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Muere Adolfo Suárez
Columna
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“Excelencia: la democracia llegará un día a España”

El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y la dirigente histórica del PCE, Dolores Ibárruri, La Pasionaria, se estrechan la mano en la primera sesión de las Cortes democráticas.
El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y la dirigente histórica del PCE, Dolores Ibárruri, La Pasionaria, se estrechan la mano en la primera sesión de las Cortes democráticas. Marisa Flórez

La desaparición de entre nosotros del presidente Suárez es causa de dolor, de tristeza, sobre todo cuando recordamos tantas cosas como sucedieron en aquellos pocos años entre 1976 y 1981; cuando de forma resuelta y llena de coraje contribuyó a la transición española, a la democracia como uno de los principales protagonistas, por no decir el primero.

Cuando todo son recuerdos y comentarios, uno se pregunta dónde puede estar la clave que en cierto modo predestinó a Adolfo Suárez al importante papel que le correspondió en esa fase de nuestro desarrollo político. Y en ese sentido, en mi libro Ni Mussolini ni Franco, la dictadura del general Primo de Rivera y su tiempo introduje, en el último capítulo, una serie de analogías y diferencias entre las dos dictaduras españolas, tan distintas, del siglo XX.

Tengo por cierto confirmado por el propio don Adolfo el hecho de que en su última entrevista con Franco, ya avanzado el año 75, como presidente que era entonces Suárez de la llamada Asociación Política Unión del Pueblo Español (UPE), le comentó al Caudillo, en palabras más o menos aproximadas a estas, lo siguiente: “Excelencia, las leyes biológicas, harán que un día, cuando usted falte, la democracia vuelva a España. Es una consecuencia de estar en Europa, algo absolutamente inevitable”.

La respuesta de Franco, también según la versión del propio Suárez, fue de estupefacción:”¿Así que usted cree que la democracia no orgánica llegará a España? Pues entonces, que nosotros ganemos las elecciones…”

Aquel presidente de UPE, en toda la vorágine de esos meses, fue designado por el Rey para presidir su segundo gobierno, y en ese trance, con no pocas dificultades, logró aglutinar, no una operativa unión del pueblo español, sino una Unión de Centro Democrático, la UCD. Y llevó a un cierto número de prohombres del régimen anterior, en combinación con toda una serie de más jóvenes partidarios de la democracia, al triunfo electoral del 15J de 1977.

¿Significa eso que Franco intuyó en la figura de Suárez a un ulterior y ya democrático presidente de gobierno? ¿Cabe pensar que el príncipe Juan Carlos hablara en algún momento con el entonces jefe del Estado y caudillo de España sobre la posible candidatura de Suárez para presidir un gobierno de transición?

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Las claves de esos años políticos en nuestro país son muy complejas: fue la convergencia de una oposición democrática entre la clandestinidad y toda una serie de manifestaciones de última hora, el poder incólume, todavía, del régimen que llevaba gobernando casi 40 años y la convicción general de que la reconciliación de los españoles, encauzándose en una nueva situación de libertades, era ineluctable y factible.

No son lucubraciones lo que aquí se quieren hacer. Es, sencillamente, despejar una de las incógnitas entre un momento y otro del cambio político en España. Una sucesión de circunstancias, en las que Adolfo Suárez no llegó a formular –porque nunca escribió sus memorias-, la filogenia de un proceso que todavía está por desentrañar.

Pero dejando ya esas pesquisas un tanto ucrónicas, lo que cabe decir, parafraseando a don Pedro Calderón de la Barca, es aquello de “que errar en lo menos no importa, si acertó en lo principal”. Y no cabe duda de que esa reflexión, es aplicable a la ejecutoria de Suárez, quien acaba de pasar a la historia para ocupar un puesto que ya nadie puede discutirle.

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