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El fin del enigma de Gabriel Rufián

El diputado de ERC tuvo unos inicios enigmáticos en política y vivió luego de un ascenso meteórico

Vídeo: Consthanzo / EL PAÍS VÍDEO
Jordi Pérez Colomé

El diputado Gabriel Rufián tiene un tocadiscos en su despacho del Congreso. El último vinilo que ha comprado es el volumen 3 de Led Zeppelin: “Me ha costado una pasta [30 euros]”, dice. Rufián es el portavoz adjunto en el Congreso de Esquerra Republicana de Catalunya, un partido tradicional. Pero con sus 34 años, camisas Mao y zapatillas Nike, su perfil es innovador: “Todo lo que sé de política lo he aprendido en El Padrino”, dice.

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Rufián se hizo famoso en la tribuna del Congreso el 4 de marzo, día de la investidura fallida de Pedro Sánchez. “Ha nacido una estrella”, tituló EL PAÍS. El discurso no fue lo más memorable, aunque dijo sus eslóganes habituales: “Soy lo que ustedes llaman charnego e independentista. He aquí su derrota y he aquí nuestra victoria”. El reclamo real de Rufián fue su pose de matón, su tono perdonavidas y un ritmo lento que alargaba las sílabas finales. Bajaba la barbilla y levantaba los ojos para mirar a sus señorías. La figura roza la caricatura, pero le funciona.

Las dos grandes virtudes políticas de Rufián se vieron en el Congreso: sus eslóganes tuiteables y esa pose de quinqui bueno. La emoción le sirve más que los argumentos y no tiene miedo de insistir: “Soy bastante pesado. Repito mucho el mensaje”, dice. Cuando salió el escándalo del ministro Fernández Díaz, Rufián hizo estos tuits:

“Yo lo ficharía de copy publicitario”, dice Bernat Aubia, CEO de Relevance, que hace los anuncios para ERC. Un copy resume un mensaje complejo en una frase. Rufián hace eso con conceptos políticos: no habla de la corrupción en España sino de “los Luis sé fuerte y los compiyoguis”; no habla de un modelo económico determinado sino de “los liberales del BOE y la economía del palco del Bernabéu”; la diferencia entre los Parlamentos catalán y español es que en uno “se llama gángster a un banquero [Rodrigo Rato]” y en el otro “se juega al Candy Crush”.

“Dice las cosas como suenan en la calle y no en los medios de comunicación -cree Marc Elena, CEO de Adsmurai. Por eso la gente interactúa con él y el algoritmo de Facebook lo detecta y premia”. En las redes, para Elena, Rufián es muy bueno: “No es extraño que cada post que publica en Facebook llegue a toda su audiencia (más de 25.000 fans) e incluso la supere”, añade.

Rufián llega desde los bajos fondos catalanes para ayudar al independentismo, con su discurso castellano y su sentimiento español. Los independentistas catalanes tradicionales carecían de ese perfil de malote. Rufíán parece imitar el personaje típico de chico malo que en el fondo es bueno. En la emisora RAC1 le llamaron “el Clint Eastwood catalán”. Rufián aparenta que puede romperte la cara, si fuera necesario. En un lío en su época universitaria con un compañero y con su novia de por medio, Rufián define su reacción física como la de “un hidalgo castizo”.

El riesgo político de la inclusión de alguien como Rufián en las listas de ERC se llama tokenismo (de token: “ficha” en inglés) y consiste en la inclusión de candidatos de minorías con la esperanza de que arrastren votos. El problema del tokenismo es que la selección suele ser un gesto gratuito sin cambios de fondo. Marta Rovira, secretaria general de ERC, cree que su partido “refleja la gran diversidad de la sociedad catalana”, porque hay candidatos castellanohablantes y otros que vienen de PSC o de UGT.

Antoni-Italo de Moragas, doctorando en el European University Institute, cree que es más complejo: “La pregunta es si la inclusión de candidatos castellanohablantes contribuirá a que ERC y el independentismo sean más transversales o si servirá para ocultar la falta de transversalidad y justificar no tener que hacer cambios para afrontarla”, dice. ERC obtuvo el 20-D el 10% de los votos de castellanohablantes y el 40% de los catalanohablantes. El efecto Rufián de momento no existe.

Rufián es de Santa Coloma, una ciudad al lado de Barcelona donde la mayoría de votantes independentistas no ha puesto los pies. En las elecciones del 20-D, ERC quedó allí quinta. El 26 de junio repitió el resultado, aunque creció unas décimas, pasó de un 5,05% de votos en diciembre a un 5,79% en junio. Es un consuelo pequeño tras haber quedado sexta en 2011 con un 2,15% de los votos, por detrás incluso de la ultraderecha de Plataforma per Catalunya.

¿De dónde sales?

