Atraco a las 12: “El arma no es de mentira y os puedo hacer una demostración”
El histórico Padilla, frío ladrón de bancos, no dudaba al amenazar a sus víctimas durante sus golpes

Cuando el director de la oficina del antiguo Banco Guipuzcoano vio que el cajero de la sucursal se acercaba hasta su despacho, creía que ese cincuentón que andaba tranquilamente a sus espaldas era, simplemente, otro cliente más. No se imaginaba que, apenas unos segundos después, aquel hombre se levantaría la chaqueta; los encañonaría a todos con un subfusil Star, del modelo Z-70B; les preguntaría, sin titubear: "¿Dónde está el dinero?"; y los obligaría a conducirlo hasta la caja fuerte mientras los amenazaba con una contundente sentencia: "El arma no es de mentira y os puedo hacer una demostración". Todo ello, sin titubear, gracias a la templanza adquirida por Antonio Padilla Córdoba, alias El Padilla, tras décadas de atracos. "Es un histórico ladrón de bancos de Madrid", subrayó la semana pasada la Policía, que celebró su detención. La enésima.
Calculador e imperturbable. El pasado de Padilla está cargado de detalles que perfilan su frío carácter. Como cuando, por ejemplo, pertenecía a una banda en los ochenta que se despedía de sus víctimas con un "buenos días" y saludaba respetuosamente a los vigilantes. O como cuando ya actuaba en solitario y cogía el metro para huir del lugar de los hechos. O como cuando, en uno de sus últimos golpes, le mostraba una pistola al empleado de una oficina mientras le entragaba una cartulina con el texto: "Esto es un atraco, mantén la calma y haz lo que te diga". O como cuando, tras arrestarlo hace solo unos días, les comentó a los dos agentes: "Os libráis porque vais de paisano. Si hubierais ido de uniforme, os acribillo"
Todo un historial delictivo que arranca en los setenta. En 1977, lo arrestaron en la calle del Carmen junto a sus compinches Robert Estival y Juan Fernández. Solo sumaba 23 años entonces, pero en su ficha ya figuraban atracos a cuatro bancos de la capital, donde se hicieron con un botín de tres millones de pesetas; y a una joyería, de donde se llevaron una mercancía valorada en casi 50 millones. Nacido el 8 de febrero de 1954 en Madrid, los investigadores destacan las dificultades para capturarle y su capacidad para no levantar sospechas. "No se droga. No juega. Vive en habitaciones por las que paga poco más de 200 euros al mes y en las que no permanece más de dos meses", relata el periodista Manu Marlasca en su blog La Pringue. "Tiene una correcta apariencia física y un nivel educativo medio-alto", remacha la policía.
Por ello, cuando el 4 de abril de 2009 llamó a la puerta de la oficina de Unicaja en el número 105 de la calle de Guzmán el Bueno, la cajera tampoco dudó de ese "señor normal". Igual que había pasado en el golpe del desaparecido Banco Guipuzcoano, ocurrido en diciembre de 2008, la empleada pensó que se trataba de un cliente. "Estábamos a punto de cerrar, cuando entró y se puso en uno de los extremos. Preguntó si estaba el director. Llevaba un maletín y, al abrirlo, sacó una metralleta", explicó la mujer a la Audiencia Provincial de Madrid, que lo condenó en 2010 a 16 años de cárcel por ambos atracos. Precisamente, era la pena que cumplía el pasado junio de 2015, cuando aprovechó un permiso para salir del centro penitenciario de Aranjuez y no regresar.

Entonces, solo tardó un mes en volver a las andadas. Desde su huida y hasta su detención este diciembre, la policía le atribuye 14 nuevos golpes a bancos. Una batería de supuestos delitos, que se suman ya a la extensa ficha policial de Padilla, que tiene 62 años actualmente y que también fue sentenciado a seis años en 2003 y 2005 por otros dos robos. Una vida de crímenes y de escenas de película. Como cuando, sobre las doce del mediodía, tras encañonar al director, al cajero y a un cliente del Guipuzcoano, los condujo hasta el sótano donde estaba la caja fuerte. Entonces, sonó el timbre de la sucursal. Y, sin perder los nervios, el experimentado ladrón subió a la planta superior y dejó entrar a los dos nuevos clientes, que se unieron al grupo de retenidos, antes de terminar su obra. Ese día se llevó 4.600 euros de la caja, las carteras de las víctimas y tres décimos de lotería. Ni los boletos ni el dinero se encontraron nunca.
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