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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Asombro en el Rick’s Café

La acción de la policía habrá sido desmesurada, seguramente, pero no ha resultado más ladina que la acción de quienes dijeron a la gente que este iba a ser un día normal

Juan Cruz
Dos mossos entran en un colegio en Figueras.
Dos mossos entran en un colegio en Figueras.CESAR MANSO (AFP)

Un referéndum ilegal, alentado por leyes hechas para ser violadas por ellos mismos. Un Govern que juega a la gallinita ciega con las urnas y con las papeletas. Los mossos, que se esconden, como los libros, en el montedepiedad.

Y en esto que llega la Guardia Civil del malvado Rajoy. La manda el juez, pero es mejor decir que la manda el malvado Rajoy. ¿Para qué esta fuerza, dicen, si solo vamos a votar? Por la mañana Turull toca la corneta: todo está permitido, no hacen falta reglamentos. Junqueras dice que no es votar y cantar. Esto es vinculante. Él está en el casino, juega para ganar, y advierte el botín. El botín es la independencia, ara mateix.

Luego vino la maldita policía. Y esas imágenes de la desmesura. Puigdemont se encargó de ensartar enseguida las fotos como quien encuentra un juguete. La policía reprimiendo. Ada Colau y Pablo Iglesias y muchos otros mostraron su indignación. Colau, disfrazada en este caso de Chiquito de Barcelona, inyectó a Rajoy la medicina de su desprecio: “Cobarde”.

La policía es fea por naturaleza; la del franquismo era feísima. Con Franco esto no pasaba exactamente. En democracia a la policía la llama un juez, le avisa de que en un algún sitio se juega ilegalmente y es la policía la que interviene, no interviene un somatén. ¿Qué hace la policía? ¿Qué hicieron los mossos, els nostres mossos, cuando la Generalitat los ha necesitado para hacer lo mismo? Los mossos fueron como son tantas veces los policías, contundentes y duros. Los mossos, los policías, en el Reino Unido, en Escocia y hasta en Canadá. La democracia tiene eso: tiene policía, para guardar las leyes, en los casinos, en los alrededores de los parlamentos, en los estadios de fútbol y hasta en las puertas de las iglesias. Y cuidan el cumplimiento de la ley, estén en el Gobierno el cobarde Rajoy o la audaz Colau. ¿O la ansiada República va a ser una República sense mossos?

¿Desmesurada la policía? Claro, cualquiera con una porra en la mano es desmesurado. La desmesura hay que medirla ahora, para eso también hay leyes, y si se pasó la policía los jueces entrarán en ello también, están obligados, no basta que lo digamos desde la grada. La acción de la policía habrá sido desmesurada, seguramente, pero no ha resultado más ladina que la acción de quienes dijeron a la gente que este iba a ser un día normal y que no importaba que no fueran legales el referéndum o las urnas o las paperetas. Sorprenderse de que la policía entra donde se comete un delito es como asustarse de que te cobren en el supermercado.

Unos y otros, los que llevan armas y los que no las llevan, están sujetos al imperio de la ley. Si el armado, guardia civil o mosso, se extralimita, ahí estarán en todos los casos las denuncias y las leyes. En democracia los afectados de las desmesuras tienen iguales derechos que los que cometen alevosías. Miremos las actas.

Puigdemont tiene ese botín, las imágenes, ya las exhibe, es un póster de su triste ganancia. “Vergüenza de España”, ha dicho. Para él no se guarda ningún adjetivo de esa cuantía. Artur Mas, que en 2012 prendió la mecha del malestar, dijo que el que ha enviado a la policía es “un Estado antipático”.

Ese Estado antipático les ha producido, con el uso de la fuerza, un botín que van a amasar con unción. Se sienten sorprendidos, como pasaba en el Rick´s Café, de que el Estado se acuerde de que tiene a su favor, y en su contra, la antipatía.

El Estado ha actuado, dicen, con desmesura. Al despertar de la fiesta Puigdemont, Junqueras y hasta Colau verán en sus espejos la naturaleza de su propia desmesura. Rajoy, por su parte, seguro que ya se está mirando en el suyo.

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