A quién votar... y por qué no (II)
Los indecisos pueden decidir el desenlace de unas elecciones tan parecidas como diferentes a las del 20D
Dos de cada diez votantes aún no han decidido el destino de su papeleta. Asumidos los extremos del PP y Podemos, adquiere enorme importancia el caladero del centro que se disputan Ciudadanos, los populares, y los socialistas, aunque son éstos últimos quienes más necesitan el respaldo de los indecisos. ¿A quién votar en esta “segunda vuelta”? ¿Y por qué no hacerlo?
PARTIDO POPULAR
Sí.- En tiempos de incertidumbre, el PP garantiza la continuidad de un modelo que ha proporcionado recuperación económica y corregido el problema de desempleo. Promete Rajoy dos millones de puestos de trabajo en cuatro años, una exageración electoral que no contradice el optimismo de la economía después de la gran depresión de 2011-2104. Por añadidura, el PP no gobernaría en mayoría absoluta y tendría que atenerse a una legislatura de consenso y sensible a las reformas.
No.- La obstinación de Rajoy como líder del PP y como presidente del Gobierno representa un obstáculo al entusiasmo. Una encuesta publicada por El País señalaba que casi el 60% de los votantes del Partido Popular se declaraba partidario de un recambio. Rajoy representa una época vinculada a la corrupción, pero también a la desmesura de los recortes. Que hayamos salido de la crisis no resuelve el problema de cómo, quiénes y cuánto, delineando una sociedad en la que ha crecido las desigualdades.
PARTIDO SOCIALISTA
Sí.- Votar al PSOE es votar a una izquierda ya conocida, una izquierda moderada, una izquierda no experimental. Votar al PSOE significa matizar o relativizar la pujanza de Podemos. Votar al PSOE implica prevenir que se desarraigue uno de los fundamentos de la política española contemporánea. Votar al PSOE supone otorgar la confianza a un líder nuevo, Pedro Sánchez, que asegura un sesgo social y que persevera en la pedagogía de la tolerancia zapaterista.
No.- El PSOE necesita a sus votantes más que los votantes necesitan al PSOE, paradoja de un partido histórico que se ha desenganchado de la juventud y que traslada una imagen de división y hasta de autosabotaje. Pesa todavía en el ánimo de los votantes la negligencia de la gestión económica en tiempos de Zapatero, como lo hace la desconfianza hacia su líder actual, expuesta incluso desde las dudas de algunos dirigentes socialistas de envergadura. El PSOE se encuentra en una crisis existencial. Puede que la mejor manera de ayudarlo sea no ayudarlo.
UNIDOS PODEMOS
Sí.- La coalición que lidera Pablo Iglesias ha logrado ilusionar y movilizar a la izquierda, arraigándose entre los menores de 50 años y perfilando su adhesión entre urbanitas de formación universitaria, aunque su ambicioso espectro electoral tanto abarca a los cabreados y a las clases humildes, como ha logrado satisfacer la expectativa el derecho de decidir en los territorios históricos. Unidos Podemos es, por tanto, una coalición a la carta que pretende cambiar el fondo como ya ha cambiado la forma, aspirando, nada menos, a la transformación de la sociedad.
No.- Resulta preocupante no ya el exceso carismático de Iglesias como su condición de político mutante. Ha recorrido en tres años el camino del comunismo a la socialdemocracia. Y ha rectificado su posición en cuestiones tan específicas como el euro, el pago de la deuda y la OTAN. Semejante transformismo o semejante oportunismo se añaden al problema del idealismo. Y a las dudas de un programa económico que dispara el gasto público. Iglesias propone un nuevo modelo territorial con el comodín del referéndum de autodeterminación. No hace falta apelar al chavismo ni al advenimiento bolchevique para dudar de Unidos Podemos.
CIUDADANOS
Sí.- En cierto sentido, Albert Rivera responde al retrato robot del candidato ideal. Joven, preparado, limpio de casos de corrupción. Ha combatido en Barcelona contra el independentismo y ha combatido en Madrid contra la corrupción del PP y contra el mesianismo de Iglesias. Es el suyo un programa de corte liberal-conservador y atento a las emergencias sociales, un proyecto pragmático y europeísta. Votar a Rivera significa no elegir presidente de Gobierno, sino árbitro del proceso de investidura.
No.- Rivera es Ciudadanos y también al revés, límite de un personalismo que se añade al problema de la indefinición. Que es el problema de la bisagra. El pacto con el PSOE desconcertó a sus votantes de linaje popular, del mismo modo que los votantes de izquierda recelan de la afinidad ideológica al PP. Rivera puede tener un papel decisivo, pero también corre el riesgo de convertirse en un partido irrelevante.
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