Con la corrupción, Sr. Rajoy, el pasado es mañana
Hay una mecánica en el PP: en la primera fase, se defiende la honorabilidad de los investigados; en la segunda, no se debe interferir en la acción de la Justicia; en la tercera, ya es todo cosa del pasado
“Son cosas del pasado”, ha dicho el ministro de Justicia, Rafael Catalá para zafarse de la decisión de Granados de tirar de la manta y revelar la financiación ilegal en las campañas de 2007 y 2011. También días atrás, después de que El Bigotes revelase que Francisco amiguito del alma Camps era el centro de la financiación irregular del partido en Valencia, la respuesta del portavoz del Gobierno fue la misma: “Son cosas que sucedieron hace muchísimo tiempo”. Ese es el argumentario canónico para el caso Gürtel, que seguramente debía denominarse Caso Financiación Ilegal del PP: cosas del pasado.
Hay una mecánica tramposa ante la corrupción, no excepcional pero muy consolidada en el Partido Popular: en la primera fase, se defiende la honorabilidad de los investigados, y se proclama total confianza en la acción de la Justicia a la que hay que dejar trabajar; en la segunda fase, no se debe interferir en la acción de la Justicia, aunque ahora se menciona que el PP en realidad es víctima de esas personas (evitando el nombre propio, estilo Rajoy) que ya no pertenecen al PP; y en la tercera fase, ya es todo cosa del pasado. Bajo esta lógica no hay ningún momento adecuado para abordar la corrupción.
En la eficacia del método, hay un factor determinante: el PP utiliza todos los recursos posibles para entorpecer la acción de la Justicia, extendiendo los plazos ad infinitum, dilatando recursos y argucias procesales, e incluso recurriendo al tackling judicial. Una vez que la evidencia se abre paso, habrá transcurrido suficiente tiempo para poder declarar: "¡Cosas del pasado!". A Catalá, queda claro, se le llena la boca de rigor judicial cuando habla de delitos salvo que se trate de delitos cometidos en la organización del PP.
Y ese pasado, tal como aparece en el argumentario del PP, parece un territorio mítico, como si se hablase de Babilonia o de Troya, no de lo sucedido en Calle Génova cuando allí ya estaba Rajoy, y en sus principales ciénagas sucursales, Madrid y Valencia. Hablan de las campañas de 2007 y 2011 como si sus responsables fuesen los Ptolomeos o los Borgia. Oyendo a Rajoy decir que esa corrupción “viene del pasado”, parecería que los papeles de Bárcenas son los papeles del Gran Capitán, o que la ingeniería descrita por Ricardo Costa es el secreto de los Templarios.
El blanqueo de la historia, como advertía Baudrillard, es una tentación que aquí se une a la mecánica electoral. El PP completa su argumentario con una idea simple corresponsabilizando al electorado: si te han votado, te han indultado. Sin embargo, el PP ha competido deslealmente durante muchos años, dopando a sus candidatos con una financiación doble, y eso no se agota en los tribunales. En condiciones normales, de aplicarse el criterio del Comité Olímpico Internacional, se les deberían retirar los títulos y dar otro ganador. Como eso no va más allá de la melancolía inútil, solo quedaría asumir la responsabilidad política en el presente. Pero la consigna es, como para Lot, no mirar atrás a riesgo de convertirse en una estatua política. "EL PP es un partido que se dedica a mirar el futuro", sentencia Pablo Casado. Y salga el sol por Antequera.
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