La Tigresa y el inmenso daño de la radicalidad artificial
La salida de prisión este martes de la exmilitante de ETA Idoia López Riaño, tras cumplir 23 años de condena, deja una estela de fin de época
La salida de prisión este martes de la exmilitante de ETA Idoia López Riaño (San Sebastián, 1964), tras cumplir 23 años de condena, deja una estela de fin de época por ser una de las últimas terroristas emblemáticas de los comandos Madrid y Barcelona, que marcaron la etapa más sangrienta de la banda terrorista, la de los coches-bomba de los años ochenta, y que abandonan la cárcel.
Su salida tiene, además, la singularidad de que se produce dos meses después del desarme de la banda terrorista y a una semana de que Barcelona homenajee a las víctimas del atentado del Hipercor al cumplirse el próximo día 19 el 30 aniversario de la mayor matanza de la historia de ETA: 21 personas asesinadas por un coche-bomba. Una matanza que catalizó la unidad antiterrorista con los pactos de Madrid y Ajuria Enea.
López Riaño, condenada por una veintena de asesinatos, entre ellos el de la madrileña plaza de la República Dominicana, en el que fallecieron 12 guardias civiles por el estallido de un coche-bomba —un año antes del atentado del Hipercor de Barcelona— fue juzgada por un Código Penal anterior al vigente y, de acuerdo con la ley, ya ha cumplido su condena.
Se acogió en 2010 a la Vía Nanclares de reinserción para los presos etarras que rechazaban el terrorismo, promovida por el Gobierno socialista, con lo que pagó el precio de la expulsión del colectivo de presos de ETA. Pero tuvo problemas con el juez de política penitenciaria pues le costó asumir dos asesinatos: el de un traficante de drogas y el de un miembro de los GAL.
Hace un año, en una carta pública, pidió perdón desde la cárcel de Zaballa a todas sus víctimas: "Asumo mi actividad delictiva. Rechazo completamente la mismas y pido perdón de corazón a todas las víctimas y familiares". En la misma carta hacía referencia a las víctimas del comando Madrid: "Las muertes de ese comando me duelen en lo más profundo del alma y aún más por no haber podido hacer nada por evitarlas".
López Riaño se suma a otros exetarras emblemáticos, como Joseba Urrusolo —que fue su jefe en el comando Ekaitz— y Carmen Guisasola, que entraron en ETA al comienzo de la Transición y que durante sus largas condenas en prisión han desarrollado una reflexión autocrítica de su pasado, sobre todo, por haber tratado de imponer su ideología con la eliminación de la vida de otros seres humanos.
Guisasola y Urrusolo —salidos de prisión en 2015 y 2016— son de los que más han atinado en esa autocrítica al reconocer el inmenso daño que ETA provocó por aplicar una "radicalidad artificial" en un país democrático y al exigir a la izquierda abertzale esa autocrítica pendiente ante las víctimas pues "mucha gente ha vivido cómodamente en Euskadi alrededor de la violencia".
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