Claves de la negociación que viene
Sin algunas concesiones previas no habrá forma de sentar a las partes en torno a la misma mesa
Hay un cierto consenso en señalar que el independentismo ha ganado las últimas elecciones catalanas, pero que ha perdido el plebiscito. De acuerdo, pero, ¿ahora qué? ¿Cómo se gestiona eso? Las preguntas se amontonan sin que seamos capaces de ofrecerles una respuesta. 1.- ¿A quién le toca negociar? Porque si ha habido algún perdedor claro en dichas elecciones han sido sus dos protagonistas, Mas y Rajoy, que están incapacitados para liderar a las dos partes en conflicto. O, por formularlo de otra manera, ¿entre qué fuerzas políticas habrá que buscar el acuerdo? 2.- ¿Sobre qué hay que negociar? No es lo mismo negociar sobre la independencia que sobre alguna forma de encaje de Cataluña en el Estado. Y esto suscita la necesidad de empezar a concretar las diferentes terceras vías, algo sobre lo que todavía no hay consenso en el interior mismo de los principales partidos políticos. 3.- ¿Cómo ha de establecerse la negociación? ¿Quién la inicia y cuál va a ser el procedimiento elegido? O ¿cuál será el grado de formalidad/publicidad relativa que va a tener este proceso? Y 4.- ¿Cuándo va a empezar la negociación? Parece claro que no será inminente dado el perturbador periodo de la larguísima campaña electoral que ahora se inicia.
Casi todas estas preguntas admiten diversas respuestas y están abiertas a varias contingencias. Lo único cierto es que la más decisiva es la 2, la relativa al objeto de la negociación, el qué hay que negociar. Entre otras razones, porque sin el ofrecimiento de algunas concesiones previas no habrá forma de sentar a las partes en torno a la misma mesa, no habrá negociación que valga. Por el lado español, la concesión mínima debería ser la voluntad declarada de alterar el statu quo, y, por el catalán, la renuncia al independentismo. No en vano, éste encontró suelo fértil a partir de una serie de agravios, supuestos o reales, y del inmovilismo del ahora partido en el Gobierno. Además de la convicción de que no habría consenso en España para acomodar las ansias de más autogobierno de un sector mayoritario de la sociedad catalana. El hecho de que la cuestión catalana y la ya inevitable reforma constitucional serán el principal punto a discutir durante los próximos meses pondrá a prueba si esta última afirmación se sostiene.
Así visto, la campaña electoral, lejos de ser un impedimento, puede convertirse en un importante ensayo para la clarificación de las distintas posturas y de la diferente voluntad relativa de llegar a acuerdos. De quién propicia qué y cómo alcanzarlo. Ya está muy manida la expresión, pero no hay otra mejor: lo que hay que contrastar son los diferentes "proyectos de país". Más que sobre políticas concretas, que también, se decidirá sobre el modelo de Estado que queremos, el qué nos une y nos separa y cómo podemos seguir viviendo juntos. Y se verá si hay grupos que anteponen supuestos beneficios electorales a que prevalezca la concordia. Al final seremos los ciudadanos quienes pongamos a cada cual en su sitio. En España y en Cataluña.
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