Dos semanas sin Diana Quer
La desaparición de la joven madrileña en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) mantiene en vilo a un país, como hace un año ocurría con Laura del Hoyo y Marina Okarynska
Dos semanas sin Diana Quer. El caso de la joven madrileña de 19 años desaparecida en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) el pasado 22 de agosto se ha convertido en el angustioso culebrón del verano. El año pasado España entera andaba consternada por la desaparición de dos amigas en Cuenca, Laura del Hoyo y Marina Okarynska. Como en esta ocasión y en otras anteriores, inicialmente se pensó que podrían haberse ido por propia voluntad, pero la aparición de sus objetos personales (móviles, llaves, documentación) en el coche de una de ellas enderezó la investigación policial, que acabó dando con el presunto asesino, Sergio Morate, y con los cuerpos semienterrados de ambas en una poza, una semana más tarde de que se las viese vivas por última vez. En el caso de Diana Quer, su DNI y las ropas que supuestamente llevaba puestas la noche de su desaparición se encontraron en uno de los registros en su casa.
Las desapariciones provocan una desazón incontrolada y, al mismo tiempo, generan una gran empatía colectiva. Del mismo modo que Cuenca entera batía sus montes y valles hace un año. Estos días los vecinos de A Pobra y de los municipios colindantes se han sumado a la búsqueda coordinada por la Guardia Civil. Ni rastro de la chavala.
Sus últimos mensajes y llamadas de teléfono en la madrugada del 22 de agosto —inicialmente se creyó que el último WhatsApp era de las 2.43 de la madrugada pero después se ha sabido que hubo posteriores contactos— parecen ser la clave de una investigación que permanece blindada, pero que ha ido estrechándose progresivamente como en círculos concéntricos, hasta quedar circunscrita al entorno más íntimo de Diana.
Por el camino de las indagaciones, se ha descartado a un posible sospechoso de etnia gitana que aquella noche asustó a la joven con un "Morena ven aquí", según reflejó ella misma en el que parecía su último mensaje de móvil. Pero, sobre todo, se han aireado las fuertes desavenencias de un matrimonio roto hace casi cuatro años y constantemente tensionado por dos hijas en plena adolescencia. Además, se han podido conocer las conflictivas relaciones entre la madre y las dos hermanas, que vivían juntas. Y se han deslizado los supuestos trastornos alimentarios sufridos por las chicas, además de dar pábulo a un sinfín de anécdotas, amigos, supuestos novios, y compañeros de fiesta vinculados a sus vidas.
Pero, lo más importante, lo que ha dado un giro al caso y, principalmente, a la manera de mirarlo, es la retirada de la custodia de la hija menor a la madre que se hacía efectiva precisamente hace tres días, en pleno desarrollo de las pesquisas por los investigadores. ¿Pura coincidencia? Se lo contó a los medios el padre de Diana, Juan Carlos Quer, que se esforzó en advertir que se trataba de una decisión judicial "de oficio", pero también manifestó sin pudor que "llegaba muy muy tarde".
Por qué un hombre, empresario inmobiliario con buenas relaciones con algún ministro del actual Gobierno en funciones, y cuya hija se encuentra desaparecida desde hace más de una semana, hace pública una noticia semejante, que ni siquiera el juzgado correspondiente corrobora a los medios de comunicación porque considera que forma parte de la intimidad de los afectados. ¿Su inquina hacia la madre de sus dos hijas es tan grande como para poner el foco en ella? ¿Es un modo de presión? ¿Lo hizo motu propio o aconsejado por alguien?
Un experimentado agente de homicidios gallego lanza al aire una enigmática frase: "Puedes tenerlo todo planeado, pero nunca la decisión de terceros, esa es la que condiciona la vida, nunca puedes controlar la acción de terceros".
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