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El desafío independentista
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Catalunya por su independencia

Nadie se pregunta cómo podrá ser frenado "el proceso". Y sus protagonistas aseguran que en modo alguno; son conscientes de su impunidad

Antonio Elorza

Recordemos un viejo cuento de sabor kafkiano. El aduanero ve venir un hombre montado sobre un carro con su carga de hierba. La registra a fondo: no hay nada. Al día siguiente se repite la historia, y al otro, y al otro. Desesperado, el aduanero le dice al hombre que ya no le registrará más si le dice cuál es el contrabando que hace. Respuesta:"“De carros, claro".

Algo así sucede con la secesión catalana. Los focos se centran en las angustias de Mas, en la CUP, en la resolución del Tribunal Constitucional, incluso en el artículo del Financial Times. Pero nadie se pregunta cómo podrá ser frenado "el proceso". Y sus protagonistas aseguran que en modo alguno; son conscientes de su impunidad. Las dificultades de Mas para ser presidente suponen una anécdota propia de una política esperpéntica. Lo que importa es que a pesar de eso, y de la desazón de la burguesía catalana dada la sumisión de Convergencia ante la CUP, nada indica que la trayectoria hacia la independencia se vea interrumpida. Mas lo explica muy bien: el año pasado, prohibieron la consulta ilegal, y nosotros la hicimos. No pasó nada. Con el TSJ catalán dilatando el procedimiento, las condenas de entonces, como las de ahora, pueden llegar cuando se esté celebrando el segundo aniversario de la república catalana. Y ya el jefe de los Mossos ha bloqueado la relación entre sus hombres y el fiscal, asumiendo un papel de freno y juez que no le corresponde e imponiendo por adelantado la eximente de la obediencia debida.

Rajoy no ha aprendido nada de su impotencia para impedir la consulta rechazada hace un año por el TC, y tampoco le ayudan los latiguillos de Sánchez. Cambió la ley a última hora, confiriendo facultades ejecutivas al TC, que las acoge de puntillas, y no ha modificado el Código Penal en dos artículos clave: las definiciones de "rebelión" y "sedición" pues ambas solo son consideradas tales si media "alzamiento" público, y violento o tumultuario. El Constitucional se agarra al clavo ardiendo de la desobediencia, de menor eficacia, pues lo que cuenta es su contenido: independizarse de España contra una Constitución democrática y enfrentándose a más del 50% de votos. Solo falta que a esa frágil resistencia, manteniendo Ciudadanos un bajo tono, venga a sumarse Iglesias con su máscara de amor a España para vender un referéndum o una consulta, le da lo mismo, asociada al propósito de "volar la Constitución", según propone su especialista. Pocas razones para el optimismo.

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