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Caso 9-N
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Homs, el tipo que midió mal

De tanto mezclar partido y nación, la parte y el todo, el exconseller se hizo un lío y ha acabado en un juicio demasiado serio como para que pensara que era para él

Íñigo Domínguez
El diputado de PDeCAT y exconseller de Presidencia de Cataluña, Francesc Homs, a su salida del Tribunal Supremo.
El diputado de PDeCAT y exconseller de Presidencia de Cataluña, Francesc Homs, a su salida del Tribunal Supremo.EFE

Los primeros en comparecer esta mañana en el juicio a Francesc Homs, antes de la arenga final de acusación y defensa, han sido dos agentes de la Guardia Civil. Suele ser en esas situaciones cuando uno se da cuenta de que algo puede ser una cosa seria. Su partido ya se ha topado más veces con ellos, en los casos 3% y Palau, y resulta de lo más desagradable. Mucho más para un partido de orden y conservador, que aspira a manejar la policía, no a que le persiga. Además era el último día del proceso, llegaba la hora de la verdad y todo se hizo incómodamente decisivo, se acababan las tonterías. El fiscal lo dejó bien claro con una exposición esquemática y quirúrgica, como quien describe las instrucciones de una lavadora, la maldita previsibilidad del Estado de derecho. Menos mal que llegó entonces para rebajar la tensión la abogada de Homs, Eva Labarta, que se quejó de tanto mal rollo. “Me hubiera gustado acabar de forma dulce”, lamentó. A lo mejor es que se esperaban que sacaran unos lacasitos, unos cacahuetes o algo y todo quedara en risas. Los de CiU siempre esta dificultad para rematar. La idea es que les hubiera gustado que esto se hubiera tratado de otra manera, y sobre todo a ellos, gente seria, y no como si fuera “un asunto de un terreno de ganados”, un suponer.

Habló hora y veinte de estas peculiaridades históricas y políticas del caso, que las tiene, y solo después de la hora entró en materia. La décima vez que dijo que iba a ser breve fue para echarse a temblar. Dominada por el sarcasmo, los puntos suspensivos e interjecciones del tipo “en fin” y “pues bueno” vino a decir de forma confusa que no saquemos las cosas de quicio, que hay que dejar de lado los sentimientos, pero que de todas maneras los jueces no miraran tanto la ley y relativizaran con el contexto, que dejaran estar, que esto es un lío muy gordo, y se apiadaran del acusado, porque venía imbuido en algo más fuerte que él, el pueblo catalán. Se veía que iba a acabar saliendo.

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Todo viene, advirtió la letrada, de cuando el Constitucional rechazó en 2010 parte del Estatuto catalán aprobado en referéndum en 2006, donde por cierto solo fue a votar el 48%, pasando bastante del tema. “De aquellos polvos estos lodos…”, resumió la abogada. Pero el caso es que ellos mismos han acabado sorprendidos del giro imprevisto de los acontecimientos: “¿Cómo iban a pensar que iban a acabar aquí?”. Pero qué falta de imaginación. La culpa, insistió, fue del Gobierno de Rajoy y el Constitucional, que no les dijeron veinte veces que aquello no se hacía: “Si hubieran contestado aquí no habría nadie”. Si es que dialogando se entiende la gente, vino a decir. Como Puigdemont, todo luz y taquígrafos para proclamar la república. Labarta lamentó un Ejecutivo chapucero y lento, que se movió mal para pararles. No, si ya, si es que lo sufrimos todos. Luego la imaginación les sobra con los números al contar todo el pueblo catalán en la consulta del 9-N, un tercio del censo, y en el bloque independentista de las elecciones de 2015, que obtuvo un 47,7%. Para la mayoría raspada le faltó el 3%, es gracioso. Sin pensar que se contradecía, sino todo lo contrario, Labarta concluyó con una referencia al juicio de 1934 al expresidente de la Generalitat Lluís Companys, por proclamar la república catalana, y citó una frase de los cinco jueces que votaron contra su condena: “En este tipo de cuestiones los únicos que juzgan son los ciudadanos con su voto”.

En su discurso final, Homs fue mejor que su abogada en lo panegírico y además mucho más breve. “En este juicio se mezcla derecho y política”, advirtió, algo evidente, porque él es político y mira donde está. Siguió de hecho mezclando el derecho y el revés al proclamar que actuó “en defensa de la dignidad del pueblo de Cataluña”, siempre confundiendo la parte con el todo, el partido y la nación. “Lo que ustedes decidan generará jurisprudencia y un precedente”, avisó a los jueces, para decir que aquello les sobrepasaba, cuando el que está superado por los acontecimientos es él. Se explicó: la respuesta política al deseo de independencia del pueblo catalán ha sido no, la constitucional ha sido no y ahora la respuesta penal tiene mala pinta. Se le volvió a olvidar que las urnas, de momento, también dicen que no, aunque insistió en que harán referéndum porque tienen “un mandato contrastadísimo en las urnas”. Las apuestas daban por hecho que acabaría con un poema, y efectivamente, fue uno de Joan Maragall, que no se merecería tampoco que le mezclaran en esto. “Nosotros somos los que hacemos patrias nuevas”, parafraseó Homs antes de irse. Pese a su esfuerzo de última hora, no logró que aquello le quedara épico, porque simplemente ha quedado como un tipo que midió mal, un personaje secundario empujado a un papel que le queda grande. Ahora a ver si puede ser martirio sin inhabilitación. Y a ver quién corre más, si el Supremo con su sentencia o el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña con la suya a Mas y compañía, para que el lío siga.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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