“Las explosiones se repetían a bordo, parecían bombas”
Los pasajeros rescatados en el ferri incendiado en Mallorca cuentan su experiencia
"No tengo trabajo y me quedé sin nada, mi furgoneta estaba a bordo. He perdido hasta los calzoncillos, todo lo que tenía”. José Manuel tiene 58 años y está en paro. Es uno de los 156 ocupantes del Sorrento, el ferri de la compañía Acciona-Trasmediterránea, rescatados este miércoles en alta mar entre Mallorca e Ibiza, tras iniciarse un fuego a bordo que convirtió la nave en una tea de fuego y humo. "Había venido a Mallorca a buscar un empleo, en hostelería, en cualquier cosa", comenta. "El incendio y el rescate han sido tercermundistas”, apostilla.
"Ha sido algo inaudito, creíamos que no salíamos de allí", espeta Alfredo, otro rescatado. Todos los ocupantes – tripulantes y pasajeros, de doce nacionalidades- pudieron abandonar el barco de carga y pasaje en llamas, que no naufragó, no se fue a pique. Ahora es un casco de casi 200 metros de largo, aún humeante, a la deriva a 18 millas de la costa de Mallorca. Se trabaja para que no se viertan al mar sus 753 toneladas de fuel y aceites contaminantes.
El Ministerio de Fomento debe decidir el futuro de la nave, que es una amenaza para la naturaleza y el turismo en las costas próximas. La propietaria del Sorrento es la compañía Atlantica CSPA di navigazione, lo alquiló a Trasmediterránea-Acciona. La ministra Ana Pastor indicó que la compañía aseguradora del buque ha entrado en acción para afrontar la situación de crisis.
"La prioridad eran las personas. Ahora hay que evitar cualquier riesgo medioambiental, hay que maximizar el esfuerzo para que el riesgo sea mínimo", explicó la ministra Pastor en Palma. Habló con precisión sobre el operativo de rescate y emergencia y acerca del contenido de contaminantes (cuatro elementos distintos) pero solo admitió una pregunta, que no contestó.
Los ocupantes del barco, de bandera italiana, construido en 2003, pudieron acceder a dos botes salvavidas y a una balsa, tras estar casi una hora a bordo, mientras avanzaba el fuego. El conato no se pudo atajar y la nave fue una pira de llamas, calor y humaredas.
El capitán dictó la orden de abandonar y ocupar los botes una hora después de haber alertado a Salvamento Marítimo del siniestro, según subrayó a la prensa el responsable en Palma, Miguel Félix Chacón. La primera autoridad de la nave supuso que podría sofocar las llamas.
"Había explosiones, parecían bombas. Las llamas hacían reventar los neumáticos de los vehículos que iban en las bodegas”, dice otro protagonista, Alfredo, uno de los 76 conductores de camiones que hacen la ruta en esta línea. Recordó el momento del SOS por el incendio: "Dormía, me avisó un compañero. Creí que era una broma y seguí durmiendo hasta que oí la sirena y salí pitando con lo puesto". El siniestro fue retratado y grabado en vídeo por algunos de los ocupantes de los barcos rescatadores que estaban en el escenario del accidente.
José Manuel charla nervioso con el miedo en la cara en el puerto de Palma. Había partido el mediodía de ayer rumbo a Valencia, donde debía llegar ocho horas después. "Quizás hay demasiada gente aquí". Él vio a decenas y decenas de sanitarios, personal de emergencias, policías, autoridades -ministro, presidente, alcalde, concejales, directores generales-, a muchos periodistas, focos, micros y cámaras. Una madre con el único niño pequeño que iba en el barco sale abrigada con una manta roja. A lo lejos hace la señal de victoria con los dedos.
"Si esto ocurre de noche, no lo contamos". Era el relato repetido a los guardias civiles por los tripulantes y pasajeros preguntados por el suceso. El siniestro terminó bien, muy bien, porque pudo suceder una catástrofe naval con muchos muertos, quemados o ahogados. Ese es el diagnóstico en los muelles del puerto Palma.
El Sorrento podía cargar 956 pasajeros y 150 vehículos. Sólo hubo un herido de importancia. El resto, pasajeros y tripulantes de 12 nacionalidades distintas, salieron sin heridas. Ocho fueron atendidos en los hospitales.
"Ay, amigo, prefiero callar", insiste José Manuel, con acento gallego. "No sé nadar", confiesa Julián, un camionero de Cuenca de 58 años, que se vio en una balsa junto a cien personas más. Las cuerdas y poleas para bajar a las lanchas hasta el mar quedaban atascadas. “La balsa, con 100 personas, quedó inclinada en un costado y chocó contra el casco. Nos golpeamos mucho” narra Gabriel. "Tuve miedo pero no hubo sensación de pánico", admite Julián, de Cuenca.
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