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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Mas y Urkullu, dos modelos diferentes

Muy mal se han hecho las cosas en Cataluña y también en Madrid en los últimos años para haber llegado a esta situación

Luis R. Aizpeolea
Artur Mas e Ibarretxe en San Sebastián.
Artur Mas e Ibarretxe en San Sebastián.Javier Hernández

Hace tan sólo media docena de años habría sido impensable que un expresidente de la Generalitat catalana hubiera viajado a Euskadi a animar al independentismo como hizo el miércoles Artur Mas, en sintonía con un público entregado que llenó el Kursaal donostiarra. Muy mal se han hecho las cosas en Cataluña y también en Madrid en los últimos años para haber llegado a esta situación. 

Pero, desde la perspectiva vasca, si algo ha servido la experiencia catalana es para reafirmar a sus instituciones, incluido su primer partido, el PNV, en el rechazo del soberanismo unilateral. La última prueba es el cortafuegos que el lehendakari Urkullu y el Gobierno vasco han interpuesto a la visita de Mas, atendido calurosamente por un político fracasado como el exlehendakari Juan José Ibarretxe y por los independentistas de Bildu.

Hace tres años y medio, Urkullu trató de convencer sin éxito a Mas de que abandonara la vía unilateral y ambos unieran fuerzas para proponer a Mariano Rajoy una reforma constitucional que reconociera la plurinacionalidad del Estado. De haber accedido Mas, probablemente la cuestión territorial hoy podría plantearse racionalmente, con un PP en minoría.

Además, en muy poco tiempo, la realidad ha dado la razón a uno y ha desautorizado al otro. Urkullu dirigió un segundo aviso a Mas también sin éxito: le aconsejó que no cediera la dirección del proceso soberanista a plataformas y que no se involucrara sin suficiente cohesión social en un reto tan difícil. A los dos años, Mas era expulsado de la Generalitat por la CUP.

Urkullu, por el contrario, ha recuperado la centralidad en Euskadi —perdida por el PNV en la etapa soberanista de Ibarretxe— con un Gobierno transversal con el PSE, cuyo prioridad es la cohesión social y la salida de la crisis. Ganó claramente las elecciones vascas en septiembre; en la última encuesta, publicada el pasado lunes, mejora ese resultado. Ha sintonizado con una Euskadi postETA en la que el independentismo —hoy caído al 24% y durante décadas contaminado por la violencia— tampoco quiere aventuras soberanistas. La plataforma Gure Esku Dago, anfitriona de Mas con Ibarretxe, logró sólo una participación del 27% en la comarca del Goiherri, y del 30,2% en Debagoiena —la Gipuzkoa profunda— en las consultas informales de junio sobre la independencia.

Urkullu encarna la trayectoria histórica de un PNV europeísta y pragmático. Sabe que a la Europa acosada por el Brexit y Trump no se le pueden añadir tensiones a la catalana. Y no lo hará. Pero sabe también que la pulsión territorial existe y que esta legislatura tiene que encauzarla con la reforma del Estatuto por la vía del pacto en Euskadi y con el Estado. Descartado el soberanismo, ¿están los partidos españoles preparados para afrontar una reforma razonable del modelo territorial?

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