Bondad y coherencia
El Rey quiere una España en la que nadie, ningún herido por la vida, se sienta solo
No muchas cosas diferentes o poco sabidas pueden decirse del carácter, del pensamiento o de la trayectoria vital del hoy rey Felipe VI que no hayan sido reiteradas y comentadas intensamente en los últimos días. Sin embargo, yo sigo preguntándome si los españoles le conocemos, qué sabemos de sus sentimientos, de sus ideales, de los valores que guían su vida.
Quienes, como yo mismo, hemos tenido la fortuna y el honor de conversar con él a lo largo de los años, de ser testigos de sus reacciones y de sus preocupaciones, de estar, en fin, no pocas horas cerca de él y de haberle escuchado en los discursos pronunciados en la ceremonia de entrega de los premios que llevan su nombre, los más importantes de los que ha pronunciado a lo largo de los años, somos muy conscientes de la relevancia que el análisis de esas palabras tienen para poder reflexionar sobre cómo será el Rey, cómo piensa y cómo está decidido a afrontar su reinado. Porque una cosa es esencial, creo, para conocerle mejor. Y es la coherencia entre lo que piensa y dice y lo que hace, siempre asentada en una sólida formación cultural, en la bondad de su corazón, en la prudencia y en el mirar alto y a lo lejos. Coherencia y bondad, coherencia y compasión creo que son palabras que dibujan la personalidad humana del nuevo Rey.
A esas cualidades suyas tan esenciales hay que añadir que mira y trabaja a largo plazo, manejando bien los tiempos, reflexionando, huyendo de la improvisación y de las reacciones sin sosiego, siempre unidas a su noble actitud ante todo lo que la vida y la historia han puesto en su camino, y la clara consciencia de su papel institucional, que en ningún caso considera un regalo o un privilegio, sino una muy alta y difícil responsabilidad, que asume de forma sacrificada.
Nos pedirá una y otra vez que seamos solidarios y responsables, comprometidos y tolerantes
De ahí nace su amor por España y los españoles, su profunda convicción de que debemos trabajar unidos para llevar a nuestro país a las más altas cotas de bienestar y progreso. Pienso que él trabajará por y para ello sin descanso. Nos pedirá una y otra vez que seamos solidarios y responsables, comprometidos y tolerantes. Y que, como nos dijo el poeta, todos los sueños pueden ser realidad si el sueño no se acaba.
Ya lo ha hecho en otras ocasiones: “El activo más sólido con el que contamos es nuestra gente, la sociedad española en su conjunto”, ha afirmado; y también que los españoles en estos años de profunda crisis, de nuevo, le hemos “hecho frente con gran coraje” y hemos mostrado “una capacidad de sacrificio fuera de toda duda”. Es muy consciente, y lo ha dicho con emoción, de que “son millones los españoles que cada día batallan para salir adelante con honradez, con esfuerzo, con valentía y con humildad; ellos son los que realmente hacen de España una gran nación”. Y en esta España que nunca ha renunciado a sus sueños y que nunca ha claudicado ante la adversidad, Felipe VI ha declarado su voluntad de estar cerca de los más débiles, de los más desfavorecidos y necesitados. Quiere una España en la que nadie, ningún herido por la vida, se sienta solo ante cualquier clase de pobreza.
Imagino que en un día como este, de tanta trascendencia histórica y personal, Felipe VI se acordará de los patriotas como Jovellanos, a quien tantas veces ha citado, que escribió en su diario el día que lo nombraron ministro de Justicia unas sencillas y sentidas palabras que creo que podrían expresar la grandeza de corazón de nuestro Rey: “Haré el bien, evitaré el mal que pueda”.
Graciano García es director emérito vitalicio de la Fundación Príncipe de Asturias.
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