Educación y empleo contra la desigualdad
En los últimos dos años la reducción del desempleo ha mitigado algo los índices de exclusión social

La desigualdad, la pobreza y la exclusión social están íntimamente ligadas en España al empleo y a la educación. El aumento del paro y del abandono escolar han hecho crecer la brecha entre ricos y pobres desde que en 2008 estalló la crisis financiera global, que en seguida se convirtió en una enorme crisis política, económica y social. En los últimos dos años la reducción del desempleo ha mitigado algo los índices de exclusión social, pero las características de los nuevos contratos de trabajo han creado una nueva figura: los pobres con empleo.
Según explicaba en un reciente estudio Rafael Doménech, director de BBVA Research para España, el mercado laboral se divide hoy en dos colectivos muy diferenciados: “los insiders del sistema, que son los que tienen un trabajo indefinido, los funcionarios y los pensionistas, que afrontan las crisis con ciertas garantías; y los outsiders, un amplio grupo formado por los parados, los empleados temporales y los precarios”. Las personas que forman parte de este segundo grupo tienen muy pocas esperanzas de salir de ese pozo oscuro de la desigualdad.
La pobreza y la exclusión social pueden provocar, además, un serio problema de cohesión social, con consecuencias muy negativas para un país. El descenso de los sistemas de protección social y el agotamiento de las redes de protección familiar ponen en peligro la estabilidad de una nación.
Según todos los expertos consultados, la forma más eficiente de luchar contra la pobreza y cerrar la brecha entre ricos y pobres en España pasa por crear más empleo, blindar las políticas sociales y apostar decididamente por la educación como fórmula para preparar a los jóvenes para encontrar un trabajo digno.
Durante el boom inmobiliario de finales de los noventa y principios del nuevo siglo, cientos de miles de jóvenes abandonaron sus estudios en busca de un trabajo en la construcción, o en las industrias auxiliares, razonablemente bien pagado. Cuando llegó la crisis, esos jóvenes habían superado los treinta años y se encontraron sin trabajo y sin formación alguna que les ayudara a conseguir otro empleo.
Mientras España no haga una apuesta decidida por mejora su capital humano, será difícil romper con ese suelo de paro estructural que tanto daño hace a las familias. Y ante esta situación de alta pobreza y exclusión social no queda más remedio que implantar alguna fórmula de renta básica para los colectivos más afectados.