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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La decadencia de la mentira

'Ruz-Bárcenas' es una dramaturgia de la transcripción de la comparecencia del extesorero

En La decadencia de la mentira, el mejor de todos sus escritos de crítica estética, Oscar Wilde arremete contra el culto monstruoso de los hechos, cuyos devotos acaban por escribir novelas tan semejantes a la vida que no hay modo de creer en su verosimilitud. Esa misma incredulidad es la que invade a los distinguidos espectadores de la obra Ruz-Bárcenas, que se representa estos días en una coproducción del Teatre Lluire y el Teatro del Barrio en la calle Zurita, del madrileño barrio de Lavapiés. El texto es una dramaturgia que sigue la transcripción de la comparecencia de Luis Bárcenas el 15 de julio de 2013 ante el juez Pablo Ruz. Recordemos que el compareciente venía de ser tesorero nacional del Partido Popular y senador elegido en sus listas.

Es de general conocimiento la abierta resistencia de Bárcenas al relevo, así como los honores que se le tributaron con ocasión de su despedida y su condición actual de residente en el establecimiento penitenciario de Soto del Real. Al público de la mencionada pieza teatral se le advierte de que nada ha sido añadido al acta de la declaración de aquel día, de la que sólo se han eliminado reiteraciones propias del lenguaje oral. De ahí que cunda el asombro y que el desalojo de la sala se haga, como puede suponerse, en estado de desconcertante perplejidad. Por eso, de vuelta a Wilde, se impone coincidir en su radical afirmación, según la cual cuando el arte renuncia a su medio imaginativo se aboca a un completo fracaso. Al mismo tiempo, la lucidez de nuestro autor hace muy atendible su convocatoria para que nos empleemos con denuedo en la renovación del antiguo arte de la mentira.

Rajoy contestó 35 de las 43 preguntas de Rubalcaba deplorando la herencia recibida

Una tarea urgente, más aún cuando en el índice de medidas regeneradoras anunciadas por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, destaca la ausencia de propuestas en esa línea. Mientras, valdría como entrenamiento un recorrido por las 46 sesiones de control celebradas en el pleno del Congreso de los Diputados a lo largo de la presente legislatura, desde la primera, fechada el 8 de febrero de 2012, hasta la última del anterior periodo de sesiones, correspondiente al 9 de julio del 2014. En el transcurso de las mismas, el presidente Rajoy hubo de responder un total de 129 preguntas. Sus inquisidores fueron 22, de un total de 350 diputados. El reparto fue muy desigual, con prima muy alta para los portavoces de los grupos parlamentarios. El más destacado fue el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, con 43 preguntas, seguido por Rosa Díez con 17, Cayo Lara con 13, Josep Antoni Durán con 11 y Aitor Esteban con 10.

Ahora vendría el estudio en detalle de cuáles fueron las cuestiones suscitadas. La técnica preferida es la inocuidad de una pregunta abierta, por lo general irrelevante, para evitar poner al interrogado en antecedentes. De este modo, en el turno de réplica se intenta sorprender aportando datos frente a los que no ha podido prepararse. Pero el presidente es imbatible y ha contestado a 35 de las 43 preguntas planteadas por Rubalcaba, limitándose a deplorar la herencia recibida del Gobierno anterior. Una referencia que prometió descartar cuando solicitó el voto de investidura, el 19 de diciembre de 2011. Con Pedro Sánchez hizo lo mismo en su estreno del 10 de septiembre. Continuará.

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