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El valor de lo sensible

El homenaje a Juan Mari Jáuregui, asesinado el año 2000 por ETA, con la presencia de su victimario constituye una alegoría a la convivencia en Euskadi

Nicolás Redondo Terreros y otros socialistas con el féretro de Juan María Jáuregui al hombro el 29 de julio de 2000.
Nicolás Redondo Terreros y otros socialistas con el féretro de Juan María Jáuregui al hombro el 29 de julio de 2000.JAVIER HERNÁNDEZ

La “siempre viva” es un símbolo floral con líneas negras y fondo verde que creó la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco cuando Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jáuregui, estaba al frente de ella.

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Desde entonces, una pequeña placa con la siempre viva acompaña a los monumentos que recuerdan a los asesinados por ETA en las plazas de Euskadi.

El 29 de julio de 2016, la siempre viva, prendía de las solapas en forma de pin de varios de los asistentes que homenajeaban a Juan Mari Jáuregui, gobernador civil de Guipuzkoa entre 1994 y 1996, asesinado por el comando Buruntza de ETA hace dieciséis años en la cafetería del restaurante El Frontón de Tolosa.

Uno de ellos la llevaba sobre un fondo de camisa azul añil. Era Ibon Etxezarreta, miembro del comando que mató a Juan Mari y que asistía por segunda vez en tres años al homenaje que la familia y amigos le realizan cada 29 de julio.

Ibon sostenía un ramo con 16 rosas que después depositaría sobre el monumento que recuerda a Juan Mari. Este año eran quince rosas rojas y una blanca, con las que repetía el patrón de su primera visita en julio de 2014. Quince rosas rojas por cada uno de los años que ha faltado y una blanca, que simboliza que, desde hace tres años, todo ha cambiado. Ahora él también recuerda a Juan Mari y rinde homenaje a su memoria.

Ibon Etxezarreta había solicitado permiso penitenciario para poder asistir a los actos que con emoción y, sobre todo, alegría preparan cada año los que quisieron a Juan Mari.

Y allí estaba el viernes, en Legorreta (Guipuzkoa), a las 12 del mediodía, acompañado de Txema Urkijo -uno de los impulsores del programa de encuentros restaurativos que tuvo lugar en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava) en 2011, a partir de un programa de mediación y gracias al cual se conocieron tiempo después Maixabel e Ibon- y junto a algunos miembros de lo que fuera Gesto por la Paz.

Bajo un sol espléndido, que iluminaba el azul del cielo y el verde de los montes que rodean Legorreta, en un día "que ni hecho de encargo" que diría Maixabel, Ibon escuchaba con una mirada firme y de profundo respeto las palabras primero en euskera y después en castellano que pronunciaron José Mari Villanueva e Ignacio Latierro en recuerdo de su amigo y compañero, asesinado por el comando al que perteneció dieciséis años antes.

Lo que estaba ocurriendo la mañana del viernes en Legorreta era una gran alegoría a la convivencia en Euskadi en este tiempo de ausencia de violencia por parte de ETA.

En un lado de la plaza, Maixabel Lasa presidiendo el homenaje junto a dos de los más de sesenta amigos de Juan Mari que allí se reunían. Al otro lado, Ibon Etxezarreta, con su ramo de rosas rojas y blanca. A ambos les separaba el monumento dedicado a Juan Mari, dos puentes separados por un pequeño río que se juntan al final, "un símbolo de lo que fue la vida de Juan Mari, que siempre intentó tender puentes entre los que pensaban como él y los que pensaban distinto", señala Maixabel.

La metáfora del monumento que recuerda a Juan Mari Jáuregui estaba ocurriendo en presente en Legorreta en el décimo sexto aniversario de su asesinato gracias a la grandísima capacidad de empatía de Maixabel y a la reflexión que ha realizado Ibon durante estos años en la cárcel.

Es también un símbolo de la convivencia en Euskadi. Víctima y victimario rindiendo homenaje de manera conjunta al asesinado. No sé si esto es la paz, pero desde luego que, desde mi punto de vista, se le parece bastante.

Cuando terminó el acto, los asistentes depositaron rosas rojas en recuerdo de Juan Mari e Ibon, por primera vez con la mirada baja, se acercó para dejar su ramo y besar a Maixabel, que, como siempre, le miró con los ojos muy abiertos y una cara que sonríe e invita a la conversación amable.

Después, una vez terminado esta parte del homenaje, algunos de los amigos de Juan Mari se acercaron a saludar a Ibon. La siguiente parte del recuerdo al que fuera gobernador civil de Guipuzkoa tiene lugar en un monte de Legorreta, sitio al que solían subir de excursión varios de los que allí estaban junto al propio Juan Mari, y en donde un pequeño monolito, que por cierto ha sido destrozado por los que no entienden de cuestiones de paz ni convivencia en tres ocasiones, le recuerda.

"¿Vienes, no?", le preguntó Maixabel a Ibon. "Sí, claro, subo y después ya me voy a comer con la ama". Y entonces Maixabel volvió a hacerlo.

Cuando la entrevistamos dentro del proceso de investigación para la puesta en escena de La mirada del otro, que documenta lo que fueron los encuentros restaurativos entre algunas víctimas de ETA y algunos disidentes de la organización armada, Maixabel nos contó que la primera vez que Ibon asistió al homenaje de Juan Mari, se ofreció a acompañarle en el coche junto con el mediador Eduardo Santos, de camino al monte. En esa ocasión, ya de camino, Ibon le dijo "es curioso, Maixabel, hace catorce años yo también conducía el coche después de matar a Juan Mari y ahora te llevo a ti". Maixabel siempre cuenta que se quedó en shock, que no supo qué decir.

El viernes fue ella la que directamente se dirigió a Ibon para decirle que subía con él en el coche. Se unió también Txema Urkijo, de copiloto.

Es la manera de Maixabel de incluir a Ibon. De normalizar una situación que a muchos les parecerá extraña, incluso imposible, que en su lugar jamás harían, pero que ella tiene la capacidad de transformar a través de lo sensible. Convierte el lugar del dolor en algo positivo.

Maixabel, como líder de la familia y amigos que recuerda a Juan Mari, ha conseguido apropiarse de lo que los asesinos quisieron arrebatarle. Le quitaron a Juan Mari pero no le robaron las ganas de transformar la sociedad en otra mejor y posible.

Por eso se ha reunido ya más de nueve veces con Ibon. Por eso le acompaña hasta el monte o celebra a Juan Mari con canciones y una comida con amigos en el restaurante El Frontón.

Lo vivido el 29 de julio es una grandísima lección de dignidad y memoria a través de lo sensible.

La capacidad de dos personas de transformar un hecho violento y traumático en un símbolo de convivencia y el valor y convencimiento de todos los que recuerdan a Juan Mari de hacerlo con la alegría como bandera.

"No llores, que estamos cantando aquí con alegría por Juan Mari", me dijo en el monte José Mari Villanueva, con una sonrisa que salía de los ojos y le inundaba todo el rostro. "No es de pena... Qué va. Es que es muy emocionante", le respondí. Y es que, efectivamente, lo que vivimos el pasado viernes no es solo una muestra de que los tiempos están cambiando en Euskadi, es la prueba de que otra sociedad mejor es posible.

María San Miguel es protagonista de La mirada del otro

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