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El comité de ‘La Peseta’ del señor de Pontevedra

EL PAÍS es testigo de la primera cita del equipo de campaña de Rajoy para definir su tono más “cercano y serio” en busca de un voto transversal que valore su experiencia

Javier Casqueiro
Jorge Moragas, jefe de la campana electoral del PP de cañas con gente de su equipo.
Jorge Moragas, jefe de la campana electoral del PP de cañas con gente de su equipo.Samuel Sanchez

Domingo 8 de mayo: Spot. El pizarrón marca en la casilla de hoy que el candidato Rajoy tiene que grabar un anuncio electoral. No dice nada de la festividad familiar que obligó a cambiar el programa del Congreso del PP de Galicia para improvisarle un acto el viernes y pudiera saltarse la clausura de una convención en la que es algo más que un afiliado de base de Pontevedra. Es raro porque el pizarrón blanco estilo Vileda lo marca y supervisa todo. Desde un paseo, un mitin, un encuentro con el presidente de una multinacional hasta la final de la Champions el 28 de mayo, aun en precampaña. EL PAÍS es testigo de cómo trabaja y se toman las decisiones en el comité de campaña de Mariano Rajoy durante su primer día de funcionamiento.

El PP es desde su refundación por José María Aznar en 1990 un partido presidencialista que entrega todo su poder en periodos electorales al director de campaña. Rajoy lo sabe porque ejerció esa función para Aznar. El jefe, ahora, es Jorge Moragas, su director de Gabinete también en La Moncloa.

Es jueves y en Génova 13 se reúne por primera vez el nuevo comité para esbozar los trabajos para el 26-J. Moragas llega a las 12.00 horas en coche oficial desde La Moncloa y se apea en el semáforo de enfrente con su simbólica mochila, su uniforme de diplomático moderno y la cuidada melena que le confiere ese aire juvenil cumplidos ya los 50. Transmite seguridad, confianza y una pasión aventurera por el puesto que ocupa y lo que decide. Está encantado con su actual responsabilidad y no lo oculta.

Entra en Génova como si fuera una pista de pádel: a jugar. Tiene las rutinas tan interiorizadas como para apoyar el trasero sobre el torno para evitar tener que sacar la tarjeta de seguridad del bolsillo posterior de su pantalón. En la séptima planta, la más noble y poderosa de Génova 13, ocupa un despacho acristalado junto al del presidente y frente a la Sala de espera Cataluña. Se rodea de jóvenes y trajeados profesionales en la treintena.

Le esperan Abelardo Bethencourt, un canario de 28 años que ejerce en el partido y para el comité como su jefe de gabinete, y Andrés Medina, un jienense de 34 años y sociólogo con el que todos bromean con la etiqueta de su gurú electoral. Falta Sergio Ramos, su extensión física con Rajoy cuando está de caravana. Medina también hace focus como Pedro Arriola, es decir análisis sobre la cocina de los sondeos electorales, pero no se deja confundir por el cachondeo. Arriola sigue siendo Arriola, trabaja directamente y solo para el jefe, apenas pisa Génova y tiene muchos trienios de una nómina especial.

Bethencourt y Medina entregan a Moragas un informe confidencial recién cocinado sobre las provincias prioritarias donde se juegan el 26-J los últimos escaños por unas centenas de votos con varios mapas de España llenos de colores rojos y azules. Lo tapa. El despacho está lleno de fotos con recuerdos especiales para la extraña y cercana relación que Moragas y Rajoy han trabado estos años. Imágenes juntos en el coche descapotable del director de carrera de la Vuelta Ciclista a España o del líder enfocado en una cartelería desechada.

Llama Noelia y Moragas sale a despachar con su secretaria. En ese gabinete escucha y toma nota Yedra, la secretaria de Rajoy en el partido. Esa coordinación de agendas es básica para un candidato que ejerce también muchas horas de presidente del Gobierno de España en funciones. Las conversaciones y confirmaciones de visitas, discursos y viajes se cruzan sin parar.

La primera cita del comité de campaña de Rajoy para el 26-J está a punto de comenzar pero antes hay que supervisar un papel con los datos sobre la entrevista vespertina con el presidente de Renault España a La Moncloa, José Vicente de los Mozos. En la cronología del pizarrón de Vileda se tiene en cuenta todo. Aún está por borrar la del 20-D y se aprecia que junto al paseo por Reus se reseñada también la previsión del cumpleaños de un rival: Pablo Iglesias (17 de octubre).

