El PSOE se revuelve ante el intento de Podemos de llamarse socialdemócrata
Susana Díaz cree que es “la mayor operación de camuflaje político de la reciente de historia de España”
Dirigentes actuales e históricos del PSOE se han conjurado contra la pretensión de Pablo Iglesias de catalogarse como “la nueva socialdemocracia”. Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, cree que es “la mayor operación de camuflaje político de la reciente de historia de España”. Iglesias ha flirteado desde la creación de Podemos con diversas etiquetas a lo largo de todo el espectro de la izquierda, sin un anclaje claro: en 2014 definía su programa económico como “realista, pragmático y socialdemócrata”, pero para el 26-J ha confluido con Izquierda Unida, que incluye al Partido Comunista.
¿Desde cuándo Pablo Iglesias y Podemos son socialdemócratas? Esta es la pregunta retórica de los dirigentes del PSOE para descalificar a ese partido por querer arrebatar un espacio en el que se hicieron fuertes por derecho propio desde el principio del actual periodo democrático. El bombardeo de argumentos en contra va a ser intensivo hasta el día de las elecciones, al estimar que Podemos pretende llevar a cabo la “mayor operación de camuflaje político” de la reciente historia de España, denunció este martes la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. “Son la izquierda anticapitalista y una amalgama de más de 20 partidos que defienden desde la nacionalización de la banca hasta el derecho de autodeterminación dentro de España”, denuncia el vicecoordinador de la campaña socialista, Óscar López. El concepto de “libertad” separa abismalmente a Podemos de la socialdemocracia, sostienen en el PSOE.
“Los comunistas nunca han sido socialdemócratas y siempre se han caracterizado por el ataque a esa doctrina y a quien la encarnaba. Nada ha cambiado”. Esta apreciación de Óscar López es sostenida por candidatos socialistas de toda España que se aprestan a discutir provincia a provincia a sus adversarios de Podemos dónde están sus credenciales socialdemócratas.
No será fácil, reconocen en el comité de campaña, porque no encuentran a los candidatos del partido de Pablo Iglesias especial proclividad a entrar en los contenidos, pero lo intentarán. “Tenemos que confrontar con Podemos para comparar sus propuestas en pensiones, en empleo, en el modelo territorial, en el proyecto europeo, en Educación, modelo productivo y en libertades”. Este es el mandato del comité de campaña a todos sus candidatos y a los cuadros del partido en la confianza de que saldrán airosos.
Como material de referencia utilizarán los dos documentos que Podemos envió al PSOE en los frustrados intentos de negociación. El primero fue contestado punto por punto y el último quedó sin respuesta, ya que Pablo Iglesias rompió definitivamente la negociación muy pocas horas después de haberlo recibido. “Las propuestas de Podemos o son irrealizables o suponen una auténtica involución democrática o supondrían graves perjuicios para España”, dijo entonces el portavoz del comité electoral, Antonio Hernando.
En este terreno los socialistas dicen sentirse seguros pero por si acaso la contraofensiva va a ser fuerte. “Pablo Iglesias es anticapitalista, es comunista, pero fue el profeta del fin de las ideologías cuando dijo que la socialdemocracia era un producto a extinguir con el fin de la Guerra Fría; es todo eso y mucho más, lo que convenga”, acusó este martes el candidato socialista a la presidencia, Pedro Sánchez.
Líderes históricos del PSOE defienden que la socialdemocracia que llegó a España en los ochenta con los Gobiernos de Felipe González tiene poco que ver con los planteamientos de Pablo Iglesias. “Estuvimos muy influidos por la socialdemocracia de Palme [Olof, primer ministro sueco]”, dice José María Maravall, ministro de Educación entre 1982 y 1988. “Estábamos de acuerdo con el equilibrio presupuestario, que era una regla de oro escandinava”, añade.
Según Podemos, sin embargo, la “regla de oro” es otra, y no tiene nada que ver con el equilibrio presupuestario. Lo dice su programa: “Garantizaremos un nivel adecuado de inversión pública en el ámbito nacional (con la introducción de una regla de oro que no incluya dicha inversión en el cómputo del déficit)”.
Debate sobre etiquetas
Josep Borrell, secretario de Estado de Hacienda entre 1984 y 1991 y luego ministro de Obras Públicas, coincide en el origen nórdico de la socialdemocracia de la Transición: “Fue un invento escandinavo-alemán”, dice.
El PSOE tuvo en la Transición su propio debate interno sobre etiquetas, en unos años en que el marxismo era actualidad, no historia. “En los años finales del franquismo había sobrecarga ideológica”, dice Joaquín Almunia, ministro de Trabajo entre 1982 y 1986 y luego de Administraciones Públicas. En 1978 fue noticia que González hiciera esta declaración en una cena con la Asociación de la Prensa de Barcelona: “A mí, personalmente, no me importa reconocer que soy socialdemócrata”. El PSOE se definía en sus estatutos aún como marxista. Un año después, en el Congreso de mayo de 1979, González dimitió porque su partido aprobó seguir definiéndose como marxista. En un Congreso extraordinario en septiembre, se aprobó el cambio y González volvió.
Este uso de la socialdemocracia causa “estupefacción”, según Maravall. Almunia va más allá con algo que define “una táctica electorera (sic)”: “Me produce una sensación de ridículo. Puede haber gente a la que se le engañe con eso. A Iglesias le gusta disfrazarse, porque cree que en el baile de disfraces puede sacar algún voto más”. La estrategia de Podemos de usar etiquetas o definiciones suaves con valoración positiva en el electorado —la mayoría de españoles se define ideológicamente como de centroizquierda— será posible mientras no gobierne. Seguirá siendo, según Borrell, “un estado de espíritu, un feeling, un estado emocional, como el independentismo en Cataluña”.
La batalla del gasto público equilibrado
El debate sobre el gasto público ha sido central para la socialdemocracia a lo largo de la última crisis. Los partidos de centroizquierda siguen teniendo deberes en la gestión del gasto cuando han gobernado, según José María Maravall, ministro de Educación entre 1982 y 1988: “Muchas veces por necesidades de coaliciones con democristianos, el gasto público se ha dedicado a partidas sin carácter redistributivo”, dice.
El gasto redistributivo es el que ayuda a lograr uno de los objetivos básicos de la socialdemocracia que, para el exministro Borrell, es “el pacto entre clases populares y clases medias para garantizar servicios universales”. Ese tipo de gasto no es, sin embargo, ni siquiera la mitad del dinero que invierte el Estado en los países de la OCDE: “Solo un 49% es redistributivo y hay un 51% que beneficia a la mitad más rica de la población”, dice Maravall.
El gasto público general no ha sido, por tanto, una característica específica de la izquierda: “El dirigente que más gastó tras la crisis de 1973 fue [el presidente conservador francés] Valéry Giscard d’Estaing. Con Suárez subió enormemente el gasto público en España”, dice Maravall. Ese es otro desvío de Podemos de la socialdemocracia: “Podemos entiende que todo gasto público es redistributivo. Y no es verdad. La socialdemocracia tiene que hacer un esfuerzo en redistribuir la renta. Pero eso no significa necesariamente gastar más dinero”, concluye.
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