Mi primer día sin escolta
María José Usandizaga, exedil donostiarra del PP, no había vivido “ni un solo día” hasta hoy sin guardaespaldas desde que en 1995 mataron a Gregorio Ordóñez
La primera vez que a María José Usandizaga le pusieron escolta fue en 1979 ó 1980. Ella no sabe precisar la fecha exacta, pero recuerda que fue durante su primera etapa política como concejal de la UCD en San Sebastián. “Mataron a mi escolta”. Eso sucedió en marzo de 1982 cuando dos jóvenes terroristas a cara descubierta asesinaron a tiros al delegado provincial de Telefónica en Gipuzkoa Enrique Cuesta y al policía nacional Antonio Gómez García que le protegía. “El padre de Cristina Cuesta y yo compartíamos guardaespaldas”, recuerda Usandizaga, que entonces acababa de ser madre y, confiesa, “no era consciente del peligro que estaba corriendo”.
“¿Quién puede entender que para bajar a comprar unos ajos a la tienda de debajo de mi casa tenga que ir acompañada de un escolta?”. Usandizaga (San Sebastián, 1951) se hacía enrabietada esa pregunta en 1997, durante los años más duros del terrorismo, cuando las 9 milímetros Parabellum de ETA causaban estragos. Los asesinos habían secuestrado y matado a Miguel Ángel Blanco y su partido, el PP, obligó a todos sus cargos públicos a vivir escoltados, aunque ella ya recibía protección permanente desde que decidió retornar a la política a raíz del asesinato del edil popular Gregorio Ordóñez en 1995. “Ni un solo día sin vigilancia desde que mataron a Gregorio”, asegura Usandizaga, ya retirada de la vida pública desde las elecciones municipales de 2015.
Ayer fue su primer día sin vigilancia tras la decisión del Ministerio del Interior de poner fin al servicio de seguridad que venía ofreciendo a políticos del País Vasco y Navarra. “Han sido más de 22 años, mucho tiempo. Ahora tengo una sensación muy rara, no sé si es una especie de síndrome, pero en cierta manera me siento un poco abandonada. Pero no quiero que esto se entienda mal, ojalá hubiese ocurrido hace 20 años”, comenta.
22 años acompañada de continuo por un guardaespaldas son más de 8.000 días de “vigilancia permanente” y “agradecimiento infinito” a sus escoltas. “Yo estoy muy agradecida a todos ellos, a los policías nacionales, guardias civiles y berrocis de la Ertzaintza. Han sido muy profesionales y no tengo ninguna queja”, apunta. La desarticulación del comando Buruntza en 2001 permitió conocer que ETA había preparado cuatro atentados distintos para asesinar a Usandizaga, entonces parlamentaria vasca y concejal donostiarra del PP. Los terroristas le habían hecho seguimientos minuciosos y planearon dos atentados con coche bomba durante sus desplazamientos desde su domicilio al Consistorio, otro mediante la colocación de una olla camuflada y cargada de explosivos en plena calle, y un cuarto ocultando una bomba en una papelera.
“Un día los escoltas me sacaron en volandas de un supermercado porque habían detenido cerca a un terrorista”, cuenta al recordar una “situación delicada” durante estos años. El coraje y la espontaneidad distinguieron su trayectoria política y le llevaron a encararse más de una vez con concejales de HB, EH o Bildu. “A mí me podréis pegar un tiro por la espalda, que es muy fácil, pero mientras estemos aquí no vamos a aguantar que os riais de nosotros”, les espetó en un pleno “caliente”. Los violentos proetarras se concentraban frente a su vivienda en pleno centro de San Sebastián; su nombre junto a una diana figuraba en pasquines pegados en esta ciudad... La última obra macabra, hace solo cinco meses: una pintada con Gora ETA en el portal de su casa.
La vida junto a un escolta enseña, comenta Usandizaga, “a tomar medidas de autoprotección, cambiar constantemente las rutinas, evitar ir a lugares problemáticos. No nos damos cuenta de que quienes nos protegían también ponían su vida en peligro”. “Al principio nos cubrían las entradas y salidas de casa y los concejales nos teníamos que poner de acuerdo para ir al Ayuntamiento a horas diferentes. Desde lo de Miguel Ángel Blanco se pasó a estar escoltados las 24 horas del día”. Como anécdota, cuenta que en una ocasión se montó en un coche confundido: “Por seguridad, cambiaban de coche constantemente. Salí del portal, me metí en un coche y resultó que era una persona que había aparcado junto a mi casa. No eran mis escoltas. Perdone y adiós, le dije”.
“Yo no soy amiga de las despedidas y prefiero pasar página, olvidar todo esto cuanto antes. Ha sido una etapa terrible. Espero que les vaya a todos bien”, afirma al referirse a sus guardianes.
"Pierdes intimidad y el contacto con la gente"
A María José Usandizaga le sucedió Txema Murguiondo (San Sebastián, 1976) como concejal del PP en el Ayuntamiento de San Sebastián en los comicios locales de 2015. Él también despidió el pasado viernes a su escolta: “Fue un apretón de manos y quedamos en vernos en otro contexto. Quedaré con él para tomar un café”, comenta. Su caso es distinto del de Usandizaga, porque le asignaron guardaespaldas en mayo de 2011, tras el alto el fuego de ETA y poco antes del fin de la lucha armada: “La amenaza [terrorista] ya no era tan importante entonces. Yo no me he comido lo fuerte, como muchos otros”, admite.
Murguiondo asegura, sin embargo, que la compañía de los “ángeles de la guarda” ha condicionado su vida: “Es curioso, porque pierdes intimidad, pero también el contacto con la gente. Aunque ellos son muy discretos y profesionales, se crea una barrera para relacionarte. Forma parte del aislamiento al que nos han condenado” los violentos.
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