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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inseparables

El resto de España no es un lastre para Cataluña, sino un mercado de 40 millones de consumidores

Artur Mas ha presentado el modelo de Administración tributaria que implantaría en una hipotética Cataluña independiente. El presidente de la Generalitat siempre ha vinculado su salto al independentismo en 2012 con la negativa del Estado a facilitar la autonomía financiera de Cataluña a fin de evitar lo que considera abuso del poder central en la distribución de las cargas: las famosas balanzas fiscales, que miden la relación entre los impuestos que pagan los habitantes de un territorio y lo que reciben del Estado en inversiones y gasto.

Los catalanes aportan más de lo que reciben, de acuerdo con su mayor desarrollo y riqueza, como ocurre en todo sistema fiscal moderno. Es cierto, por tanto, que Cataluña transfiere recursos a otras comunidades. Si la cantidad resulta excesiva o no es una cuestión discutible, como prueban los resultados diferentes de los cálculos de los expertos, según la metodología empleada. Pero es indiscutible que la cuestión no puede separarse de las balanzas comerciales, que miden la relación entre exportaciones e importaciones de cada comunidad. Tales balanzas demuestran que la prosperidad catalana es inseparable de su inserción en el marco español. Ese marco fue decisivo en la industrialización de Cataluña con mano de obra barata y proteccionismo aduanero. Pero también lo es en la actualidad, como mercado.

Hoy es posible medir los saldos comerciales de cada comunidad autónoma en relación al resto del territorio y a cada una de las otras comunidades. El Centro de Predicción Económica, patrocinado por siete comunidades autónomas, acaba de publicar su informe trimestral sobre el Comercio Interregional, fechado en julio de 2015 (www.c-interegional.es). Aunque ha retrocedido respecto a la media de la década anterior, Cataluña sigue siendo, con gran diferencia, la comunidad con un mayor saldo positivo (+14.969 millones de euros en 2014) entre lo que vende y lo que compra en el resto de España: un mercado de casi 40 millones de personas. Es también la comunidad que más exporta a otros países (unos 60.000 millones) pero también la que más importa (71.000 millones) lo que da un saldo negativo de 11.000 millones.

Carece de fundamento, por tanto, justificar el deslizamiento independentista porque España "es un lastre" para Cataluña, un "freno a su desarrollo" que hace indispensable contar con una Hacienda propia no tan "condicionada" por las políticas redistributivas del poder central. La aportación catalana a estas políticas puede ser objeto de negociación, pero no de imposición de la parte al todo. Y en todo caso, la salida rupturista sí que sería un freno cuando provoque su exclusión de la UE, cuya indeseabilidad acaban de probar los griegos. Aunque es lógico pensar que esa exclusión no sería para siempre, es seguro que durante un periodo no corto la economía catalana retrocedería considerablemente y la de España también. El argumento económico para justificar la aventura de Mas es, por tanto, insolvente.

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