“A mí una de las preguntas que más me hicieron durante mucho tiempo es tú quién eres, de dónde vienes”, dice. Era el misterio Rufián. La vida pública de Gabriel Rufián empezó en un acto diminuto en un centro cívico de las afueras de Barcelona el 21 de febrero de 2014. Menos de dos años después fue nombrado candidato de ERC al Congreso. En los partidos políticos hay empujones para alcanzar esos puestos. Rufián lo birló desde la nada.

Este ascenso fugaz es fuente obvia de conspiraciones. EL PAÍS ha hablado con dos docenas de personas que han rodeado a Rufián a lo largo de su carrera y no ha encontrado ninguna. La historia de Rufián es una mezcla de mérito, casualidad y ambición. Rufián es hábil ante un micro, supo subirse a la revolución independentista y aprendió a maniobrar en la organización que le sirvió de palanca: Súmate, una asociación de independentistas de origen no catalán.

El propio Rufián contribuyó sin embargo a generar misterio. Diplomado en Relaciones Laborales y con un máster por la Universitat Pompeu Fabra, Rufián nunca quiso confesar en qué empresa trabajó diez años. EL PAÍS ha confirmado que era una ETT llamada Organización Activa, que estuvo fusionada con el Grupo Cosmos, dedicado al outsourcing en Chile, Argentina, Rumanía, India y otros servicios de selección de personal. La empresa hizo suspensión de pagos en octubre de 2014. Rufián siguió trabajando en Maipu Works, creada de las cenizas con ex compañeros hasta junio de 2015.

Rufián admitió antes de las elecciones de diciembre, ya como número 1 de ERC, que cobraba el paro: “Tuve que dejar mi trabajo para dedicarme a esto”, dijo en una entrevista en La Vanguardia. Si alguien abandona su trabajo, no tiene derecho a paro si la empresa no le hace el favor de pactar un despido. Era feo que un candidato nuevo se dedicara a timar a la administración. Rufián rectificó así: “Era tremendamente incompatible la exposición pública con trabajar en la empresa privada y tuve que escoger. La verdad es que la que escogió fue mi empresa, que me despidió”.

El problema no era de “exposición pública”, sino de absentismo laboral. “Se le despidió porque no se dedicaba a tiempo completo”, dice uno de sus antiguos jefes, que prefiere no revelar su nombre pero que EL PAÍS ha contrastado con Rufián. ”Estaba a otros asuntos, como luego se ha comprobado. Faltaba mucho al trabajo”, añade. Las razones que daba eran familiares.

Rufián admite algo: “Coincidió que un par de días tuve que ir a tertulias por la mañana y en mayo había gastado todos los días libres que tenía”, dice. Según la empresa, fueron más de “un par”. Rufián insiste sin cesar que su ideología es "la decencia" y en su bio de Twitter, dice: “Para todos todo, para nosotros nada”. Si es así, ¿por qué no simplemente abandonó la empresa por falta de tiempo? “No me fui porque estaba a 10 días de que me cortaran la luz. No lo dejé porque no podía dejarlo”, dice ahora. Rufián insiste que fue siempre mileurista, cifra aproximada que -sin dar detalles- desde su antigua empresa no niegan.

En el paro cobraba 613 euros. Su mujer entonces no trabajaba. Rufián entiende que en la empresa estén mosqueados: “Se sienten traicionados porque nunca les dije qué pasaba, pero fue por pura vergüenza”, dice.

Rufián trabajó unos meses en la sede de Activa ETT en Sabadell. Allí coincidió con Consuelo Santos, luchadora judicial contra la inmersión lingüística y luego concejal del PP: “Empecé con las reclamaciones de la lengua y no me decía nada -dice Santos. Yo nunca lo he ocultado y él nunca se enfrentó con eso. No me parecía ideologizado”, dice Santos ahora. En su pasado, nadie recuerda a Rufíán como alguien propenso a hablar de política. Rufián reconoce que no estaba en la oficina para pelearse: “Nunca entramos en ninguna discusión política. Yo era su jefe. Se quejaba de que le hablaran en catalán”, dice.

Rufián sustituyó en Sabadell a Fran Ferrete, con quien tenía una buena relación: “Rufián era un buen comercial. Era un tío con muchas tablas, competente. No vendía motos. Vendía bien su producto”, dice Ferrete. Aunque hacía de todo, una parte importante del trabajo de Rufián era ir a buscar empresas que quisieran los servicios de Activa y Cosmos. El disimulo al admitir dónde trabajaba le ha permitido definir su trabajo con vaguedades que quedan mejor: “Responsable de Selección y Contratación en empresa de servicios y consultoría integral dentro del sector siderometal/industrial”, según aparece en su currículum en la Assemblea Nacional Catalana.

