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¿Qué queda del asalto a los cielos de Podemos?

Podemos celebró hace un año su asamblea fundacional en pleno auge. La formación que lidera Pablo Iglesias busca ahora remontar en las encuestas

Francesco Manetto
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, interviene en la asamblea fundacional del partido en la plaza de toros de Vistalegre (Madrid).
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, interviene en la asamblea fundacional del partido en la plaza de toros de Vistalegre (Madrid). DANI POZO (AFP)

Podemos comenzó a constituirse hace un año como fuerza política organizada con una declaración intenciones que retumbó en la plaza de Vistalegre de Madrid, escenario de la asamblea fundacional del partido. “El cielo no se toma por consenso. Se toma por asalto”, enfatizó su líder, Pablo Iglesias, recurriendo a unas palabras que Karl Marx dirigió a su amigo el doctor Ludwig Kugelmann para describir la fugaz insurrección de la Comuna de París en 1871. El objetivo del grupo promotor de Podemos, entonces en pleno auge, era quebrar de forma definitiva los moldes del bipartidismo, y hacerlo con la épica del “ahora o nunca”.

Un año y tres citas electorales después, el horizonte ha cambiado. Podemos tiene representación en 14 Parlamentos autónomos y ha impulsado los gobiernos de las principales ciudades, pero la formación afronta ahora las generales del 20-D con el peso del mal resultado de las elecciones catalanas. La caída de 14 puntos desde enero, según Metroscopia, el ascenso de Ciudadanos, interpretada como nueva fuerza del cambio, y la resistencia de PP y PSOE dibujan una campaña complicada para Podemos, cuyos cuadros saben que deberán afrontar una reflexión sobre el futuro del partido en función de la correlación de fuerzas del 21 de diciembre. ¿Qué queda de ese asalto a los cielos?

Las tres ideas de Vistalegre, según Íñigo Errejón

“En Vistalegre teníamos un inmenso reto”, recuerda Íñigo Errejón. “Hacer, de la avalancha inmediata de entusiasmos, una fuerza política con capacidad de construcción de mayorías y de gobierno”. ”Lo hicimos”, explica el secretario de Política de Podemos, “en torno a tres ideas”.
En primer lugar, “que este año era corto, intenso, con más elecciones concentradas que nunca antes, y decisivo,  porque puede marcar la próxima década”.  En segundo lugar, “que había condiciones para intervenir y apostar por una nueva mayoría transversal, porque la ofensiva de la oligarquía ha ido tan lejos que las ideas de cambio son de sentido común y nos llevan a restablecer un acuerdo social roto por los de arriba”. “Se puede cambiar la geografía simbólica de nuestro país, y creo que hoy la partida ya es otra y el escenario político español ya lo hemos cambiado”, prosigue. En tercer lugar, la idea que es necesario “ganar en el carril corto” para “evitar la restauración por arriba y abrir el escenario de cambio constitucional”, y así, también “abrir condiciones para el carril largo: la construcción cultural e intelectual de una nueva voluntad general y horizonte de país”.

Varios analistas coinciden en que el intento de hacer política al margen del paradigma clásico de la izquierda y de la derecha no ha logrado cuajar. “Cambiar el eje izquierda y derecha por el de arriba y abajo no ha acabado de funcionar. El eje ha vuelto y el mercado es amplio, y la pregunta que tienen que contestar antes del 20-D es para qué va a servir el voto de Podemos”, reflexiona José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencia Política en la UNED, que apunta también a una "confusión táctica" en relación con la estrategia electoral. 

Por otro lado, también hay consenso sobre otra cuestión, incluso entre los críticos con Podemos: que la formación dio pie a la disputa por el voto del cambio. “En Vistalegre nació una fuerza política que inauguró expectativas de cambio entre mucha gente distinta, pero también alarmas en las élites viejas que quieren que nada cambie y que han descargado toda su artillería sobre Podemos. Ha sido un año difícil porque Goliat se resiste a David, pero hoy las generales llegan en un contexto en el que nadie niega que España está cambiando y va a cambiar tras el 20-D”, analiza Íñigo Errejón, número dos del partido: "No son unas elecciones más, o sólo para elegir gobierno, sino para reconstruir un acuerdo de país y ganar una década de avance social, democrático y económico".

