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“Aún tenían los ojos abiertos”

Eric Rodríguez corrió de forma frenética por los túneles para intentar ayudar a sus compañeros

L. H.
Concentración en Pola de Gordón.
Concentración en Pola de Gordón.ULY MARTIN

Eric Rodríguez se mantenía entero este martes antes del homenaje celebrado en Pola de Gordón en memoria de los seis mineros asfixiados por una fuga de grisú. Pero después de las emocionadas palabras del alcalde, tenía los ojos húmedos y no paró de encender un cigarrillo tras otro durante toda la mañana. Tiene 27 años y una hija de ocho, que es su razón para adentrarse a diario hasta 500 metros en el pozo Emilio del Valle, de donde él extrae carbón desde hace casi una década.

Eric es un afortunado porque está vivo. Cuando se produjo el escape mortal, en la séptima galería del séptimo macizo, él trabajaba a unos tres kilómetros. A las dos de la tarde del lunes, cuando se acababa de producir la tragedia, Eric fue el primero de su cuadrilla que se quitó los tapones y se dispuso a almorzar un bocadillo. “Me senté al lado del telefonillo que hay en cada sala para comunicarnos internamente, y oí alto y claro el aviso”, recuerda. Lo que escuchó le hizo saltar como un muelle: “¡Accidente en la galería siete, que todo el personal se dirija a la galería séptima!”.

Eric no pensó. Salió corriendo en una galopada frenética a través de los túneles. Primero, subió por las empinadas escaleras (son 35 grados de inclinación) que hay desde las galerías hasta el nivel donde se encuentra el pasillo principal. Después, recorrió los tres kilómetros que le separaban del accidente. Se encontraba en el punto más lejano, pero voló. Y no llegó a tiempo: se encontró los cuerpos de sus compañeros tendidos en el suelo junto al ascensor que conduce a la superficie. Sin paños calientes, sin aviso. “Algunos aún tenían los ojos abiertos”, recuerda mientras apura el enésimo cigarrillo.

Eric salió del túnel sin hacerse muchas preguntas. Cuando dejó su equipo en la sala de lámparas, volvió a ver a sus compañeros. Allí le confirmaron que no había nadie atrapado. “Todos tenemos una lámpara con un número, siempre usamos la misma. Una vez que dejamos el material, solo hubo que hacer recuento para comprobar que no faltaba nadie”.

Al día siguiente, Eric asistió al homenaje a sus compañeros en Pola de Gordón. De ellos tiene una historia, una anécdota. Hoy solo le quedan los recuerdos.

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Sobre la firma

L. H.
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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