El Gobierno está seguro del fracaso de la ofensiva exterior de la Generalitat
Rajoy espera a que Mas dé algún paso jurídicamente relevante para actuar
El Gobierno está preocupado por la batalla independentista en Cataluña, un auténtico quebradero de cabeza para Mariano Rajoy, pero no tiene ninguna duda de que Artur Mas tiene todas las de perder. El Ejecutivo asume que 2014 será un año durísimo, con constantes escaladas como la carta de Mas a los 26 primeros ministros de la UE, y que todo el proceso concluirá en una enorme tensión y unas elecciones anticipadas en Cataluña. Pero esa inquietud es compatible con la certeza absoluta de que Mas está derrotado de antemano en su batalla internacional. Si de algo se ha ocupado el Ejecutivo es de contactar y tomar la temperatura de sus socios europeos, y sabe que Mas no va a encontrar allí ningún apoyo.
El Ejecutivo destaca en privado que hasta el propio presidente de la Generalitat ha reconocido, en una reciente entrevista en el diario italiano La Repubblica, que la independencia de Cataluña implicaría inmediatamente la salida de la UE. El Gobierno ha trabajado y seguirá haciéndolo en este mensaje. Ha logrado ya que la cúpula de la Unión Europea, incluidos el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, y el presidente del Consejo, Hermann Van Rompuy, este último además en La Moncloa y ante Rajoy, dejen claro a los catalanes que esa sería la consecuencia inmediata de la independencia unilateral.
El Gobierno sigue trabajando, en especial a través del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, en la batalla internacional. Margallo, persona de absoluta confianza de Rajoy, ya ha enviado a todos los embajadores (España tiene 128 embajadas y 90 consulados en todo el mundo) un documento de 210 páginas para que mantengan informados a los Gobiernos aliados de la situación en Cataluña, de la imposibilidad de celebrar allí una consulta independentista que la Constitución impide, del importante grado de autogobierno que tiene esta comunidad y de los costes que tendría la independencia.
El Gobierno ha constatado, a través de sus múltiples mecanismos de información de los movimientos de Mas y su equipo en el extranjero, el enorme fracaso que en su opinión ha sufrido el presidente catalán en su búsqueda de apoyos. Y cree que este chasco será aún más rotundo ahora que Rajoy, Margallo y otros miembros de menor rango del Ejecutivo se han puesto manos a la obra para cortar a Mas cualquier salida internacional.
En cualquier caso, la preocupación se mantiene. En el Ejecutivo son conscientes de que un fracaso de Mas no implica que el problema en Cataluña se resuelva. Es más, se puede incluso agravar si la consecuencia de este lento proceso es una victoria en las urnas, en 2015 o 2016, de los independentistas de ERC, que en la mayoría de las encuestas están ya por encima de CiU.
Cualquier escenario es malo para La Moncloa en este momento, una vez que Mas ha dado el paso, no por esperado menos preocupante para el Ejecutivo, de anunciar la fecha y la pregunta de la consulta.
El Gobierno, pese a las múltiples presiones, en especial del PSOE, para que haga política y dé algún paso, como abrir la puerta a una reforma constitucional, está decidido a esperar a que sea Mas quien se mueva. Rajoy ya ha tratado de tranquilizar a su electorado con la idea tajante de que la consulta no se va a celebrar. A partir de ahí ha decidido aguardar a que la Generalitat o el Parlamento catalán den cualquier paso jurídicamente relevante para poder actuar. De hecho, y a pesar de que en principio dejó caer que no lo haría, Rajoy ya recurrió en 2013 incluso la declaración soberanista del Parlamento autonómico, aunque no está claro qué efectos jurídicos podría tener.
Ahora La Moncloa y el Ministerio de Justicia tienen todo preparado para acudir al Tribunal Constitucional en cuanto Mas se mueva. El primer paso sería probablemente el de la ley de consultas que prepara el Parlamento catalán. Rajoy preferiría acabar con el proceso independentista incluso sin tener que acudir al Constitucional, simplemente rechazando las propuestas de los partidos catalanes en el Congreso con el apoyo del PSOE, como sucedió con el plan Ibarretxe cuando gobernaban los socialistas.
Sin embargo, el Gobierno sabe que la vía parlamentaria será solo uno de los caminos utilizados por los partidos catalanes. De hecho, Mas ya ha dejado claro que él no acudirá, como hizo Ibarretxe, a defender su plan al Congreso, donde quedaría muy en evidencia su minoría. Todo acabará tarde o temprano en el Constitucional, asumen en La Moncloa. Y al final, en elecciones. Las europeas son una primera prueba, pero las más relevantes, según los estrategas del Gobierno, serán las municipales de 2015 y por supuesto las catalanas, donde el Ejecutivo da por hecho que habrá unidad entre partidos que promueven la independencia y tal vez una ruptura de CiU que el Gobierno, llegados a ese punto, ve casi como algo positivo.
En cualquier caso, para eso queda mucho tiempo. Antes, a Rajoy, que prepara su próxima intervención en algún acto político relevante en Cataluña, le espera un largo calvario de choques con Mas y tensiones en el asunto político que más preocupa en La Moncloa. Lo único que tiene claro el presidente es que no utilizará el artículo 155, que permite la suspensión de la autonomía. “No hará falta y solo generaría más problemas”, resumen en su equipo. Pero todo lo demás está ya preparado.
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