Los estrategas populares rotulan “hitos generales, hitos propios y hitos de los adversarios”. El aspirante no puede llegar a todos sitios. Llama el presidente del influente Círculo de Economía de Barcelona, el gallego Antón Costas, para una conferencia el 28 de mayo pero Rajoy quiere revivir ese día en Milán la final española de Lisboa entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid a la que también acudió. Intentará desdoblarse.

El equipo diseña el orden del día a discutir en el primer comité: calendario institucional, reunión con la central de medios y con la agencia de publicidad (el contrato se lo lleva otra vez Shackleton), debates, lemas, listas… Moragas pregunta si es necesario que Rajoy acuda de nuevo a Navarra para firmar de nuevo la repetida coalición con UPN.

Noelia llama al núcleo duro del comité para que empiece la sesión. Moragas preside y están los imprescindibles: los vicesecretarios (Javier Arenas, Fernando Martínez Maillo, Javier Maroto, Pablo Casado, falta Andrea Levy con sesión en el Parlamento catalán), los históricos Juan Carlos Vera (secretario de Organización) y Marilar de Andrés (jefe de comunicación) y la temida tesorera Carmen Navarro.

“Si algo funciona no lo cambiemos, somos todos los que estamos aunque no estamos todos los que somos”, arenga Moragas al equipo. Discuten sobre su propio calendario de reuniones y llegan a la conclusión de que durante las primeras semanas de trabajo se concentrarán los miércoles sobre la una para partir la mañana y obligarse a terminar para la comida. Alguien bromea con encargar un catering para tomar algo si las charlas se prolongan y todos atribuyen a la tesorera su previsible reprobación a ese gasto.

El PP presupuestó 12 millones de euros para el 20-D y ahora se aplicarán un 30% de recorte. Moragas sentencia que la campaña del 26-J será “doblemente eco: económica y ecológica”. El espíritu del desfile del aspirante popular, su lema y su actitud será ahora más “cercano y en serio” que nunca. No habrá cartelería exterior y muy pocos grandes mítines.

La meteorología más propia de verano que del pasado invierno del 20-D ayudará a retratar a Rajoy más en la calle, en pueblos grandes y ciudades medias, con la gente que no vive solo en Madrid y Barcelona y que está inquieta con “mantener su empleo o recuperarlo y con la unidad de España”. El tono de los mensajes del PP será más transversal que nunca. Los vídeos del hípster y el motero que votaban a Rajoy para el 20-D se remasterizarán para romper el estereotipo del votante solo de derechas.

Rajoy no podrá ni querrá evitar su imagen “del señor de Pontevedra” que maneja su perfil de Twitter casi por obligación y transige con las rastas de la nueva política porque no le queda más remedio. “La experiencia y sabiduría de un señor de 61 años puede ser una ventaja frente a una juventud que transmite ansia por llegar al poder pero que no ha gestionado un euro público en su vida”, argumentan para contrarrestar el problema de la evidente veteranía del líder.

Maillo llega desde el Congreso y cuenta los pormenores de su encuentro con los otros partidos para rebajar costes y se toma el pulso a la primera decena de ofertas de debates. “No habrá silla vacía del PP, aunque otra cosa es que no nos quieran en algunos”, se reafirma. Los populares irán a todos los debates que les inviten pero Rajoy se reservará al máximo. El PP esgrimirá que en su partido “sí hay equipos” para relevar al candidato con Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores de Cospedal y algunos ministros.

La decisión sobre los debates del candidato no está aún comunicada, aunque sí sondeada en privado con el PSOE, pero la intención es que Rajoy vaya a un encuentro a cuatro en terreno neutral y como máximo a otro programa más institucional a siete en la televisión pública. El círculo íntimo de Moragas se baja a reponer fuerzas a La Peseta (antes El Verde) ya casi a las cuatro de la tarde. Piden a Ángel, el dueño, unas cañas, unas coca colas, la ensaladilla, empanda de zamburiñas y las croquetas. Miran atrás y concluyen que el trabajo para el 20-D fue espléndido y debe retocarse muy poco. ¿En qué?: “Hay que buscar más tiempo para preparar mejor los debates, aquello fue un error y hay que corregirlo”.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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