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Columna
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Syriziana

Tsipras canta victoria y Podemos se frota las manos ante su previsible avance electoral

Enrique Gil Calvo

Comienza la catarsis desencadenada por la tragedia griega. En una sola semana se han desatado de golpe todas las furias: primero victoria aplastante en las urnas, en seguida formación de gobierno con los ultras antieuropeos, luego aplicación inmediata de una terapia de choque multiplicadora del gasto social, a continuación veto a la política europea de sanciones al agresor moscovita, después ruptura de relaciones con la troika como medida de fuerza para renegociar la deuda… Y así sucesivamente, en un trepidante desembarco preparador del asalto final a la fortaleza europea, cuyas defensas parecen haber quedado por el momento desbordadas. Un ardor guerrero que casa muy bien con el carácter monocolor de un gobierno 100 % masculinista.

Pero no hay por qué lamentarlo, pues el directorio europeo se lo tenía más que merecido. Por eso hay que interpretar la impetuosa revancha de Syriza como la constatación del doble fracaso que supuso el austericidio. Primero un fracaso económico, pues el recorte de gastos y salarios no supuso una “consolidación fiscal expansiva”, como había profetizado el neoliberal Alesina, sino por el contrario la caída en la segunda recesión y la consiguiente deflación depresiva. Y un fracaso político pues lo que se ha logrado no ha sido disciplinar a las pródigas poblaciones del sur europeo sino por el contrario despertarlas de su letargo, provocando su espíritu de resistencia hasta generar rebeliones sociales como las que hoy protagonizan Syriza y Podemos. Los tecnócratas de la eurozona pensaban gozar de impunidad para perpetrar su injusto austericidio, pues creyeron que el coste de la crisis lo pagaría sin rechistar la inerme población del sur. Pero ahora resulta que los indolentes mediterráneos han logrado disponer de un arma política con la que ajustarles las cuentas. Un arma de doble filo como la que ya esgrime Tsipras y quizás esgrima Iglesias, sin advertir que el precio del ajuste lo pagará de nuevo la sufrida población del sur.

Entretanto, mientras Syriza canta victoria, el flamante Podemos se frota las manos entre nosotros, como ha podido verse este mismo sábado en la magna okupación de la Puerta del Sol convocada tanto para reinyectarse en vena la memoria fundacional del 15M como para celebrar el triunfo de su modelo syriziano de inspiración. Una victoria que la banda de profesores complutenses reinterpreta como claro anuncio de la suya futura que acarician como inevitable. Y no les falta razón, pues en efecto, existen fundados argumentos que permiten pronosticar un formidable avance electoral de Podemos.

Es verdad que la mayoría del electorado no comulga con su agenda oculta syriziana sino todo lo contrario. Pero pese a ello se les votará masivamente. Aquí ocurre como en Cataluña, donde la mayoría no es independentista pero elige a partidos que sí lo son. Y entre nosotros puede pasar igual. Pese a no comulgar con el radicalismo de Syriza, quizá sean mayoría los que voten a Podemos. Y ello por dos razones al menos. Ante todo, como voto de castigo al aciago bipartidismo. Y además por efecto de la polarización, que retrae a los moderados incrementando su abstencionismo mientras excita a los indignados extremando su participación. El que calla otorga y el que más grita suele terminar por imponerse. Y para muestra, Syriza.

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