y exsenador del PNV, Iñaki Anasagasti. El problema es el de siempre: si nadie lee los informes, no tiene consecuencias. El ánimo de los senadores puede a veces flaquear: "El senador se siente un poco solo. Su trabajo no es nada apreciado por la opinión pública", dice Ramón Rabanera, exsenador del PP.
3. El tamaño importa. España tiene un Congreso relativamente pequeño. Hay 350 diputados por 460 en Polonia o 630 en Italia, por ejemplo. Los 266 senadores compensan. Cuando un partido gobierna, necesita a gente preparada, que conozca el Gobierno. El Senado es una cantera posible. A pesar de su imagen de cementerio de dinosaurios, el Senado tiene otros dos perfiles de senadores: jóvenes premiados por una buena labor en su provincia o que van camino del Congreso y cargos orgánicos del partido que reciben su sueldo del Senado. Allí dentro los dinosaurios ilustran a los jóvenes y los cargos se fijan en ellos. "Ser senador no es una carrera separada del Congreso", dice Alberto Penadés, profesor de la Universidad de Salamanca.
4. La reforma es el abismo. El Senado es sin duda la institución española cuya existencia más ha estado ligada a su reforma. Ha habido comisiones, informes o ponencias serios para la "reforma del Senado" en todas las épocas. Y sigue ahí intocable. Los dos grandes partidos no se han atrevido nunca. Hay un motivo obvio: ahora el Senado no molesta. Una reforma real podría provocar un salto negativo: "Ahora sabes que el Senado no sirve de nada, pero que sirva quizá es peor", dice Penadés. La reforma real del Senado implicaría un cambio constitucional que, como se está viendo en la comisión del Estado autonómico, no será sencillo.
A pesar de estas ventajas, el Senado es más famoso por sus defectos. Estos son los principales:
1. Los jefes son los mismos. Los jefes de los senadores son los mismos que los de los congresistas: los líderes del partido o del Gobierno. No hay espacio por tanto para opiniones distintas. Los debates, las enmiendas son los mismos que en el Congreso: "Muchas veces las enmiendas que presentas son las que te tumbaron en el Congreso", dice Martí. Si en el Senado se eligieran personas con un origen territorial o de experiencia -como los lores ingleses-, sus lealtades serían distintas. Los partidos no aceptarán algo así con facilidad.
2. Las mayorías también han sido las mismas. Con el bipartidismo, las mayorías en el Senado copiaban a las del Congreso. En esta legislatura el PP conserva mayoría absoluta. El sistema de elegir, que da el mismo peso a provincias muy pobladas que a poco pobladas, favorece a los partidos tradicionales. Si ahora las encuestas se mantuvieran y Ciudadanos obtuviera un buen resultado basado en muchos votos urbanos, es probable que en el Senado no pasara de 30 o 40 escaños. Habría así una mayoría distinta al Congreso, que podría en realidad hacer poco, pero sí molestar. Sería quizá un incentivo para buscar la reforma del Senado.
3. La clave territorial. Este es el punto más importante. El Senado es la cámara territorial, pero sigue sometida al Congreso. "Tal y como está conformado no cumple su fin principal, que es dotar de sensibilidad territorial a las leyes", dice Santiago Rodríguez-Arana, catedrático de la Universidad de A Coruña. El Senado se ha hecho famoso en esta legislatura por el 155. Pero el debate de fondo es si será una cámara que incluirá debates con una perspectiva territorial al mismo nivel que los del Congreso. Es la pregunta sin respuesta aun 40 años después.
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