El salto a la política

Rufián conoció a Oriol Junqueras, líder de ERC, en diciembre de 2014. Estuvo aún seis meses más en su trabajo en Activa ETT. Con dos elecciones por delante -catalanas y generales-, es posible que tuviera la promesa de un cargo. Rufián niega que tuviera certezas, al menos hasta sacar los votos: “No tenía ningún tipo de certeza. Hasta que firmas el acta de diputado. Pero entiendo que desde fuera la gente dude”, dice.

Súmate fue la organización que permitió a Rufián pasar de la ETT al Congreso. El presidente de Sumate, Eduardo Reyes, es hoy diputado en el Parlament catalán por Junts pel Sí. La entidad nació en mayo de 2013 de una reunión en Sant Vicenç dels Horts, el pueblo del que Oriol Junqueras era alcalde. El otro gran impulsor de Súmate junto a Reyes, Manolo Ortega, fue luego socio de Junqueras en la alcaldía.

Rufián escribió un mail para colaborar con la entidad a finales de 2013: “Vi que había una revolución en marcha y que yo podía ayudar”, dice. El coordinador entonces de Barcelona, Ferran Lizana, le citó en un acto en un centro cívico en Ciutat Meridiana: “Hablamos y le ofrecí colocarle en un acto a ver. Era interesante a primera vista. Fue muy bien y lo fui poniendo en muchos”, dice Lizana.

Rufián aspiraba a ir a todo: “Quería hacer muchos actos”, dice Lizana. Marc Santín, coordinador de Súmate en el Vallès Occidental, que incluye Sabadell, donde vive Rufián, también recuerda su interés exacerbado: “Al tercer o cuarto acto, ya me dijo que tenía mono de política”, dice. Santín recuerda que le hizo una entrevista inicial para saber si seguía la filosofía de Súmate: “Si se sentía catalán y español, si era castellanoparlante y si no era nacionalista”, dice Santín, que añade: “Era muy de izquierdas. Yo le decía que era un Podemos independentista”.

Junto a los actos, Rufián empezó a ir a tertulias secundarias en la tele: El Punt Avui, 13TV o Intereconomía. En este fogueo tertuliano coincide con otros líderes jovenes como Albert Rivera, Pablo Iglesias o Inés Arrimadas: “Venimos de las tertulias y se nota en la cintura”, dice Rufián a propósito de sus debates con Juan Carlos Girauta, número 1 de Ciudadanos por Barcelona. A Rufián le iba tan bien que incluso dudó de cuál debía ser su carrera: “Dudó entre dedicarse a la política o ser tertuliano. Me lo consultó”, dice Santín. Rufián había querido ser periodista, pero se quedó a décimas de entrar. “Quería ser corresponsal como Pérez-Reverte”, dice.

Rufián buscaba visibilidad y tablas. Dentro de Súmate tenían pocas dudas sobre su objetivo de promocionarse: “Iba a acabar en un partido porque entre otras cosas apretaba a la entidad para que publicáramos o colgáramos todas sus actividades”, dice Cristina Barón, que entonces llevaba la administración de Súmate. Rufián parecía creer que la entidad le debía algo: “Se había quedado en el paro, decía, por las muchas horas que le había dedicado a Súmate”, dice Barón. Rufián no pagaba la cuota de 10 euros mensuales a Súmate porque, dice, “ya contribuía con tiempo”.

El presunto tortazo

Tras las elecciones catalanas del 27-S, su proyección pudo torcerse. Eduardo Reyes era diputado y su rol como presidente transversal de Súmate era cuestionado. Los rumores de que otro grupo preparaba una alternativa estallaron en una reunión el 29 de septiembre. Hubo gritos, trifulcas e insultos. El semanario El Temps publicó que Gabriel Rufián estuvo a punto de pegar a otro miembro de Súmate, José Rodríguez: “Si esto los arreglamos con una hostia, adelante”, dijo Rodríguez tras quitarse las gafas.

EL PAÍS ha recabado nueve versiones del acontecimiento, incluidas las de los protagonistas: “En aquella reunión grité. Cuesta imaginarme gritando, pero grité. Pero no quise agredir a nadie”, dice Rufián. Rufián se levantó, Rodríguez se quitó las gafas y al menos tres personas se interpusieron, pero según algunos presentes el tortazo no era inminente. “No me siento orgulloso de aquel día”, cierra Rufián.

Aquella reunión era importante. Estaba en juego el control de Súmate. Ambos bandos se acusan de aspirar a un sueldo público: “Nos acusaban de querer colocarnos y de querer sacar un sueldo de allí”, dice Nerea Martí, que hubiera sido la nueva presidenta de Súmate si la alternativa hubiera avanzado. Rufián necesitaba el paraguas de Súmate para ser candidato de ERC. ¿Podía alguien de los críticos querer un cargo? “Pongamos puntos suspensivos ahí”, dice Reyes, hoy ya presidente de honor de Súmate.

