Siniestro total
La traición de Rivera a Rajoy y la superstición de una alternativa al líder popular convierten el 2S en una fecha traumática
Tuiteaba Joaquín Estefanía que el PP arropará este sábado a Mariano Rajoy (con mantas palentinas) para reponerlo de la tiritona. Y para confortarlo de un trauma político bastante superior al previsto, no ya por el escarmiento de una investidura fallida y el aislamiento del César en su incredulidad, sino porque Albert Rivera se ha convertido en Bruto, atravesando al presidente como un muñeco de vudú.
Desconfiaba Rivera de Rajoy, pero debía haber desconfiado aún más Rajoy de Rivera. Porque el líder de Ciudadanos es un líder volátil, mercurial. Y porque no se expresa con palabras, sino con anagramas. Todo cuanto dice es reversible. No es On y On es No, para entendernos, de forma que Rivera se ha aferrado a una sugerencia de Felipe González -el magnicido de Rajoy como precio a la abstención- para condicionar su apoyo a un sacrificio. Es lo que siempre había deseado. No era posible encomendar la regeneración de la política a quien la dirige en un partido intervenido por la Justicia y por la Guardia Civil.
Se entiende así que una jornada en principio tan anodina como iba serlo la de este viernes se convirtiera en un espectáculo incendiario. Ya se ocupó Rafael Hernando de dinamitar los puentes en su actuación incendiaria, pero sería un error concluir que el grimoso diputado popular incurre en estrafalarios comportamientos unilaterales. Es el portavoz del PP, habla en nombre del PP y expone cuanto sus colegas no se atreven a decir, de forma que toda su piromanía verbal forma parte de su papel de abnegado soldado de Rajoy, cuya escasa fe en el pacto con C`S parió un discurso de investidura que los médicos homeopáticos recetan para curar el insomnio. Y acaso la amnesia, cuyos síntomas han aparecido colectivamente entre los mismos políticos que se habían insultado con chorrazos de tinta china.
Es el caso de Pablo Iglesias, tan olvidadizo en sus hallazgos de rapero tuitero que ahora considera más útil que nunca utilizar el chicle de McGyver para amalgamar un pacto de Podemos con el PSOE. Ha resurgido de la Cámara el lema “todos contra Rajoy”, aunque la predisposición de Pedro Sánchez a ofrecerse como alternativa se expone tantos tabúes y líneas rojas que más bien se antoja una superstición o una extemporánea bravuconada.
Tan ambiguo fue su discurso que no lo entendieron ni sus propios diputados. Y que discreparon en la manera de interpretarlo. Sánchez parece más fuerte de lo que pensábamos en la fortaleza de Masadá. Rajoy parece más débil de lo que creíamos en el barco pirata de Génova, así es que socialistas y populares no se han puesto de acuerdo en evitar las elecciones, pero sí van a consensuar como monaguillos la fecha del tercer round dejando la credibilidad de la política en siniestro total.
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