Cae una gran red de ‘chiringuitos’ para estafar a jubilados británicos
Las policías española y británica desmantelan a estas entidades de inversión ilegales Se estima que esta red radicada en España estafó 18 millones de euros de 5.000 personas
La Brigada de Delincuencia Económica, en colaboración con agentes de la policía británica, ha desmantelado una red de chiringuitos financieros, que estafó 18 millones de euros —15 millones de libras— en el último año. Hay 5.000 víctimas confirmadas de origen, sobre todo, británico y generalmente jubilados cuyas edades oscilan los 60 y 70 años, según han informado fuentes del Cuerpo Nacional de Policía.
Los agentes detuvieron a 108 personas, 66 de las cuales fueron arrestadas en Barcelona y 12 en Málaga, todas de nacionalidad inglesa, menos tres que son estadounidenses. Estas fueron puestas, por la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), a disposición del juez de instrucción número 3 de la Audiencia Nacional, Javier Gómez Bermúdez. Este ordenó el ingreso en prisión de 11 sospechosos, mientras que otros 13 quedaron en libertad bajo fianza, y otros 32 salieron libres, aunque están imputados. El juez decidirá hoy sobre los restantes. Además, en Reino Unido fueron detenidas 20 personas, en Serbia ocho y en Estados Unidos dos, según datos de la Dirección General de la Policía.
Los chiringuitos financieros son lo que en inglés se conoce como boiler room. Son un entramado de estafadores que venden acciones de empresas muy rentables, pero que en realidad no existen o que carecen de valor. En este caso, se estructuraban en grupos de 20 personas. Los líderes se encargaban de conseguir listas de clientes potenciales, buscar las oficinas desde donde operar y conseguir la documentación falsa para contratar cuentas en entidades bancarias.
Su modus operandi era siempre el mismo: primero llamaban para tantear a los clientes y se presentaban como agentes de bolsa. Luego, realizaban un segundo contacto, por el cual ofrecían productos financieros con una propuesta clara de inversión. Una vez captado el cliente, la transacción, o mejor dicho, el engaño se llevaba a cabo. Cuando varias operaciones estaban concluidas y el nombre de una misma sociedad era utilizado repetidamente, los delincuentes desaparecían sin dejar rastro. Sus oficinas cerraban, y comenzaban de cero en otro lugar, con nuevos correos electrónicos, números de contacto y página web. Volvían a inventar una gestora de inversión.
El dinero defraudado era controlado por los responsables de los grupos. Los fondos los movían de cuenta a cuenta dentro y fuera de España, en Chipre, Suiza, Singapur, Hong Kong y Emiratos Árabes. Esto dificultaba la localización de estos activos. Después, el dinero lo reintegraban en el sistema legal mediante transferencias a cuentas contratadas. Estas estaban a nombre de sociedades o testaferros que no mantenían relación directa con la organización.
Los grupos no permanecían más de un año en la misma ubicación (la mayoría de sus bases están en Barcelona). Su disciplina era férrea. Sus miembros tenían prohibido fumar y organizar fiestas, y no podían llamar la atención de los vecinos o de la policía. Los jefes multaban con dureza a su personal si no cumplía con los objetivos fijados, con los horarios, o si desobedecía alguna regla. La operación logró cerrar 15 chiringuitos en España, dos en el Reino Unido y uno en Serbia tras dos años de investigación.
“Hemos visto cómo estos grupos han robado miles de libras a gente a la que han arruinado, ya que creían que estaban ahorrando dinero”, ha afirmado este viernes el comandante de la policía de Londres, Steve Head. Los detenidos, la mayoría extranjeros y radicados en Barcelona, están acusados de apropiación indebida y de blanqueo de capitales. La policía británica informó de que uno de los detenidos pagaba mensualmente 48.500 euros de alquiler por un apartamento. Se le confiscaron dos vehículos, entre ellos un Ferrari; relojes de lujo y 60.600 euros en metálico.
Una de las estafadas es una mujer de 78 años, Joan Mayer, residente en Hampshire (Inglaterra), que perdió una gran suma de dinero. Quería invertir para asegurar el futuro económico de su hija. “Descubrir el fraude fue impactante. Me sentí aislada, es difícil de explicar lo humillada que me sentí. Mi confianza de toda la vida en la gente ha sido gravemente dañada”, confesó a la policía británica.
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