La última oportunidad
¿Tienen razón los que dicen que la oposición derecha/izquierda está agotada?
La gobernanza europea es endiablada porque las instituciones políticas comunes carecen de autonomía respecto a los Estados y, por tanto, la UE sigue siendo por encima de todo un tratado intergubernamental. Naturalmente, mandan los países más fuertes. Y en torno a ellos se configuran las distintas alianzas.
Y estos son Alemania y Francia, con las relaciones de fuerzas decantadas del lado de la primera, bien arropada por el este y el norte de Europa. Tal como funciona la Unión no es fácil esbozar políticas alternativas. La actitud ante Grecia no es la misma en unos países y otros, pero, a la hora de la verdad, todos van a una.
Las diferencias tienen mucho que ver con razones históricas, geográficas y culturales, siguiendo líneas de diferenciación tradicionales (la Europa Mediterránea y la Continental, las áreas de tradición católica y de tradición protestante, el norte y el sur) pero las sensibilidades políticas también entran en juego. Aunque siempre se han acabado plegando a las exigencias de Berlín, los socialdemócratas Renzi y especialmente Hollande son los únicos que se han permitido exhibir tímidas discrepancias.
¿La crisis política europea ofrece una oportunidad a la socialdemocracia para salir de su letargo? ¿Se dan las condiciones para que el presidente Hollande tome mayor distancia de la ortodoxia europea y con él otros socialdemócratas, hasta volver a ser alternativa y no apéndice o recambio de la derecha? ¿O hay que dar a la socialdemocracia por definitivamente enterrada, después de tantos años de mimetismo de la derecha, cegada por la hegemonía ideológica conservadora? ¿O quizás hay que entender que la alternativa ya sólo puede venir de otra parte y que llevan razón los que dicen que la oposición derecha/izquierda está agotada y que, con la actual estructura de clases, los sujetos del cambio ya no son lo que eran?
Convencidos de que si Europa desplegaba toda su energía comunicativa para asustar a los griegos la derrota de Tsypras estaba asegurada, socialdemócratas como el ministro alemán Sigmar Gabriel, el presidente del parlamento, Martin Schultz, o el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, se apuntaron a la línea dura e hicieron una campaña de trazo grueso y arrogancia innecesaria. Ahora, se les ha puesto cara de palo. Ante la inoperancia de los partidos de izquierdas, los movimientos sociales están abandonando su marginalidad para entrar en política.
Alguien tiene que dar sentido a la voluntad de cambio y a las demandas de redistribución del poder. ¿Llega tarde la socialdemocracia? Pedro Sánchez ha comprendido que era necesario abrirse a la izquierda alternativa y ha sabido pactar con ella. ¿Será capaz de capitalizar el actual estado de ánimo de la ciudadanía ante unas instituciones que les han negado incluso el reconocimiento? ¿Tendrá credibilidad para hacerlo? Estamos, probablemente, ante la última oportunidad de la socialdemocracia. Y una cosa es cierta: será europea o no será.
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