Al final Reyes y Rufián mantuvieron el control: “Su idea era que Súmate debía ser el chiringuito de charnegos con maletas de cartón”, dice Nerea Martí. La dimisión de una parte importante de la cúpula -entre ellos Barón y Rodríguez- y la falta de evolución ha debilitado Súmate, que hoy tiene un papel menor.

La falta de pedigrí

El misterio de Rufían tenía una segunda parte: ¿cómo un tipo que nunca había militado ni reivindicado ni protestado en Twitter -abrió su cuenta en diciembre de 2014- fuera la estrella ascendente de ERC? Rufián no fue ni voluntario en la consulta del 9 de noviembre de 2014. La respuesta de Rufián es simple: tenía que ir a trabajar. “Hay un punto de clasismo, de pedigrí -dice-, porque yo por ejemplo hace 5 años no pude ir a esa manifa porque estaba poniendo cafés y otros eran cargos y pudieron ir”.

Rufián cuenta una anécdota que refleja la distinción entre los tipos de pedrigrí en la izquierda. Cuando Rufián ya era candidato al Congreso, un dirigente de otro partido catalán le dijo: “Es que tú no sabes los efectos del neoliberalismo porque nunca has hecho un voluntariado en Bolivia”. Rufián le respondió, según él mismo: “No he hecho un voluntariado en Bolivia porque no me lo podía pagar. Me hubiera encantado. Y los efectos del neoliberalismo los hemos vivido en nuestros trabajos”.

Pero persiste una parte del misterio: ¿cómo es brillante alguien que nunca ha hablado en público ni ha manejado un argumentario? Rufián dice que lo lleva en la sangre, desde su abuelo: “Me parezco mucho a él, en el aspecto y en el carácter. Dicen que hablaba poco, pero que cuando lo hacía era escuchado”, dice sin rubor.

Rufián reivindica la capacidad de los líderes anónimos: “Hay una mujer en Súmate que cada vez que se pone ante un micro levanta a la gente. Es jubilada y ha fregado suelos toda la vida. Me parece injusto decirle que no puede hablar de política porque nunca ha militado”. A él parece que le ocurre algo parecido: “Es algo que sabes que te gusta, que lo has mamado. Lo llevas dentro y en un momento explota”.

Rufián entiende la rabia que puede suscitar en otros miembros de Súmate: “Debía ser una plataforma para mucha gente y cuando no lo es, provoca muchas tensiones”, dice. Rufián se ganó la confianza de Reyes y de la cúpula de ERC. Fue suficiente.

El Juanga solitario

Rufián arrastra sus rasgos de carácter desde la infancia. Es hijo único: “Antes era más tímido e introvertido. Cualquiera que sea hijo único dice lo mismo: tiene un punto de soledad”. Anna Navarro compartió clase con Rufián desde la infancia en Santa Coloma hasta el fin de la universidad: “Siempre ha tenido este aire subidito y ha sido bastante solitario. Al principio caía mal. No ha sido nunca el más popular ni iba con los matones. Tenía actitud de empollón”, dice Navarro. Este relato coincide con el de otros compañeros: “Era muy reservado, incluso diría pedante, te miraba por encima del hombro. Pero se veía que llegaría alto porque estaba muy centrado mientras todos estábamos de cachondeo”, dice Cristina Román, compañera de universidad.

En su segundo colegio, la Cultural de Badalona, los profesores le conocían como “el Juan Gabriel”, su nombre completo. Para los amigos era sin embargo “Juanga”. Rufián creció también con el hábito de enrollarse. Carlos Gracia, profesor en la Cultural de Ciencias Naturales de la ESO -Rufián fue la primera generación que hizo ESO- recuerda cómo se enrollaba en los exámenes: “Todos escribían una página y él escribía tres”. Mantiene esa persistencia. Hace unos años Rufián empezó una novela fantástica, que quedó en el cajón. Sus frases recurrentes son siempre las mismas. Sus tuits tienen estructuras similares.

Ganó al menos unos Juegos Florales en el colegio. Fue en 1997 con un texto titulado “Mal de mar”. Era cursi, amante de metáforas y sobreentendidos, como todos los niños que quieren escribir. Así comparaba Badalona con Madrid: “En Madrid no tenían esa mirada las palomas, ni las calles ese aire medieval inútilmente domado por la infraestructura urbanística más reciente, todo parece un gran tablero de ajedrez donde minuto a minuto se crean y eliminan centenares de peones”. Rufián cita en ese relato con 16 años la película Blade Runner. Ya acarreaba la pose hipster. Rufián ahora, para ilustrar que Albert Rivera no le saluda cuando se cruzan en el ascensor del Congreso, dice: “Soy como Bruce Willis en El sexto sentido”. Rufián tiene siempre un modelo de Hollywood a mano.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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