María José Mateo, una luchadora en casa y en el trabajo
La mujer falleció por la explosión provocada por su exmarido en su casa Pontevedra
Sobrevivió al cáncer pero no al machismo. Maria José, Sesé, Mateo era una luchadora. Amigos y compañeros de trabajo coinciden en definirla como “tenaz, valiente, trabajadora y positiva. Encantadora”. El pasado 20 de febrero su marido, Emilio Fernández Castro, de 47 años, con el que tenía un hijo de ocho, le tendió una trampa mortal. Estaban en trámite de separación desde diciembre y ella había iniciado una nueva relación. Él la citó en la casa de Redondela, en la Ría de Vigo, en la que Sesé vivía con el hijo de ambos, con el pretexto de entregarle al pequeño al que había recogido de las actividades extraescolares.
El hombre llegó antes a la vivienda. Dejó primero al niño en casa de los abuelos paternos y, según la investigación policial, cortó la manguera de dos bombonas de butano y roció las estancias con gasolina de un bidón industrial que había comprado.
La autopsia demuestra que Sesé luchó por su vida hasta el final: tenía contusiones leves en la cabeza y en el cuello, insuficientes para dejarla inconsciente y que en opinión de los forenses evidencian que fue golpeada antes de la explosión.
Murió luchando tras una vida de esfuerzos. Delegada del sindicato nacionalista CIG en Pescanova, empresa ubicada en la misma ría de Vigo y en la que antes que ella había trabajado ya su madre, Sesé deja, además de al pequeño de ocho años, otros dos hijos mayores de edad (hombre y mujer) de su matrimonio anterior y de uno de los cuales tenía un nieto.
Tras largo tiempo viviendo en Latinoamerica con su primer marido, acabó regresando a su tierra. Hace poco más de ocho años inició una nueva vida con su presunto asesino, del que no pudo separarse: el cadáver del hombre presentaba un brazo sobre la cintura de la víctima. Los forenses sostienen que pudo deberse o bien a que la agarró durante el forcejeo o a que la onda expansiva los tumbó a ambos dejándolos en esa posición. Murieron por inhalación de humo y choque térmico provocado por el fuego de la deflagración.
A ella le diagnosticaron, hace dos años, un cáncer de mama que había superado con determinación. “La dejó muy débil pero mantuvo siempre las ganas de luchar”, aseguran sus amistades. En sus redes sociales, dejó constancia de su agradecimiento a amigos y familiares, además de a su médico y enfermeras, por el apoyo recibido. Sus conocidos aseguran que últimamente “se la veía feliz”.
Mientras ella rehacía su vida, Emilio Fernández —un hombre “muy reservado”, según los vecinos— dejaba recado de que acabaría con ella, Días antes del crimen había anunciado su intención. “Porque tenemos un hijo en común, que si no le ponía una bomba y reventaba con todo", comentó a un allegado.
El día 20 de febrero Maria José Mateo se despidió de la compañera que cubría su baja en Pescanova en el supermercado en el que hacía la compra.
“Te dejo, que me está llamando este [por su exmarido] preguntándome donde estoy”, según declaraciones de la compañera recogidas por Faro de Vigo. Hasta que consumó la amenaza nadie sospechó siquiera que se llevaran mal.
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