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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fin de campaña

El objetivo es que Artur Mas conserve el poder a cualquier precio. Y Rajoy

Fernando Vallespín

Pensábamos que estas próximas elecciones generales iban a ser las de la discusión sobre el cambio y el contraste entre la nueva y la vieja política; las de la oferta de auténticas alternativas sobre el modelo económico-social y la propia organización territorial del Estado; las de la exigencia de responsabilidades por la corrupción y sus secuelas. Había la esperanza de que pudiéramos cerrar este eterno ciclo electoral votando propuestas concretas que luego propiciarían un pacto de reforma constitucional donde la cuestión catalana ocupara el primer punto de la agenda. Es lo mínimo que se había merecido una sociedad que ha sabido reinventarse con vigor después de los largos años de la crisis, pero que, ya agotada, exige un rearme legitimador de sus instituciones.

Las generales iban a simbolizar el final de un ciclo y el paso hacia algo más ajustado a lo que piensa y siente la ciudadanía. Ese era el plan. Pero nos lo han cambiado. Ahora, después de la propuesta de resolución del Parlament, la discusión abandonará la senda de la racionalidad para adentrarse en el lodazal de las identidades, las emociones a flor de piel y la política de la testosterona. Ganan Rajoy y Mas —curiosamente los representantes de las organizaciones más cargadas de casos de corrupción— y perdemos todos los demás. La polarización está servida y castigará a quienes traten de ponerse en medio.

Los polos de esta ecuación son, por un lado, una visión, la de Rajoy, que reduce la democracia a mero Estado de derecho. (No es poco, pero tampoco es suficiente). Y, del otro, una perspectiva que se ve a sí misma como la expresión de una “revolución democrática” más que como manifestación de fuerza identitaria. Locke frente a Rousseau. Lo curioso de este último caso es que su mayoría no se sustenta sobre los votos; su legitimidad la asienta en los escaños, algo que irritaría profundamente al ginebrino. La fiesta democrática, al menos en el imaginario de la CUP, se completaría organizando un Maidán catártico a la ucraniana como reacción a cualesquiera que sean las medidas del Gobierno después de aprobarse la resolución.

En el fondo, sin embargo, el autor que lo explica todo es Maquiavelo. El objetivo es que Mas conserve el poder a cualquier precio. Y Rajoy. Porque ahora nos toca a todos apoyarle y convertirle en el gestor de la unidad de la patria en peligro. La fortuna le ha colocado en un lugar en el que nunca se habría imaginado estar, en el vértice de la parte defensora del Estado, eclipsando así en protagonismo a todos sus potenciales rivales electorales.

La ironía es que quien menos hizo por la negociación y la concordia con Cataluña sea quien más se beneficie de la nueva deriva. Las patrias todo lo tapan, aquí y allí. Pero que todavía no canten victoria. Esta ciudadanía no va a dejar tan fácilmente que se le hurte aquello a lo que tiene pleno derecho: una animada discusión pública sobre las alternativas y la posibilidad de decidir con libertad y sin urgencias. 

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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