Pablo Iglesias se impone en Podemos
La lista del rostro del movimiento supera a la de las enfermeras con el 86,8% de los votos El partido debate este sábado su éxito electoral entre fuertes tensiones para definir su modelo
Justo debajo del logo, la página web de Podemos invoca su imponente resultado electoral: 1.245.948 votos y cinco escaños en el Parlamento europeo. El movimiento fundado por Pablo Iglesias y un grupo de profesores universitarios de Madrid suma ya más de 400 círculos —las asambleas de barrios y ciudades que estructuran la organización— que han llegado a Zurich o Edimburgo. De esas asambleas sectoriales surgió un grupo de 24 personas apadrinado por el círculo de enfermería, frente al que la lista presentada por el rostro más visible del partido conquistó en la consulta por Internet celebrada en los últimos dos días un 86,8% de los votos, frente al 10,34% de su alternativa. Será entonces la lista del profesor de Ciencia Política la que coordine la asamblea constituyente del partido en otoño.
Podemos dispone de un espacio mediático ganado a fuerza de muchas tertulias del omnipresente Iglesias para airear sus proclamas contra las élites políticas y económicas que los portavoces del partido denominan “casta”. Las encuestas pronostican que la formación sigue comiendo espacio a los partidos tradicionales. Y a la sede de la organización llegan cada semana centenares de adhesiones y donativos económicos.
Pero el modelo de Podemos sigue por definir. Es una página en blanco donde ni las estructuras, ni la organización territorial ni la dirección están perfiladas. Mucho menos, la política de alianzas ante futuros comicios. Y la primera decisión para empezar a edificar el futuro ha incendiado la organización y enfrentado a las bases con sus creadores. El anuncio de Pablo Iglesias de poner en marcha unas elecciones para designar al equipo que diseñará la asamblea de otoño —donde se decidirá todo— provocó un gran malestar en los círculos, expresado en una tumultuosa reunión celebrada en Madrid el pasado domingo. Las bases acusaron ese día a los promotores de Podemos de predicar una filosofía y practicar la contraria, sobre todo al ver programada una elección a través de listas cerradas que no se consultó a los simpatizantes. El escaso plazo (de seis días) que la organización dio para presentar una lista alternativa a la de Iglesias y su equipo solo empeoró las cosas.
La tensión fue tal en la reunión de círculos que uno de los padres del movimiento, Juan Carlos Monedero, alertó en ese local en Madrid, la cuna de la organización, sobre el riesgo de ruptura de Podemos. En aquel semisótano de Legazpi avirtió ante un centenar de simpatizantes que tal vez estén conviviendo en el partido “modelos incompatibles”. Monedero fue más lejos y acusó a esas asambleas (que operan sin censos ni órganos de control) de no ser democráticas. Una reunión similar en Málaga el sábado replicó el diagnóstico: la oposición generalizada de las bases a la nueva deriva de Podemos.
De fondo está el debate sobre el modelo de la organización y el papel de los círculos en las decisiones. Los ideólogos de Podemos rechazan ir a un sistema de delegados (representantes de los círculos) que los equipare “a un partido viejo” y piden abrir cauces de participación a través de Internet para evitar que el poder lo monopolicen aquellos con más tiempo libre para acudir a las asambleas. Enfrente, una amplia mayoría de los círculos de Madrid y otras ciudades temen que las decisiones empiecen a llegar impuestas desde arriba, como en esos partidos a los que pretenden combatir.
En la elección interna celebrada durante los dos últimos días pudo votar cualquier ciudadano a través de una página web que ya sirvió de soporte para elegir a los candidatos de las europeas. Bastaba con facilitar un teléfono móvil y ser mayor de 16 años. A última hora, frente al equipo de Pablo Iglesias concurrió un grupo de 24 personas apadrinado por el círculo de enfermería, una de las asambleas sectoriales de Podemos.
Los resultados se han conocido esta mañana y dan el triunfo amplio al núcleo de Iglesias, la cara visible del movimiento, flanqueado en la lista de 25 por personas de su máxima confianza como Luis Alegre, que integró desde el principio su proyecto y será el coordinador del equipo que pilote la asamblea Sí, se puede, el nacimiento de Podemos. El grupo de trabajo —los padres de la organización insisten en llamarle gabinete técnico y niegan que se trate de una dirección política— recibirá el encargo de ordenar ese cónclave para estructurar la organización, dotarla de una dirección y unos órganos de control para afrontar retos inminentes como las elecciones municipales y autonómicas de la próxima primavera y en las que Podemos aspira a tocar poder.
La tarea arranca hoy con una reunión abierta (una especie de multitudinaria tormenta de ideas) a todos los simpatizantes convocada el pasado abril —cuando ni siquiera los más optimistas soñaban con semejante representación en las europeas— para repensar el futuro del movimiento. Desde entonces, el ejército de Podemos se ha multiplicado, lo que a la vez complica la logística del encuentro. Finalmente, será en la Universidad Complutense de Madrid, un lugar simbólico puesto que ahí nació la idea de un grupo de profesores bregados en los movimientos sociales con extrema habilidad para el marketing y la comunicación política, que ya se significaron en el movimiento 15-M.
De aquella experiencia es de la que tratan de aprender ahora para no repetir errores. El riesgo lo advirtió también Monedero en la reunión de Legazpi: “Puede pasar que, como entonces, seamos profundamente democráticos pero también profundamente inoperativos”. Los líderes del movimiento huyen de la utopía y repiten que Podemos llega para cambiar las cosas. Y que eso se hace gobernando. Algunos sondeos pronostican que subidos a la ola de la indignación ciudadana pueden acabar mandando en importantes instituciones. De momento en el partido cabe casi todo: para montar un círculo basta una reunión de vecinos en un barrio y la comunicación vía correo electrónico a sus promotores. Durante las primeras semanas las caras más visibles del proyecto (Iglesias, Monedero y Alegre, entre otros) fueron apadrinando asambleas pero el éxito ha desbordado a la organización, que ya no puede estar en cada grupo que nace. Eso propicia por ejemplo que haya emergido un círculo de terapias naturales que pide financiar estos tratamientos desde la sanidad pública y polemizó durante el pasado fin de semana en las redes con otros grupos del partido.
La aspiración de Podemos de ampliar su base social en busca de mayorías ha ido integrando a movimientos heterogéneos apiñados en torno a un programa de mínimos. Su discurso de “radicalidad democrática, contra los desahucios y los privilegios de los bancos” sigue sumando adeptos cada día. Los portavoces de la formación no piden carnés y ni siquiera se autodenominan de izquierdas, sino que proponen un cambio de paradigma a la hora de analizar la política española: en lugar del eje izquierda-derecha proponen contraponer las élites a los ciudadanos. Esa deliberada ambigüedad ha llevado a Podemos a posicionarse con el derecho a decidir en el debate sobre la forma de la jefatura de Estado sin decantarse entre república o monarquía. Aunque la mayoría de sus simpatizantes preferiría una república, los padres intelectuales del movimiento piden evitar los posicionamientos que puedan alejar a potenciales votantes. La filosofía del modelo de crecimiento de Podemos lo defendió el profesor y politólogo Juan Carlos Monedero, uno de sus padres intelectuales, en la reunión de Madrid del pasado domingo, cuando se debatía una propuesta para sumarse a un referéndum simbólico de algunas organizaciones republicanas. “Tenemos posibilidad de gobernar en sitios, somos la tercera fuerza, vamos a sumar a la gente y no a asustarla”.
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