“Leninismo amable”
Con sus primarias, Iglesias ha superado en nivel de autocracia alcanzado por Rajoy en el PP para la designación de candidatos
Con sus normas para las falsas primarias de Podemos, Pablo Iglesias ha superado en nivel de autocracia alcanzado por Rajoy en el PP para la designación de los candidatos. Por lo menos, Esperanza Aguirre estuvo en condiciones de decir “¡aquí estoy yo!”, condicionando así la decisión de su líder. Con el método de Iglesias no existe esa posibilidad, ya que las candidaturas son designadas desde el centro y con una circunscripción única para toda España, salvo las tres excepciones de las nacionalidades.
Las candidaturas son designadas desde el centro y con una circunscripción única para toda España
Hace unos meses, al describir el proyecto de Podemos en Argentina, Monedero lo calificó de “un leninismo amable”: un monopolio adscrito al líder para la toma de decisiones que es asumido con alegría por los miembros de la formación, incluso aceptando procedimientos como el reseñado, que suponen un falseamiento radical, por inversión de sujetos, de la democracia interna. No es nada nuevo en la historia de los partidos montados sobre movimientos de masas, donde la intervención de estas ha tendido con demasiada frecuencia a limitarse a un seguimiento estricto de las consignas, a las movilizaciones y a la participación subalterna. Es la fórmula de todos participan, pero decide uno. Pero entre estos antecedentes se cuentan sobre todo variantes de caudillismo. Aquí y ahora el de Iglesias sobre Podemos, y como intención personal, sobre toda España, no ofrece la menor duda.
Resulta contradictorio que la maquinaria reproduzca todos los vicios propios del culto a la personalidad
Es una consecuencia lógica, aplicada a las elecciones generales, del tipo de organización que Iglesias impuso, para ese asalto a los cielos que glosa Torreblanca, en la conferencia fundacional de su grupo. Lo califiqué entonces de “centralismo cibercrático”, en la medida que la red y, en particular, el sistema de comunicación interno, garantizaba la ilusión de intervenir cuando solo cabía obedecer al jefe. Incluso con más intensidad que en el modelo leninista, porque allí al menos formalmente los órganos superiores eran elegidos por los inferiores en el congreso. Aquí la configuración es piramidal. Ahora con más fuerza. Da la impresión de que esta lo aceptará tras algunas protestas, ya que hay verosímilmente muchos puestos por cubrir. Resulta no obstante contradictorio con las promesas de protagonismo de “la gente” que la maquinaria dispuesta para hacerlo efectivo reproduzca todos los vicios propios del culto a la personalidad y de la organización militar con un líder al mando. El buen funcionamiento del tinglado requiere una buena dosis de “seducción” y en esto Iglesias es un maestro.
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