La extraña ruptura de Castro y Horrach
El juez y el fiscal del ‘caso Nóos’ formaron un tándem muy eficaz contra la corrupción La imputación de la Infanta rompió su vínculo
“Yo solo hago lo que Pedro Horrach me indica”. El juez José Castro, así, campechano y cómplice, respondía con ese gesto de modestia a una felicitación. Fue en 2011, tras conocerse una sentencia condenatoria de una pieza del caso Palma Arena, el macrosumario que ambos habían tejido en equipo desde 2008 y en el que anida el caso Nóos que afecta a Iñaki Urdangarin, Cristina de Borbón, Jaume Matas y otros 13 encausados.
El juez Castro y el fiscal Horrach formaron un tándem, una relación blanca, bien avenida en lo personal y muy certera para destapar la corrupción. Fueron muy eficaces en su afán de concretar posibles acciones delictivas de los poderosos, en la política y los negocios en Mallorca. Ocurrió así durante años, hasta que estalló el actual duelo personal y jurídico a raíz de que Castro imputara a la Infanta en contra del criterio del fiscal. La brecha parece irreparable, sobre todo desde que, el pasado viernes, Castro retase al fiscal a que se querelle contra él si cree que prevarica. Los escritos de Horrach están cargados de minas sobre la acción del instructor que fue su amigo. Dice que ha investigado de manera “inquisitiva” a la hermana del Rey “por ser quien es”, mientras que el instructor cree que el acusador público le da un trato deferente.
La pugna jurídica juez-fiscal sobre el cierre del caso Nóos ha desembocado en una guerra pública y en una toma de posición entre bandos: entre los partidarios de uno u otro, o más bien, entre quienes quieren que la hermana del rey Felipe VI se siente el banquillo o los que entienden que no hay materia penal contra ella.
Los choques
Abril de 2013.El juez Castro imputa a la Infanta y Horrach lo ve "discriminatorio": "¿Qué hecho, dato, circunstancia, documento, testifical o cualquier otro elemento incriminatorio ha sobrevenido?"
Septiembre de 2013. El juez decide imputar a Francisco Camps y Rita Barberá sin advertir a Horrach, que decide maniobrar e intentar que el Tribunal Superior valenciano le quite toda la causa a Castro y la finalice.
Noviembre de 2013. Horrach indica que el juez "obra sobre la Infanta con una especulación huérfana de sostén indiciario, del ámbito de la rumorología".
Enero de 2014. El juez imputa otra vez a la hermana del Rey. Horrach le dice que se basa en una "teoría conspirativa" para "justificar la imputación" con "déficit interpretativo".
Febrero de 2014. Declara la Infanta y el juez y el fiscal chocan en el interrogatorio: "No me interprete, haga preguntas", dice Castro a Horrach que ironizó sobre el cuestionario judicial.
Junio de 2014. El juez cierra el caso y quiere procesar a la Infanta como supuesta autora de dos delitos fiscales y uno de blanqueo, por "sobrados indicios" contra ella.
El fiscal replica: Castro actúa a la carta, "desprecia indicios de notable fuerza exculpatoria" para la Infanta, en una instrucción en "espiral inquisitiva, sin neutralidad, falta de imparcialidad y objetividad, mera especulación y pura ficción". Ve al juez contaminado por los medios, con sus "juicios paralelos" y Castro responde a través de la prensa por las "expresiones de descrédito y falta de respeto" hacia él y lo reta a que le denuncie porque le imputa un delito de prevaricación.
Esta es la foto fija de hoy, pero durante muchas semanas de la instrucción, desde 2010, Castro y Horrach pasaron más horas juntos que con sus respectivas mujeres, María y Ana. Han consumido la mitad del calendario en interrogatorios y registros en Palma, Barcelona, Madrid y Valencia, con muchos fines de semana sin librar. Ambos se llevan el trabajo a casa, en un lápiz de memoria. Han actuado sin miedo a las denuncias que quisieron levantar sospechas sobre su patrimonio, contra ellos mismos y sus familias, han padecido seguimientos secretos, insultos y campañas de descrédito en maniobras auspiciadas por pequeños medios sostenidos por personas a las que imputaron.
El juez, separado de su primer matrimonio, tiene 68 años, tres hijos y es abuelo. El fiscal, de 48 años, está casado, es hijo de hotelero y, si quisiese, tendría la vida resuelta lejos de los juzgados.
Un 1 de enero, Horrach salió de la fiesta de Nochevieja en un hotel y, de madrugada, acudió a su minúsculo despacho para acabar un escrito. También el juez Castro pasa de guardia muchos festivos, algunos en turnos con el fiscal. Ninguno de los dos tiene una vida social conocida y no han dejado a los medios de comunicación traspasar los muros de su intimidad. Tampoco se prodigan públicamente, más allá de algunos comentarios al paso de las cámaras. El fiscal sólo habló en una ocasión con Vanity Fair y con programa Espejo Público de Antena 3. El juez, flamenco y taurino, fue captado en una corrida, en el callejón. Estos días previos al auto en el que imputa dos delitos a la Infanta estaba feliz por el ascenso del club de su ciudad natal, el Córdoba, y por la última Champions del Real Madrid. Los paseos en bicicleta que suele dar le han hecho perder peso. Horrach también ha adelgazado gracias a las caminatas de ocho kilómetros diarios bajo el control del programa de su móvil. El juez vive en una casa en el litoral que tiene en venta porque con su sueldo de futuro jubilado la hipoteca sería dura. Horrach prefiere el monte, un ático grande sobre la bahía. Los dos tienen coches deportivos pequeños y motos de gran cilindrada.
La desavenencia actual no desdice el cómputo de éxitos de su trabajo, las sentencias firmes avalan la investigación de la Fiscalía —con la Policía, la Guardia Civil y Hacienda— y la construcción de la instrucción judicial. Uno destapaba y el otro instruía. Ninguno de los dos está ligado a una asociación profesional, ni se les conoce por posiciones ideológicas.
El juez Castro, que pide a sus colaboradores que le llamen simplemente Pepe, es el preferido de fiscales y policías para trabajar, por su mano firme a la hora de tomar una decisión y porque pisa el terreno en los registros. Sus compañeros también le agradecen que no dude en hacer favores para cambiar las guardias. Es el más veterano de los jueces de Palma y nunca quiso ascender en la carrera. Gran parte de la descripción encaja en Horrach, apreciado por sus colegas y muchos jueces por su manera de ejercer de forma brillante en las instrucciones, juicioso, preparado, educado y afable. Fue él quien encontró la carpeta de los convenios millonarios del Instituto Nóos, que desencadenó la tormenta de la imputación. Fue en un fin de semana, hurgando en una caja de documentos del Gobierno de Matas que llegó al juzgado después de que Castro reclamara expedientes y facturas.
El descalabro llegó en 2013, cuando el juez decidió imputar a la Infanta contra la posición del fiscal y su propio parecer en la causa. Los primeros escritos del fiscal en contra de los actos del juez congelaron las simpatías cruzadas. Se acabaron las salidas a tomar café o las celebraciones. “Las relaciones son cordiales, profesionales”, comentó en su día Horrach. “Nada ha cambiado en lo personal por mi parte. Cuando esto se cierre nos iremos de copas y nos besaremos”, ironizó el juez en 2013.
Pero el miércoles y jueves pasado quedó patente que la relación se ha hecho añicos.
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