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El fiscal pide prisión para un oficial por intentar violar a una subordinada

El teniente de navío A. D. R. se enfrenta a una pena de cuatro años de cárcel por un delito de abuso de autoridad

Miguel González
Vista aérea de la Isla de Alborán (Almería).
Vista aérea de la Isla de Alborán (Almería).

Nochevieja de 2013. Once militares intentan olvidar la soledad y la lejanía de sus familias en el islote de Alborán, a 92,6 kilómetros de la costa de Almería. Aunque está prohibido el consumo de bebidas alcohólicas, la cena celebrada en el comedor del faro se remoja con vino y cerveza. Toman las uvas con cava y luego circulan botellas de ron, ginebra y whisky al son de la música. El jefe del destacamento, el teniente de navío A. D. R., no está en condiciones de amonestar a sus subordinados: se tambalea al andar y le cuesta hablar.

Hacia las 4.30 de la madrugada, los que aún están despiertos dan un paseo hasta el cementerio. El teniente de navío, sentado junto a la marinero Olga, le pasa la mano por la cintura. Ella se la retira, pero el jefe insiste y ella se levanta de un salto. Uno de los soldados se percata.

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Pasados 15 minutos, inician el regreso por un camino escasamente iluminado. Pese a que ella intenta evitarlo, el oficial y la marinero se quedan rezagados. Él se sitúa detrás de Olga y con una mano le agarra las muñecas y se las sujeta a la espalda. Con la otra le tapa la boca mientras le repite que no pasa nada. Los demás siguen andando y se alejan de ellos. Ella consigue zafarse y llama a una de sus compañeras “¡Raquel!”, pero su superior la coge del brazo y tira hacia atrás. La marinero pierde el equilibrio y cae al suelo boca arriba. A. D. R. se sienta a horcajadas sobre ella. Le vuelve a tapar la boca y le susurra: “Pórtate bien que tú eres una niña buena. Esta noche te voy a hacer una reina, te voy a chupar entera y te voy a hacer un traje de saliva, esta noche te voy a hacer cosas que nunca te han hecho”. Mientras le besuquea la cara, A. D. R. le coge la mano izquierda y la coloca sobre sus genitales.

Encerradas en el baño

Olga, que no ha parado de forcejear, logra zafarse y huye despavorida. El oficial la persigue. Antes de que logre cogerla, ella alcanza a su compañera. “Raquel, corre, agárrate a mi brazo y vamos para el faro”, le dice. Se meten en el aseo femenino y cierran con llave. Por fin se sienten seguras. Pero el teniente de navío empieza a aporrear la puerta, mientras grita: “Olga, ábreme, tengo que hablar contigo, por favor no cuentes a nadie lo que ha pasado. Tengo dos hijos que no tienen culpa de nada”. Las dos marineros le responden que se vaya. Pero él sigue golpeando la puerta, insistiendo en que salga Olga.

Antecedentes por maltrato

M.G.

Según el teniente de navío A. D. R., fue Olga quien se le insinuó aquella Nochevieja de 2013 en la Isla de Alborán y le intentó coger la mano repetidamente. “A la tercera ocasión, se volvió y le dijo que le dejase, momento en que la marinero le intentó dar un beso en los labios. Entonces, ya de manera imperativa, le ordenó que se marchase y ella empezó a llorar corriendo hacia el faro”. ¿Por qué entonces intentó con tanta insistencia hablar con la marinero para disculparse?, le preguntó el juez.

Según el registro de penados del Ministerio de Justicia, el teniente de navío ya fue condenado en firme a seis meses de prisión como autor de un delito de violencia de género, lesiones y maltrato familiar cometido en 2003, lo que no afectó a su carrera militar.

Las dos mujeres abren el ventanuco del aseo y piden a gritos auxilio. Acuden un cabo y un soldado y las marineros les abren la puerta. El oficial aprovecha para colarse y coge de los brazos a Olga. Se arrodilla y le pide perdón. El cabo y el soldado se lo llevan a su dormitorio.

Las dos mujeres van al cuarto del cabo primero, donde explican lo sucedido a cuatro compañeros. Minutos después irrumpe el teniente de navío y vuelve a suplicar a Olga, entre lágrimas, que no le cuente nada a nadie. Por segunda vez tienen que llevárselo.

Las dos marineros se retiran a su habitación y el oficial aparece de nuevo, vestido sólo con los pantalones del pijama. Esta vez coge a Olga por las muñecas y la empuja contra un ropero mientras le suplica que hable con él. La marinero le grita que se vaya y el cabo y el soldado se llevan de nuevo a A. D. R. Para evitar más incidentes, el cabo se queda a dormir en el cuarto de las marineras: pone su colchón en el suelo bloqueando la puerta.

A la mañana siguiente, cuando van al baño, las dos marineros se tropiezan con el teniente de navío, que les está esperando. Les dice que si cuentan lo que ha pasado lo hundirán personal y profesionalmente y ofrece a Olga todo el dinero que quiera para que no lo haga. Durante la mañana, el jefe del destacamento habla por separado con varios de sus subordinados para que convenzan a la marinero de que guarde silencio. Después de comer, los reúne a todos y les dice —sin entrar en detalles— que la noche anterior no se ha portado ni como un oficial ni como un caballero y pide perdón por ello. Olga le contesta que no le denunciará por consideración hacia sus hijos.

En los días siguientes, la marinero se siente cada vez peor, tanto física como psíquicamente. El suboficial ha retirado el arma al teniente de navío, con el pretexto de limpiarla, pero ella no puede evitar encontrárselo en una isla de poco más de siete hectáreas. Le pide al sargento primero que la saque de allí y él le contesta que debe presentar un parte. Por fin, el 4 de enero, llega un helicóptero para evacuarla. En el mismo vuelo, detrás de ella, viaja el teniente de navío, relevado del mando, Hasta aquí el relato incluido en el auto de procesamiento.

Aborto espontáneo

Según Olga, tras esperar más de una hora, es conducida a casa del almirante, de la que ve salir a su agresor. Dos altos mandos de la Armada intentan convencerla de que lo sucedido no salga a la luz para no manchar el nombre de la institución, y le advierten de que, si acude a un hospital, éste dará cuenta a la Guardia Civil.

La marinero, que se siente cada vez peor, es examinada el 6 de enero en un centro médico de Jerez de la Frontera (Cádiz), donde se le diagnostica contractura cervical, tendinitis en el hombro y esguince de muñeca, así como un trastorno de ansiedad postraumático. Cuando fue agredida por su superior, estaba embarazada de varias semanas. Diez días después, sufre un aborto espontáneo.

La denuncia por agresión sexual es tramitada por el juzgado de violencia contra la mujer de Jerez de la Frontera (Cádiz) pero, tras una larga disputa jurídica, el caso ha acabado en manos de la jurisdicción militar, que instruye un delito de abuso de autoridad. El juez militar ha asumido la orden de alejamiento dictada por el juzgado civil contra el oficial.

Desde enero de 2014, Olga está de baja psicológica, por lo que su retribución mensual se ha reducido a unos 800 euros. Ha vuelto a casa de sus padres y ha pedido un préstamo bancario para pagar la minuta de su abogado. En el juicio, previsto tras el verano, su exjefe se enfrenta a una pena de cuatro años de cárcel.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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