El hombre que guía a Monago
El presidente de Extremadura se consolida como un verso suelto en el PP por la estrategia de un asesor
Quien piense que José Antonio Monago, el presidente de Extremadura, hace del verso suelto (que es como se llama ahora a cierta independencia de criterio) una estrategia, acierta. Cuando muestra su desacuerdo con la ley del aborto de Gallardón hace un discurso medido al milímetro. Cuando se rebela contra el IVA cultural de Montoro tampoco improvisa, lo mismo que cuando devuelve la paga extra a los funcionarios en contra de la posición del Gobierno central. No es un hombre caliente al que le fallan los frenos. En Monago hay un liderazgo y un cálculo. Pero, a diferencia de otros políticos, a su espalda no hay un asesor en la sombra: el asesor está en su Gobierno, con categoría de consejero, no es un personaje clandestino. Y tiene nombre, Iván Redondo.
Dónde acaba Monago (47 años) y dónde empieza Redondo (32 y donostiarra por más señas) es una cuestión que ha despertado comentarios incluso dentro del PP. Quienes conocen los orígenes del líder extremeño afirman que su tendencia a ir por libre le viene de lejos, como cuando votó a favor de subir los impuestos a las rentas más altas en Extremadura con gran enfado en Génova, o se postuló para casar a homosexuales en Badajoz, donde arrancó su carrera como concejal.
Monago fue bombero antes que político. Su foto en el rescate del pavoroso incendio de Almacenes Arias en 1987 fue portada del diario Ya, como si fuera algo premonitorio. Alternó la política con los estudios de Derecho y Criminología. Hombre corpulento y de carácter, fue escalando posiciones en el Ayuntamiento de Badajoz, el único bastión que se le resistió al PSOE de Rodríguez Ibarra. Los reiterados fracasos del candidato popular Carlos Floriano (hoy vicesecretario general de organización del PP) abrieron una crisis en el partido y llevaron a la presidencia del PP en Extremadura a un Monago que ni siquiera era alcalde. Pero Monago se presentaba en público con un punto a su favor: todo lo que en Floriano era apariencia de señorito Monago lo tenía de hombre del pueblo. Para entonces, tenía tendencia a diseñar su propaganda y su propia agenda: le recuerdan sin ir más lejos participando en manifestaciones con los sindicatos agrarios.
Por ese tiempo, Iván Redondo se había formado como un joven experto en asuntos electorales en la universidad norteamericana George Washington. Antes, había montado su primera consultora de comunicación con 18 años y con 26 años la empresa Redondo & Asociados Public Affairs. Redondo llevó los asuntos, entre otros clientes, del principal sindicato de enfermería (Satse) para colaborar estrechamente con Antonio Basagoiti en el País Vasco, entre otros políticos. Basagoiti, otro estilo de verso suelto, le abrió las puertas del PP.
Así que Redondo no había cumplido aún los 30 años cuando diseñó la campaña del PP en Extremadura. “No es lo mismo el tercer o cuarto coche de la parrilla que ser alternativa”, llegó a decir. Un Monago con cazadora y sin corbata, en zapatillas de deporte, sin atril y mezclado entre la gente respondiendo preguntas hizo el resto. Eso y la debacle del Gobierno Zapatero. Monago dio la sorpresa: remontó 15 puntos respecto a las últimas elecciones y quedó a 4.000 votos de la mayoría absoluta. Algunos aspectos de la campaña recibieron premios en Estados Unidos. Ni que decir tiene que a Redondo le salieron muchos críticos dentro del sector, que le acusaban de inspirarse demasiado en campañas anglosajonas.
En septiembre de 2012, Monago toma una decisión que otros han evitado: saca a su asesor de las bambalinas y le nombra director de la secretaría de Presidencia con rango de consejero. Desde ese momento, se acuña el término “octavo consejero” o “consejero sin cartera” para argumentar que no se mueve un papel ni se lee un discurso dentro del Gobierno extremeño si no es previo análisis de Redondo y su equipo, formado entre otros por profesionales que trabajaron para el Gobierno socialista. “Consejería de propaganda” o “consejería de ocurrencias” son otras denominaciones que recibe también el departamento de Redondo.
La oposición socialista en Extremadura no logra abrir una grieta. Monago alaba a Rodríguez Ibarra (incluso imita algunos de sus gestos, por ejemplo en el asunto catalán), invita a Felipe González, propone pactos de consenso, se vanagloria de ser la primera comunidad que cumple los compromisos de déficit, responde a Madrid en defensa de lo extremeño y gestiona con el apoyo inquebrantable de los comunistas. Ninguno de estos actos encaja en el libro de estilo del PP.
Los expertos en análisis electoral (entre ellos el joven Iván Redondo) sostienen que en el futuro el electorado apostará por personas en lugar de partidos y por ideas en lugar de ideologías. Ese es el juego que practica Monago y empiezan a jugar otros políticos en los grandes partidos. Es el juego del verso suelto.
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