La dificultad de la que habla Errejón tiene mucho que ver con los tiempos. “Si las elecciones hubieran sido en febrero, el resultado habría sido muy bueno”, señala José Pablo Ferrándiz, vicepresidente de Metroscopia, quien recuerda que entonces muchos potenciales votantes de Podemos se ubicaban en el llamado centro. Pero ahora Ciudadanos “se ha llevado a toda esa gente de centro que estaba descontenta con el panorama”. El 27-S, además, marcó un punto de inflexión, porque aunque sus resultados no sean extrapolables, instaló en el imaginario una “victoria moral” de Albert Rivera.

Los recuerdos de Monedero

“Vistalegre era la posibilidad de hablar de tú a tú a los matones del barrio”, recuerda gráficamente Juan Carlos Monedero. “Era convertir en estatutos nuestra decisión de ir más allá del 15-M. Era construir un vector representativo que desafiará al statu quo y un vector participativo que siguiera politizando a la sociedad”.

 "Vistalegre", opina, "era necesario porque la única manera de que contáramos en un mundo elitista era mirando a la cara a los responsables del vaciamiento de nuestra democracia precisamente en sus cuarteles generales".  "Vistalegre", prosigue Monedero, "nos brindó la posibilidad de disputar al PSOE y al PP gobernar España. Pero una lectura correcta de Vistaalegre nos obliga a regresar a la calle, a la cola del paro, a la salida de los colegios donde esperan los padres, a las panaderías a escuchar a nuestra gente, los que nos hicieron comenzar este proyecto...".

Monedero, quien cree que la asamblea fundacional sentó las bases para llegar a diciembre “con la posibilidad de disputar el gobierno al bipartidismo”, señala uno de los objetivos de Podemos a corto plazo. “Uno de nuestros desafíos pendientes pasa por tener herramientas para demostrar a España que Ciudadanos es un diseño de laboratorio del Ibex 35 con el fin de que el 15-M y el derecho a decidir, expresados en Podemos, no puedan reinventar nuestra democracia”. Lo que califica de “régimen”, considera, “tiene una alternativa a Podemos: una reforma constitucional pactada entre el PSOE y Ciudadanos (con el apoyo del PP y de Convergència) para que el Impulso ciudadano de cambio se quede en nada”.

Aun así, los expertos recuerdan que el electorado está retrasando cada vez más su decisión de voto, por eso resultarán clave los próximos meses y los debates electorales. Kiko Llaneras, investigador del colectivo Politikon, observa “un primer ajuste en las municipales” y luego un descenso paulatino y constante de intención de voto a Podemos, aunque considera difícil que baje mucho más.

Mientras, los dirigentes del partido buscan reactivar la épica de aquellos momentos iniciales, cuando el consenso en torno al diagnóstico de Podemos había logrado cambiar el mapa político. “Vistaalegre nos brindó la posibilidad de disputar al PSOE y al PP gobernar España. Pero una lectura correcta de Vistaalegre nos obliga a regresar a la calle, a la cola del paro, a la salida de los colegios donde esperan los padres, a las panaderías a escuchar a nuestra gente, los que nos hicieron comenzar este proyecto”, considera Juan Carlos Monedero, fundador del partido.

El principal objetivo de Podemos es ahora desactivar el efecto Ciudadanos y la resistencia del bipartidismo. “Que el adversario reaccionase de forma tan furibunda contra las tesis de Vistalegre, al mismo tiempo que trata de parecerse a lo nuevo, demuestra por una parte que los poderes conservadores son aún fuertes, pero también que era una hoja de ruta que les preocupaba porque posibilitaba el cambio. En Vistalegre el adversario aún no había reaccionado, y poco después reaccionó tratando de bloquear aquella hoja de ruta. Hoy llegamos en condiciones de equilibrio entre nuestro empuje y su relativa capacidad de bloqueo”, concluye Errejón.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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